El Gobierno de Pedro Sánchez no puede disimular su sesgo totalitario y sus inclinaciones dictatoriales. Todos los días miembros del Ejecutivo social-comunista ponen en la diana a ciudadanos, ya sean padres acusados sin pruebas por sus exparejas de maltratadores o secuestradores de niños, empresarios o particulares como Ana Obregón, sobre la que se ha cernido la jauría de ministros y ministras que no tienen el más mínimo rubor a la hora de presentarse como reputados moralistas y predicadores de una renovada fe comunista. Las declaraciones de la titular de Educación y portavoz del PSOE, Pilar Alegría, contra Ana Obregón no sólo causan bochorno, sino también pavor ante la peligrosa deriva de un Gobierno que se cree legitimado para irrumpir en la vida privada de los ciudadanos y utilizarlos como chivos expiatorios para tapar sus vergüenzas, sus incumplimientos, su incompetencia y sus casos de corrupción de toda índole.
La técnica es vieja, tan antigua como los preceptos "morales" de las dictaduras izquierdistas. El Gobierno utiliza a determinados ciudadanos para impartir doctrina. Emplea los señalamientos para dar lecciones y se encarniza contra los que apunta como enemigos en un alarde "pedagógico" para adoctrinar a las masas. Son ya muchos los ciudadanos víctimas de esa estrategia totalitaria capaz de deshumanizar a sus chivos expiatorios a base de infundios, mentiras y consideraciones que ningún político vagamente democrático se permitiría proferir. Las insidiosas campañas de Irene Montero contra hombres acusados de maltrato en disputas por la custodia de sus hijos, los ataques de Yolanda Díaz o el mismo Pedro Sánchez contra empresarios como Amancio Ortega, Florentino Pérez, Juan Roig o Rafael del Pino, entre otros, y ahora las crueles invectivas contra Ana Obregón demuestran hasta qué punto está dispuesto a llegar el Gobierno en su intento por permanecer en el poder a toda costa y contra toda lógica democrática. La gestación subrogada es una técnica a la que han recurrido algunos españoles considerados famosos sin que el Ejecutivo, ni siquiera la parte podemita, haya hecho objeción alguna. La cacería contra Ana Obregón, el enseñamiento y el acoso contra esa mujer por parte de las ministras de Sánchez es intolerable y muestra la catadura moral de unas mujeres sin un ápice de humanidad en el desempeño de sus funciones públicas.
Mientras Sánchez se retrata complacido con Xi Jinping, que le ha designado tonto útil occidental del régimen chino, sus ministros y ministras exhiben con los empresarios y ahora con Ana Obregón su destreza en el manejo de las herramientas totalitarias para anular a los que designa enemigos y modelos sociales a exterminar. ¿Con qué derecho atacan los miembros del Gobierno a ciudadanos particulares que no han cometido delito alguno? ¿Quiénes se creen que son para acusar a Amancio Ortega de evadir impuestos sin aportar prueba alguna cada vez que el empresario textil hace una donación a la sanidad pública? ¿Qué evidencias tienen de que Juan Roig está obteniendo beneficios a costa de los consumidores? ¿Quién o qué les autoriza a demonizar a Ana Obregón? ¿Acaso se creen Pilar Alegría, Isabel Rodríguez, Irene Montero, entre otras, las guardianas de la moral pública en el apartado reproductivo? Todo en este Gobierno apesta a totalitarismo, a odio, a actitudes inquisitoriales, mientras Sánchez y sus secuaces miran a otro lado en el caso de los escándalos de corrupción en los que están implicados sus propios diputados o sus representantes regionales.
La lapidación gubernamental de Ana Obregón es el último episodio de la siniestra deriva encabezada por Pedro Sánchez, capaz de poner en la picota a quien haga falta con tal de perpetuarse en el poder. El Gobierno que indulta a golpistas, que cambia el Código Penal a plena satisfacción de separatistas, corruptos y violadores, el que libera delincuentes sexuales, el que pone en grave riesgo el sistema público de pensiones, el que es incapaz de contener los precios y se felicita porque la inflación "sólo" ha subido un 3,3% (según sus propios datos) es el mismo que no tiene reparo alguno en masacrar a particulares y dar lecciones de ética, moral y protección de las mujeres. Y aún puede caer más bajo.