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Los cómplices del vandalismo

Pretenden aterrorizar al ciudadano medio, satanizar al disidente y, por supuesto, parasitar las arcas públicas.

Pretenden aterrorizar al ciudadano medio, satanizar al disidente y, por supuesto, parasitar las arcas públicas.
Javier Solana, presidente del Patronado del Museo del Prado | Cordon Press

El vandalismo contra obras de arte es la consecuencia esperable de las campañas de desinformación, bulos y alarmismo que están llevando a cabo medios de comunicación como The Guardian, Washington Post y El País. Para estos medios no basta informar, sino que hay "sacudir conciencias", para lo que exageran, manipulan y mienten sobre el calentamiento global. En lugar de convencer, pretenden aterrorizar al ciudadano medio, satanizar al disidente y, por supuesto, parasitar las arcas públicas.

A ello se prestan con entusiasmo "periodistas climáticos" para los que cuanto peor supuestamente va para el planeta, mejor les va a ellos. Uno de estos "periodistas climáticos" justificaba la kale borroka contra las obras de arte (donde se incluyen los marcos, por cierto, que también son patrimonio y cuentan con especialidades académicas y talleres de restauración propios, como se cuenta en la web del Prado) porque: "Sí que creo que este tipo de acciones pueden empezar a ser positivas. Sobre todo si continúan. A más manifestaciones no violentas como estas, más calará el mensaje. Y no, no vandalizan nada. Es una acción sin daños a obras, sobre todo la que ha tenido lugar en el Prado".

También son cómplices estos "periodistas climáticos" que no solo justifican el vandalismo, sino que niegan el hecho de que se ha dañado el patrimonio artístico. Unos sacuden el árbol (en este caso, echan tomate a un Vermeer) y otros recogen las nueces: detrás de cada kale borroka hay un autor intelectual y alguien que se lucra en la industria del victimismo, el negocio de la queja y la captura de subvenciones y publicidad.

Aunque lo más triste de todo es que el propio Museo del Prado ha sido cómplice de esta kale borroka de los ecologistas de izquierda. Hace poco se prestó a una campaña irresponsable y demagógica de la típica ONG ecologista que no es sino una tapadera de grupos de ultraizquierda anticapitalistas. En dicha campaña, el Prado instrumentalizaba el Felipe IV a caballo de Velázquez, Los niños en la playa de Joaquín Sorolla, El quitasol de Goya y El Paso de la laguna Estigia de Patinir en una campaña de "sensibilización" cuyo lema, "+1,5°C Lo Cambia Todo", coincide exactamente con lo que los vándalos climáticos han pintado en la pared del museo entre ambas majas de Goya. Pretendían los (ir)responsables del museo "movilizar a la sociedad ante el cambio climático". Y vaya si la han movilizado…

El presidente del Patronato del Museo del Prado es el incombustible Javier Solana, el típico político socialista que con la mejor de sus sonrisas te da un abrazo tan estruendoso como falso mientras aprovecha para apuñalarte. Alguien que hizo campaña contra el ingreso de España en la OTAN, poco menos que Satán entonces, con el mismo entusiasmo y convicción que ordenó bombardear Serbia cuando ya era Secretario General de la OTAN, un poco más que divina cuando los socialistas descubrieron que donde estén los cócteles de Nueva York se quite el vodka de Moscú. Ahora, el ínclito Solana (más afamado que ilustre y esclarecido) se sumó a la campaña de WWF (verde por fuera, roja por dentro) desde una sala del Prado, con el Felipe IV de Velázquez a su espalda y proclamando que: "También el cambio climático tendrá consecuencias para el arte".

En julio era el presidente y en diciembre se publicó la campaña en la que el socialista proclamaba que "El Museo del Prado pone el arte y sus valores al servicio de la sociedad". Una concepción del arte utilitaria y totalitaria, propia del dogma del "realismo socialista", que llevó a que Stalin exigiese a Shostakovich que olvidase sus veleidades burguesas y formalistas para poner la música al servicio del proletariado. De este modo, el habilidoso Solana pone una vela a Dios y otra al Diablo. Fouché y Talleyrand en una sola persona, ha conseguido que el Museo del Prado, que se sostiene en gran parte gracias a empresas capitalistas, trate de "comprar" la simpatía de los vándalos ecologistas de organizaciones anticapitalistas. Un plan sin fisuras para alguien como Solana, que representa a la perfección al político voluble y sin principios, capaz de venderse al mejor postor. José Bono y José Luis Rodríguez Zapatero han tenido buenos maestros en el PSOE con Solana y González como referentes. La democracia al servicio del partido, las instituciones sometidas a la ideología y, ahora, el arte subordinado al activismo. No hay día en el que la izquierda no revele su rostro más fidedigno: el odio a la cultura, el desprecio a las reglas democráticas y la destrucción de los fundamentos de la convivencia. Siempre, eso sí, con una buena excusa: la justicia social, los derechos de alguna minoría y, ahora, el cambio climático. Encima, les tenemos que dar las gracias, reírles las ocurrencias y nombrarles presidentes de patronatos. Cuando pase una desgracia mayor, que no será la destrucción de una obra de arte sino la muerte de alguien, todo serán lloros, quejas y "esto no se podía saber".

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