
Una simple opinión no vinculante vertida por escrito y difundida bajo el membrete del Banco Central Europeo, un prosaico papel teórico donde el autor anónimo expone su juicio contrario al nuevo impuesto sobre la banca en España, ha suscitado una muy teatral y sobreactuada reacción crítica por parte del presidente Sánchez, que en el tono indignado propio de las grandes afrentas ha cargado contra "los corifeos del neoliberalismo". Salida de tono algo imprudente, sobre todo si se repara en que los corifeos neoliberales en cuestión son los mismos que han comprado al Estado español nada menos que una tercera parte de su deuda pública, salvando así a nuestro país de una explosisión segura de la prima de riesgo.
Pero el presidente Sánchez es un profesional de la política desde muy joven, alguien que vive su oficio como poco más que una simple ocupación laboral; esto es, como una actividad cotidiana en la que no caben demasiadas implicaciones emocionales y tampoco excesiva carga ideológica. En ese sentido, Sánchez encarna a un apparátchik normal y corriente que se levanta cada mañana para representar en público un papel previamente ensayado. De ahí que sus cada vez más frecuentes alardes retóricos izquierdistas e iconoclastas tengan que responder a alguna estrategia muy meditada. Y es que, aunque con algo de retraso, parece que ha entendido dos cosas evidentes.
La primera, que criticar a Vox da muchos votos… al PP. La segunda, que no tiene absolutamente nada que rascar entre lo poco que quede todavía del antiguo electorado de Ciudadanos. En consecuencia, se ha olvidado de los dos, tanto de Vox y el gran peligro fascista que ha dejado de existir de la noche a la mañana, como de Ciudadanos, ese zombi cuyos restos íntegros canibalizará Feijóo. Ahora, y cada vez más, Sánchez habla en el lenguaje del primer Podemos, el de los de arriba y los de abajo, el de la casta y la gente; o sea, en el lenguaje del Podemos de los cinco millones de votos. Algo tarde, sí, pero al fin ha entendido que su disyuntiva es sencilla: sacar como sea de la modorra y la abstención a la izquierda radical o perder la Moncloa.
