Bromear sobre la vida sexual de la Virgen María es una ofensa para los que somos creyentes. Reírse de los cristianos en plena Semana Santa es hacer daño. Y humillar una religión en particular, en un medio de comunicación público, financiado por todos los españoles, es buscar la ruptura social.
Justamente, ofender, mofarse y humillar es lo que hicieron unos pseudocómicos en TV3 esta Semana Santa. Esa televisión pública que forma parte del conglomerado de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales y que goza de un presupuesto de casi 300 millones de euros. Estos fondos, similares a los que gestiona el Ayuntamiento de Valladolid para un año, financian cuatro emisoras de radio, siete canales de televisión y un canal en internet. Y, además, la administración catalana creó el CAC –Consell de l'Audiovisual de Catalunya–, un comité que debería asegurar la calidad de los programas emitidos en la región.
Desde mi experiencia personal, habiendo nacido y vivido más de 25 años en Barcelona, he podido sufrir el desprecio que ejercen algunos medios catalanistas a los españoles y toda nuestra cultura. Por eso, destacaría tres momentos donde la televisión regional sobrepasó los límites de la convivencia.
El primer hecho lo vimos en las series catalanas con un personaje, la minyona –la persona encarga del servicio doméstico en un hogar–. De forma inofensiva y jocosa se presentaba a la minyona como una andaluza, tosca y que destacaba por ser la única que hablaba español en toda la serie. Más tarde, en el apogeo de los late nights existía un charnego que era el encargado de decir todas las barbaridades posibles, dislate que servía como excusa para catalogar al charnego de colono, un ser asilvestrado que no actuaba como un buen catalán. Y, finalmente, los desprecios se hicieron explícitos cuando quemaron en directo la Constitución Española para poco tiempo más tarde llamar nyordos –mierdas– a todos los españoles en otro típico programa de pseudohumor.
Por tanto, cuando la befa se centra siempre en las mismas personas, no son bromas de mal gusto, es acoso. Cuando las mofas solo se dirigen a una cultura y creencia religiosa es odio. Y cuando las burlas tienen un único destinatario, los españoles, es persecución.
Pero hay que ser claros, el origen de estos problemas está en el corazón de la política catalana dónde gran parte de sus jerarcas no respetan la ley y los fundamentos democráticos. Cuando los mandatarios se enorgullecen del intento de golpe de Estado, el impacto en el resto de la administración es la degradación. Por eso, vemos cómo una administración que debería defender a los ciudadanos se gira hacia una parte de la sociedad para señalarlos, depreciarlos y humillarlos. Sin embargo, la decadencia tiene un final, la corrupción total del cuerpo. Y es algo que quiero evitar porque Cataluña es también España, así que no voy a dejar que un grupo de golpistas arrasen con lo que también es mío, mi preciada y querida Cataluña.
Sergio Brabezo, diputado del Grupo Parlamentario Popular en la Asamblea de Madrid.