A la vista de la cantidad de denuncias espurias que muchas mujeres presentan contra sus maridos o compañeros sentimentales por violencia de genero durante los procesos de divorcio, no vamos a negar la posibilidad de que, a partir de ahora, haya algunos varones que, antes de iniciar el tan menudo tensionado proceso de divorcio, se inscriban en el registro como mujeres, algo que temporalmente van a poder hacer sin más requisito que su voluntad gracias al bodrio jurídico que también constituye la llamada Ley Trans. En este mismo sentido, tampoco se puede negar el hecho de que, si un hombre cambia de sexo antes de cometer un supuesto delito, éste no podrá ser denunciado ni condenado en el marco de la Ley contra la Violencia de Género, tal y como se deduce del articulo 41.3 del proyecto de ley trans y tal y como ha terminado por reconocer este martes la secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodriguez "Pam".
Ahora bien. Mucho más graves que estas paradójicas y rocambolescas posibilidades que abre el disparate jurídico de la ley trans en combinación con la antijuridica y fracasada Ley contra la Violencia de Genero, son los terribles e irreversibles efectos que va a generar una ley —en el fondo homofóbica— que permitirá tratamientos quirúrgicos y hormonales a menores de edad que quieran cambiar de sexo. A este respecto, nada mejor que tener presentes los escalofriantes datos del Reino Unido que alertan de lo que podría pasar en España con la Ley Trans y los menores: a raíz de que el Gobierno británico ordenase el cierre de la clínica Tavistock, referencia mundial en el tratamiento de menores trans, se ha sabido que el 97,5% de los menores que querían cambiar de sexo padecían autismo, depresión u otros problemas que podrían explicar el rechazo a su cuerpo y/o su género, y que, de haberse tratado correctamente, habrían evitado que muchos de ellos iniciaran un proceso irreversible.
Ante estos datos, así como ante la división que genera la ley trans en el seno del propio gobierno y el propio PSOE, así como entre muchas asociaciones feministas, no es de extrañar que el presidente Sánchez no haya respondido a una sola pregunta al respecto de las que le ha planteado Feijóo este martes en el Senado. En lugar de ello, y eludiendo también el incesante goteo de rebajas de condenas y de excarcelaciones de agresores sexuales que sigue provocando la Ley del "solo sí es sí", Sánchez ha preferido sacar a colación al exdirigente del PP Pablo Casado y a unas supuestas divisiones que se dan en el seno del PP.
La verdad es que para divisiones, las que se dan en el seno del gobierno social-comunista precisamente a raíz de estos clamorosos disparates legislativos que ha impulsado el ministerio de Igual da. Está visto, sin embargo, que a Sánchez todo le da igual con tal de seguir en la poltrona.

