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Jesús Laínz

Las tres carcomas de España, a un paso de vencer

El gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez va a pasar a la historia como el enterrador de España.

El gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez va a pasar a la historia como el enterrador de España.
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, atiende a la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

"Miré los muros de la patria mía,

si un tiempo fuertes, ya desmoronados…".

Primera carcoma: los separatismos. Por razones varias, en las décadas finales del nefasto siglo XIX surgieron en tierras catalanas y vascas movimientos políticos cuyo objetivo era la separación de una España en grave decadencia. Para construir una justificación ideológica adecuada que fuese más allá de la avaricia, llevan un siglo elaborando una argumentación pseudohistórica que, lejos de fortalecer las señas de identidad de dichas regiones, ha supuesto el más grave ataque contra ellas de toda su historia. Su resultado es un enorme porcentaje de ciudadanos que no se sienten españoles, que odian al resto de España y que desean la separación. El que ese sentimiento sea el producto del lavado masivo de cerebro efectuado totalitariamente desde las instituciones autonómicas y apoyado en el crimen y la opresión a los opositores, no importa. Lo importante es que la nación hace ya mucho que está rota, con unos cuantos millones de españoles que quieren dejar de serlo. Pero esta primera carcoma no hubiese conseguido nada si no hubiese contado con la impagable ayuda de una segunda.

Segunda carcoma: la izquierda. Mientras que los separatismos se han dedicado a construir, mediante el miedo y la mentira, las disparatadas conciencias nacionales vasca y catalana, la izquierda, con ignorancia sólo comparable a su soberbia, ha realizado el simultáneo trabajo de destrucción de la conciencia nacional española. Desde la Guerra Civil la izquierda española se ha caracterizado, salvo contadas excepciones, por el rechazo a la nación española, por considerarla reaccionaria. Por el contrario, ha dado su apoyo continuamente a los nacionalismos vasco y catalán –muchos de cuyos postulados ha acabado haciendo suyos– por considerarlos fuerzas progresistas y compañeras de viaje. Pero estas dos carcomas aliadas no hubieran conseguido sus objetivos de haber existido un potente anticarcoma que hubiese afirmado, apuntalado y defendido la realidad nacional española. Pero aquí llega la tercera carcoma.

Tercera carcoma: la derecha. La derecha española –ese PP que ha engañado sin cesar a sus votantes durante cuatro décadas– al menos sigue considerando deseable la conservación del mercado único español y de cierta arquitectura jurídica común. Más allá no se adentra, pues es pecado. Como ha observado que en nombre de identidades falsificadas y estridentes se ha asesinado a cientos de personas y puesto en grave peligro la existencia del actual régimen, ha decretado que toda identidad es mala y que hay que acabar con todas ellas, la española incluida. Muerto el perro, se acabó la rabia. Por ello, el débil rescoldo de patriotismo que les queda a algunos del PP ha de ser atenuado con vergonzantes epítetos, como ese constitucional que tan de moda se puso hace algunos años y que reduce la defensa de la nación a una erudita discusión de juristas. Además, para anestesiar todo este problema hasta que ya no tenga sentido hablar de naciones, cuenta y colabora con su disolución en el hormiguero inmigratorio. Y por lo que se refiere al Estado, desea su anulación primero por la UE y a continuación por el gobierno mundial que se nos viene encima a lomos de los terrores víricos y climáticos.

El gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez va a pasar a la historia como el enterrador de España. Pero no como el asesino, pues su asesinato ha sido un largo proceso comenzado por Suárez y continuado por todos sus sucesores en la Moncloa, sin excepción.

Si España conserva todavía vigor y conciencia de sí misma, es posible que merezca salvarse in extremis del ataque devastador de estas tres carcomas que le han corroído su recio tronco. Pero, visto el desinterés de la gran mayoría de los españoles, sobre todo de unas nuevas generaciones desarraigadas, infantilizadas y analfabetizadas por la escuela progresista, no tardaremos en contemplar su desaparición.

La segunda edición de las lágrimas de Boabdil está a la vuelta de la esquina.

www.jesuslainz.es

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