
Yo no sé si se va a percibir entre el electorado de Vox como algo muy coherente el alertar todos los días de que España va hacia el comunismo y, al mismo tiempo, presentar como candidato a presidente del Gobierno a un miembro histórico del Partido Comunista que nunca ha dado muestras de excesivo arrepentimiento en relación a aquella larguísima militancia suya en el marxismo-leninismo. Lo que sí sé, en cambio, es que cuando Felipe González sintió la necesidad perentoria de darse a conocer ante la gran mayoría de la sociedad española como una alternativa real al entonces presidente, Adolfo Suárez, no le quedó más remedio que presentar una moción de censura. Era la única vía posible, en aquella España de una emisora de televisión monopolística controlada con mano de hierro por el Gobierno, de acceder durante una semana a los hogares del grueso de la población con su mensaje político.
Pero también sé que cuando uno de sus sucesores en el liderazgo del partido, Pedro Sánchez, sintió idéntica necesidad de darse a conocer, a sus asesores de imagen les bastó con montarle una gira por los platós de la telebasura, con una primera irrupción estelar en el programa de Jorge Javier. Es la diferencia entre hacer política en pleno siglo XX o en pleno siglo XXI. Y es que, en estos tiempos de la hipertrofia mediática y la inflación desbocada y ubicua de cámaras y micrófonos, una moción de censura tiene que servir para algo más que para otorgar 15 minutos de gloria al candidato en los telediarios del día siguiente, además de una semana de memes y chascarrillos en las redes sociales.
Si yo estuviera en la dirección de Vox, repasaría con atención la historia del famoso calvo de la lotería. Sí, aquel personaje de un anuncio legendario que se hizo inmensamente popular entre la audiencia, pero que, justo por eso mismo, porque los espectadores se fijaban más en el protagonista estelar del spot que en el producto que tenía que vender, la lotería de Navidad, el calvo, convertido en eso que los publicitarios llaman "un vampiro", tuvo que ser despedido, dados los mediocres resultados en ventas de las campañas que protagonizó. Insisto, acuérdense del calvo. Todavía están a tiempo.
