
Antonio Cabrales es un distinguido economista. Lo afirma Clara Ponsatí, una golpista huida de la Justicia española que actualmente está contratada por una universidad escocesa, en un tuit. Ponsatí también es una distinguida economista, pero nadie en su sano juicio la propondría como consejera del Banco de España, ya que en su condición de política y ciudadana pretende destruir España y su Estado Derecho.
Antonio Cabrales, catedrático de Economía en la Universidad Carlos III de Madrid, había sido propuesto por el PP como consejero del Banco de España. Pero, tras descubrirse que era uno de los firmantes de una carta que agradecía a la universidad escocesa que contratase a Ponsati, ha dimitido. Lo increíble es que un académico que apoya a quien ha vulnerado la Constitución al promover un referéndum ilegal y declarar unilateralmente la independencia de Cataluña crea que es buena idea participar en una institución clave de lo que debe considerar un Estado opresor…
Buena parte de la intelligentsia económica y periodística española se ha echado las manos a la cabeza por la dimisión, ya que de este modo, dicen, se expulsa talento de la política española. Lo que no parecen tener en consideración es que ser distinguido en un campo académico no califica automáticamente para tener un perfil político excelente. Que una democracia liberal, al menos, pasa por tener en cuenta los valores superiores de la libertad y la paz, así como el respeto al Estado de Derecho. Que Cabrales, apoyando a la golpista fugada, no parece tener en muy alta estima.
En 2021, 33 premios Nobel de Economía y otros distinguidos economistas, como el propio Cabrales, escribieron en defensa de Andreu Mas-Colell, solidarizándose con el profesor y exconsejero golpista y catalanista porque estaba siendo investigado por el Tribunal de Cuentas. Argumentaban los distinguidos economistas que el procedimiento del Tribunal de Cuentas podía tener consecuencias financieras desastrosas para el profesor Mas-Colell. El caso es que los premios Nobel y cía. podrían haber advertido a su colega y amigo de que sus decisiones como consejero en un gobierno golpista iban a tener consecuencias desastrosas para el erario público, la sociedad civil y el Estado Derecho. Ser Premio Nobel es como ser tuitero, de repente te hace especialista en todo, sobre todo Derecho español. "A buenas horas, mangas verdes" se puede traducir como "too little, too late".
Hay quien protesta porque, sostienen, Cabrales es muy buena persona y un gran economista. Y con este nivel de falacia se define la academia española. Salvando las distancias, durante décadas los filósofos han estado tratando de disimular el nazismo de Heidegger porque era excelente persona y el pensador supremo. Si en lugar de haberse sabido su apoyo a la golpista nacionalista se hubiera sabido que era fan de Bolsonaro, muchos de los que están defendiéndolo como gran profesional y mejor persona estarían pidiendo su ejecución pública en la Cibeles, retransmitida por Netflix.
El País ha tratado de descafeinar el apoyo de Cabrales a Ponsatí y Mas-Collel como una mera cuestión personal. Pero en el ámbito anglosajón hay una auténtica batalla cultural para imponer una narrativa sobre el golpe de estado de los catalanistas. Cabrales ha contribuido con su apoyo a la narrativa que desprestigia al Estado de Derecho y a España, mientras que hay otros académicos que se sitúan en el bando de los comprometidos con los valores constitucionales superiores.
Hay quien también ha comparado este paso atrás de Cabrales como equivalente a las cancelaciones moralistas de la secta "woke". Lo que sería el caso si también se hubiese solicitado que expulsaran a Cabrales de la universidad pública española. Pero nadie ha cuestionado el perfil estrictamente profesional y técnico de Cabrales dentro de una institución independiente como es la universidad. Pero en el caso del Banco de España estamos ante una institución política para la que hay que demostrar, como decía, un compromiso con valores éticos y políticos democráticos que el profesor ha demostrado no tener. Cabrales aceptó participar en dicho proceso político de designación. Por cierto, si fuera en sentido contrario, Cabrales lo tendría mucho más difícil para permanecer como catedrático en una universidad pública de Cataluña, donde los amigos de Ponsatí le habrían hecho la vida imposible. En Madrid, por el contrario, donde impera la libertad, mal que les pase a los "haters" de Ayuso, Cabrales será paseado a hombros en los cenáculos intelectuales de la Corte y Villa, donde suelen ser jaleados en los círculos progresistas todos aquellos que dañen la reputación y la calidad de la democracia española.
Está muy extendido el prejuicio de que un profesional destacado en un campo no puede ser un perfecto idiota en lo demás. ¿Cuántos de los que hoy se echan las manos a la cabeza tuvieron el arrojo intelectual y la dignidad ética de criticarlo por su apoyo a esta golpista? Cierta academia española es tan inane como gremial. Se creen "los más listos". Lo de "distinguido economista" como salvoconducto para ser inmune a la crítica e impune respecto a sus actos es un efecto del síndrome de superioridad intelectual que les lleva a creer que están por encima del bien y del mal.
En 1937, Ortega y Gasset criticó a intelectuales como Einstein por hablar de España al comienzo de la guerra civil sin tener ni idea, con frivolidad e irresponsabilidad. Hoy, un puñado de economistas hacen gala de la misma ignorancia, frivolidad e irresponsabilidad, además de gremialismo y amiguismo. Denunciaba Ortega a los Ponsatís y Cabrales de aquel momento "hacer notar la frivolidad y la irresponsabilidad frecuentes en el intelectual europeo, que he denunciado como un factor de primera magnitud entre las causas del presente desorden (...) Mientras en Madrid los comunistas y sus afines obligaban, bajo las más graves amenazas, a escritores y profesores a firmar manifiestos, a hablar por radio, etc., cómodamente sentados en sus despachos o en sus clubs, exentos de toda presión, algunos de los principales escritores ingleses firmaban otro manifiesto donde se garantizaba que esos comunistas y sus afines eran los defensores de la libertad".
El desprestigio universal del hombre intelectual que Ortega señalaba en Einstein por haberse "creído con 'derecho' a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella (...) usufructuando una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglos y siempre" es lo que hoy sigue siendo moneda común en la casta académica que se cree élite y apenas es una burda combinación de rebaño y jauría.
