El error más reciente de Ciudadanos podría ser también el último de un partido que está abocado a su desaparición, empresa que algunos de sus dirigentes parecen empeñados en facilitar con sus últimas acciones.
El voto naranja a la ley del solo sí es sí, el mayor disparate legislativo de los últimos años en España, podría ser también la última decisión de un partido que se dirige directamente al despeñadero por voluntad, precisamente, del responsable de dar validez al engendro jurídico perpetrado desde el Ministerio de Igualdad. Edmundo Bal convenció a su grupo parlamentario de que tenían que votar a favor de la ley que está poniendo en la calle a no pocos violadores y agresores sexuales y rebajando las penas de otro medio centenar. Solo por eso debería estar incapacitado para aspirar al liderazgo de su partido, a cuyo descrédito público ha contribuido de manera decisiva con sus últimas decisiones parlamentarias.
Pero, además de convertir a Ciudadanos en lacayo parlamentario del sanchismo, precisamente lo que más desprecian los votantes del centro-derecha, Bal ha acreditado también una deslealtad notable hacia Inés Arrimadas, de la que dijo hace tan solo unos meses que "le prometí que iba a estar con ella y voy a cumplir mi promesa hasta el final: siempre voy a estar con ella", y ahora va a tratar de reemplazarla en la cúpula de Cs.
El anuncio de Edmundo Bal de que le disputará a Arrimadas el liderazgo de su partido no es una estrategia inteligente para reflotar un partido cuyas ideas siguen siendo válidas en la política actual, sino el movimiento desesperado de un personaje menor que, simplemente, aspira a gestionar los restos del naufragio. Buena prueba de ello es la decisión de Begoña Villacís, el principal activo político de Ciudadanos en la actualidad, que no se presentará a las elecciones municipales madrileñas si Bal se hace con la presidencia del partido.
La moción de censura de Murcia, como primer paso para llevar a cabo otras en Madrid y Castilla y León, precipitó el final de Ciudadanos, que en todas las elecciones posteriores ha cosechado derrotas devastadoras hasta provocar su desaparición en la Asamblea de Madrid, con Bal precisamente de candidato. Pues bien, en lugar de tener bien presentes las consecuencias de su acercamiento a la izquierda y actuar en consecuencia, la dirección de Ciudadanos decidió persistir en el error brindando su magro apoyo parlamentario a los delirios ideológicos del Ministerio de Igualdad.
La disputa por el poder de Bal y Arrimadas, responsables directos del desastre, augura un triste final para Ciudadanos, un partido llamado a ser la bisagra liberal de la política española cuyo capital político Rivera no supo gestionar y ambos han contribuido decisivamente a dinamitar.

