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El referéndum de Illa

Quien ahora se apresta a intentar demoler toda una concepción de España que se remonta a Cádiz es la izquierda española.

Quien ahora se apresta a intentar demoler toda una concepción de España que se remonta a Cádiz es la izquierda española.
Salvador Illa

Esquerra Republicana de Catalunya es un pequeño partido de ámbito periférico que en la actualidad gobierna en muy precaria minoría (cuenta con 33 diputados sobre un total de 150) la principal de las tres comunidades autónomas donde tiene presencia activa (las otras dos son Baleares y la Comunidad Valenciana). Como es sabido, ese pequeño partido pancatalanista de ámbito apenas local postula como objetivos inmediatos de su acción política lograr dos propósitos expresamente prohibidos por la vigente Constitución española. Objetivos consistentes, como también es sabido, en el logro de una amnistía plena que alcance a la totalidad de los implicados en la organización y ulterior desarrollo del proceso insurreccional acontecido en octubre de 2017, por un lado; y por otro, en obtener del Gobierno del Estado la convocatoria de una consulta popular circunscrita de modo exclusivo a los territorios que abarcan las cuatro provincias catalanas.

Consulta, esa, en la que, bajo la denominación de referéndum o de cualquier otro sinónimo fáctico, los habitantes de las cuatro demarcaciones puedan decidir por su cuenta, de modo estrictamente unilateral por tanto, los términos de un nuevo orden político que afecte a la totalidad de los territorios y de los ciudadanos españoles. Por lo demás, la amnistía ya la han conseguido. ¿O cómo llamar con un mínimo de rigor semántico a ese pack del tres por uno que integra el indulto, el desguace de la sedición y el gratis total para la malversación de los caudales públicos? Solo les resta, en consecuencia, la autodeterminación, que es lo que acaba de anunciar Illa en medio de la siempre preceptiva oscuridad discursiva destinada a que se le entienda todo pero sin que se entienda nada.

Ante tal realidad, la pregunta pertinente es si un partidito menor y a duras penas multiprovincial puede disponer de la capacidad efectiva para desmantelar el orden institucional de uno de los grandes Estados de Europa. Y la respuesta obvia es que no. Resulta duro decirlo si se es de izquierdas, y el que escribe esto toda su vida ha sido de izquierdas, pero quien ahora se apresta a intentar demoler no solo la Constitución del 78 sino toda una concepción de España que se remonta a Cádiz es la izquierda española, no un partidito de andar por casa formado por cuatro payeses hiperventilados de la Cataluña profunda. La Historia los juzgará.

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