
El cierre de la fase de clasificación para la próxima Copa del Mundo nos ha dejado historias hermosas. Especialmente dos, con el pase de Sudán del Sur (un país jovencísimo, creado en 2011 y que, a día de hoy, sigue contando con más de 300.000 refugiados) o la Cabo Verde de Edy Tavares y sus apenas 550.000 habitantes para su primera cita global, dejando fuera a históricas potencias del continente africano como Senegal, Nigeria o Túnez. Son de esos relatos que ayudan a ver la grandeza del deporte y de cuyo resultado lo que uno puede esperar es, ante todo, que el baloncesto y el éxito deportivo sea una forma de ayudar a mejorar las condiciones de vida en dos países a los que el Fondo Monetario Internacional situó en 2022 en los puestos 155 y 167 respectivamente en lo que al PIB nacional se refiere.
Quizá ese sea el gran objetivo de las ‘Ventanas FIBA’, el demoniaco sistema inventado por la federación internacional en 2017 a modo de reclamo, en su lucha con la Euroliga, del trozo de un pastel que a veces todos parecen empeñados en que sepa peor. Visto desde el lado bueno, universalizar el baloncesto y promoverlo en más zonas del globo. Visto con la mirada algo más sucia, conseguir a más federaciones que se aferren al actual sistema y que apuesten por el inmovilismo. Elijan ustedes, pero algo hay de cierto en ambas.
Pero de lo que no cabe ninguna duda, más allá de que las intenciones de FIBA sean más o menos loables, es de que la decisión del ente internacional ha afectado al nivel del deporte que, se supone, debería proteger. ¿Ustedes se imaginan que la campeona de Europa en 2017 no jugara la Copa del Mundo de 2019? Pues eso sucedió con Eslovenia. Hagan ahora un esfuerzo aún más complejo y piensen en que la vigente subcampeona mundial no se clasifique para el siguiente evento global. Pues eso es exactamente lo que le ha pasado a Argentina, derrotada por España en la final de 2019 y que se ha quedado fuera de la próxima cita, a celebrar este verano en Filipinas, Japón e Indonesia (sí, Asia otra vez).
🇩🇴 HISTORY 🇩🇴
Dominican Republic 𝗦𝗛𝗢𝗖𝗞 Argentina on the road to punch their ticket to the World Cup 😱#FIBAWC x #WinForDominicana pic.twitter.com/aSNlDDrztV
— FIBA Basketball World Cup (@FIBAWC) February 27, 2023
Hay otra gran historia en todo este batacazo de la albiceleste, pues el seleccionador dominicano y verdugo, Néstor ‘Che’ García, es argentino e, ítem más, comenzó la fase de clasificación dirigiendo a su país. Tras ser destituido, y reemplazado por Pablo Prigioni, regreso al combinado caribeño, al que ya había dirigido, y ha acabado colándolo en la Copa del Mundo con un triunfo histórico precisamente en Argentina. El karma, dicen.
Pero, volviendo al tema que nos atañe, Argentina es en esta ocasión la gran perjudicada de un sistema de clasificación terriblemente injusto, como lo fue Eslovenia en la anterior. Con estas ventanas tan democráticas, la albiceleste paga ser una potencial mundial, y se encuentra con que durante buena parte de su clasificación no ha podido contar con sus mejores jugadores: Facundo Campazzo, Nicolás Laprovittola, Gabriel Deck o Leandro Bolmaro. Se les penaliza por jugar en la NBA o en la Euroliga, ya que a la FIBA no se le ocurrió otra cosa cuando parió este esperpento que ubicarlo en plena temporada y sin que las dos mejores competiciones del mundo se detuvieran. Así que Eslovenia, en 2019, tuvo que buscar la clasificación sin los Doncic, Dragic o Cancar como ahora la albiceleste, en la mayor parte de la ruta hacia el próximo torneo —los pesos pesados argentinos apenas han podido jugar cuatro partidos de clasificación—, lo ha tenido que hacer sin sus referentes. Un auténtico dislate que genera que equipos de mayor potencial las pasen canutas frente a otros que, por no llegar a ese nivel y no contar apenas con jugadores de NBA o Euroliga, no ven afectado su poderío real.
Estas ventanas hacen más mediocre el baloncesto, pues dejan a muchos de sus mejores jugadores fuera de concurso, con lo que ello supone también a efectos de seguimiento. Si el mercado ya está colapsado de oferta y eventos deportivos, no parece que la mejor propuesta sea que, como el jueves pasado, a la misma hora jueguen el Real Madrid y la selección española. En alguna cabeza pensante debió sonar bien el asunto, pero ya les digo yo que no es buena idea. Es más, la propia FIBA pudo palpar el mejor ejemplo de ello el verano pasado, cuando ubicó una ventana a finales de agosto, justo antes del Eurobasket. Entonces, sin la NBA y la Euroliga en marcha, casi todos los jugadores acudieron, lógicamente, a las llamadas de sus selecciones. Especialmente impactante fue un Serbia-Grecia celebrado en enorme Belgrado Arena, con el pabellón a rebosar y mucho VIP en primera fila: desde Zeljko Obradovic a Novak Djokovic, pasando por Bogdan Bogdanovic, por citar solo a deportistas. ¿Se imaginan el motivo? Es fácil: en la cancha estaban, entre otros, Nikola Jokic y Giannis Antetokounmpo, los dos últimos MVP de la NBA. Si el calendario hubiera querido que ese partido se jugara en febrero, ninguno habría tomado parte del mismo. Y ya les digo yo que Novak Djokovic tampoco habría estado en primera fila. Por cierto, que Serbia, otro de los grandes damnificados de este disparate, llega a este lunes con la clasificación sin cerrar. Imagínense un mundial sin argentinos ni balcánicos... ¿De verdad la FIBA sabe lo que hace? A mí a veces me cuesta mucho entenderla.
Por otro lado, toda esta cuestión no debe hacer sino subrayar el enorme trabajo que ha vuelto a hacer la selección española con Sergio Scariolo al frente. Llegó a esta ventana de febrero ya con los deberes hechos, sin agobios, y pudiendo dar descanso a nombres habituales en la fase de clasificación y seguir aumentando el número de debutantes con el equipo nacional. Todo ello, después de que sus jugadores de Euroliga y NBA (echen cuentas, porque son unos cuantos) solo pudieran jugar los partidos de la citada ventana de agosto ante Islandia y Países Bajos. La clase media del baloncesto español ha vuelto a dar otra exhibición, demostrando estar muy por encima a día de hoy de la que presentan otras potencias mundiales, incapaces de superar con holgura este campo minado planteado por la FIBA para bombardear su propio torneo.
El fuego amigo del estamento internacional, de momento, no ha afectado a España, capaz de huir de la mediocridad que pareciera buscar la organización que debería velar también por la excelencia en el baloncesto pero que solo parece interesada en su universalización. Qué paradoja, ¿verdad?
