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Mario Garcés

El show de Berni (Hill)

Su nombre nunca será citado por la rancia izquierda progre de los Goya porque es corrupto de taberna socialista.

Su nombre nunca será citado por la rancia izquierda progre de los Goya porque es corrupto de taberna socialista.
El diputado del PSOE, Juan Bernardo Fuentes, interviene en una sesión plenaria extraordinaria en el Congreso de los Diputados, a 25 de enero de 2022, en Madrid (España). | Europa Press

Si Benny Hill estuviese vivo, estaría a punto de cumplir 100 años. Es improbable que hoy, por cancelación o por consternación, el humorista inglés hubiera sido capaz de construir aquel personaje que hizo las delicias, entre otros, de Charles Chaplin. Benny Hill era salaz, sicalíptico, rijoso como pocos lo fueron en el siglo XX, un compendio perfecto entre la vulgaridad y la misoginia, para cualquier autor de un manual actual de "Feministas para idiotas". Para los que no tuvieron la ocasión de verlo, siempre se le recordará con su sonrisa en esbozo de sátiro y persiguiendo raudo a mujeres semidesnudas de proporciones neumáticas. Guste o no, Hill era la risa de la clase obrera y de la élite de Eton cuando se encerraban en sus gabinetes privados a ensayar perversiones, mientras que los Monty Phyton era la comedia Ilustrada con vocación de crítica social. En definitiva, el humor de ropa de los lunes para ir a trabajar frente al humor de la ropa del domingo para ir a misa.

Benny Hill es, a la sazón de los hombres de bien y de mal, y a la desazón de las feministas desencantadas, un vestigio de la Inglaterra retrógrada y descarnada, que, tras el Brexit igualitarista en Europa, nunca regresará. Como lo eran Pajares, Esteso o hasta Alfredo Landa en la España tardofranquista y en modo NODO, del mismo modo que, de un modo atemperado y experimental, quiso serlo Santiago Segura convertido en un Torrente zafio y lujurioso.

De Benny a Berni. El Tito Berni. Que hay una España en sintonía socialista que frecuenta los blockbuster de películas entrañables como Sexo, mentiras y cintas de vídeo parece que viene a convertirse en un clásico. Porque ha habido protagonistas de serie B en la política española que han llegado a interpretar papeles como Luis Roldán, aquel actor de reparto, de comisiones, que lucía calzoncillos de leopardo en sus fiestas cutres. O los usuarios de la Junta de Andalucía que hacían uso de las tarjetas de la FAFFE, que no es el nombre de un armador millonario español, sino de una Agencia autonómica que hacía buenos los cantares de Sabina entre prostitutas y cocaína. Y ahora el Tito Berni, cuyo nombre, a pesar de su magnífica interpretación, nunca será citado por la rancia izquierda progre de los Goya, porque es corrupto de taberna socialista.

El Tito Berni entraba en el lupanar "Sombras" en Madrid, a lo que se ha filtrado, como lo hacía Paco Rabal en "Belle de Jour", a demanda de la madame que mostraba la oferta disponible. Y como no seré yo quien juzgue la vida privada de nadie, entre neones y sombras, allí estaba el ufano mediador para pagar la celebración, probablemente multitudinaria, a cuenta de la estafa que comenzaba en algún despacho del Congreso de los Diputados. Si se confirman las declaraciones del mediador, un bocachanclas cabreado de tomo y lomo, los quince, no del patíbulo, sino del prostíbulo, reproducirían en sordina aquel voto colectivo entre aplausos de los socialistas puestos en pie en el Congreso en la votación de la reforma del delito de sedición. "Todos unidos" era el lema. "Todos unidos" sigue siéndolo.

Imagino que, entre tanta concurrencia, el Tito Berni, de haber leído al Marqués de Sade, recordaría aquella frase de su obra Filosofía del tocador: "Pongamos, por favor, un poco de orden en esta orgía; orden tiene que haber incluso en el seno del delirio y de la infamia". El problema es que la orgía se pagaba a préstamo sin interés de algún empresario depravado que había creído que era posible obtener ayudas y rendimientos satisfaciendo mordidas al Tito y sus secuaces. La única mordida, al parecer según cuenta el mediador, era la que sufría algún usuario en sus dignas partes fruto del furor de alguna meretriz, lo que le obligaba a demorar su regreso a su ciudad de origen, para no ser descubierto por su querida esposa.

El Tito Berni es un hombre completo, que es capaz de ser el ponente de la Ley de lucha contra el fraude y de votar a favor de la abolición de la prostitución, y ser un practicante devoto de ambas religiones. Al parecer no fue el único, que menuda penitencia familiar deben estar pasando algunos diputados estos días. Todo esto se merece un guión de película, la segunda parte de Villaviciosa de al lado de Nacho G. Velilla. El guión, de la más pura tradición berlanguiana, partía de un hecho real acaecido en España hace una década cuando tocó la lotería en un pueblo del interior de nuestro país. A pesar de que lo lógico es que la felicidad embargara a todos los lugareños, hay una gran sombra que se cierne sobre los premiados: el premio gordo agraciado por el sorteo ha sido vendido en el club de alterne del pueblo. Fácilmente pueden inferir el dilema que se plantea en esa España profunda: declararte millonario a fuerza de putero, o mantener inmaculada tu moral sin tacha, a fuerza de seguir en la pobreza. Con Tito Berni no les ha tocado la lotería a algunos, sino una penitencia ilimitada.

Como he citado a Berlanga, no puedo finalizar sin relatar una anécdota que un buen amigo me narró en una sobremesa memorable hace algunos años. El director valenciano le contó un día que en la época de la censura oficial del franquismo habían enviado Rafael Azcona y el propio Berlanga un guión al Director General competente en las mamandurrias de la fiscalización de las morales patrias. A los días, el manuscrito fue devuelto, debidamente censurado, en una escena que, más menos, comenzaba del siguiente modo: "Madrid. Gran Vía. Seis de la mañana. Amanece en Madrid y un grupo de personas desciende por la acera de la izquierda…". Perplejos, pero escarmentados, por la censura del texto, deciden visitar al inquisidor del régimen para comprender la causa del reproche. El Director General no titubeó: "Querido Berlanga, no me haga pasar por idiota, usted sabe que donde Usted escribe eso, en la película se va a ver a un cura saliendo de un club de alterne de la Gran Vía…". No era un cura, era el Tito Berni acompañado de no se sabe quién ni cómo. Terciopelo rojo en Madrid.

Mario Garcés.
Inspector de Hacienda e Interventor y Auditor del Estado. Jurista, académico y escritor.
Portavoz adjunto del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso de los Diputados.

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