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Feijóo recupera el sorayismo contra VOX

La obsesión de la cúpula popular con el partido conservador casa muy mal con su deseo de recuperar a los votantes que se fueron al partido de Abascal.

Las primeras declaraciones del presidente popular en la reanudación de la actividad política tras el parón navideño no ofrecen ninguna duda sobre la estrategia que va a seguir el PP a lo largo del presente año, basada fundamentalmente en distanciarse de VOX. Nada hay de malo en proponer una alternativa de país y reclamar la primacía de su defensa cuando hay motivos legítimos para ello, pero una cosa es tratar de explicar convincentemente a los electores la necesidad de un cambio profundo y otra muy distinta hacerlo a costa de denigrar al único partido con el que son posibles los pactos, como está haciendo el PP con VOX.

La obsesión de la cúpula popular con el partido conservador casa muy mal con su deseo confeso de recuperar los votantes que dejaron el PP por el partido de Abascal. Si Feijóo quiere realmente hacer volver a todos esos votantes defraudados con su partido, deberá preguntarse en primer lugar en qué los traicionó el PP y poner remedio a esa circunstancia de manera convincente. Pero lo único que propone el presidente popular es una especie de exigencia a los exvotantes de su partido para que le entreguen de nuevo su confianza, mientras se dedica a denigrar al partido al que recogió todo ese sentimiento de orfandad.

Lo ocurrido en el día de ayer es suficientemente gráfico para mostrar las contradicciones de Génova, que se van agudizando a medida que se acercan las dos citas previstas para el presente ejercicio. Por la mañana, Feijóo manifestaba su deseo de no tener que recurrir a coaliciones con VOX, una aspiración muy loable aunque, como es evidente, no es algo que dependa exclusivamente de lo que desee la cúpula dirigente del PP. Sin embargo, pocas horas después, el mismo Feijóo que trata de recuperar a los votantes populares que se fueron al partido conservador nombra portavoz de campaña a un personaje, Borja Sémper, caracterizado precisamente por su desprecio a todo lo que representa el partido de Abascal y, por extensión, a las ideas conservadoras que comparte la inmensa mayoría de votantes del PP.

Éste último movimiento de Feijóo es coherente con su trayectoria de nombramientos, a través de los cuales ha recuperado a viejas figuras defenestradas en su día tras la derrota interna de la línea abiertamente progre defendida por Soraya Sáez de Santamaría. La estrategia de volver al sorayismo no sería problemática (allá Feijóo con sus decisiones), sino fuera porque, mientras nombra a los dirigentes más significados en su día contra todo lo conservador, manifiesta su aspiración de conquistar nuevamente el favor de los que huyeron de su partido, precisamente, por que no se sentían representados por esos personajes.

Tarde o temprano, Feijóo tendrá que decidir. O el aislamiento de su partido, en manos ya de una generación fracasada en su empeño de mimetizarse con el PSOE, o el reconocimiento de que el camino hacia la Moncloa pasa por mantener buenas relaciones con VOX, el único partido capaz de garantizarle el apoyo indispensable para poner fin al sanchismo.

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