
La catarata de descalificaciones a Ferrovial por parte del Gobierno no ha impedido que los accionistas de la empresa aprobaran el traslado de la sede. Perdida la batalla, la parte socialista, a través del ministerio de Calviño, prefirió domesticar el tono y evitar la beligerancia. Pasaba así en un santiamén de una operación de castigo a un alto el fuego. Siempre la misma táctica. La misma que utilizó contra el Tribunal Constitucional hace unos meses, cuando aquella reforma que quiso introducir en una ley que pasaba por allí, y que era inconstitucional a todas luces. El intento de intimidación llegó al punto de acusar al TC de dar un golpe de Estado si osaba paralizar la votación en el Congreso. Cuando el Constitucional no atendió a presiones, el Gobierno reculó. Siempre igual: primero golpear y golpear duro, pero si el golpe no surte efecto, entonces toque de retreta, y el que funge de valentón, como en el soneto de Cervantes, "fuese y no hubo nada".
Se retiran, o lo aparentan, los socialistas, pero ahí queda la guerrilla podemita para continuar con el castigo, cosa natural porque Podemos vive de la hostilidad y las hostilidades. La ministra Belarra se ha erigido en portaestandarte de la ofensiva y ha hecho saber que esto no puede quedar así con una declaración de guerra de la que hay que destacar su lenguaje inclusivo. No sabe Belarra cuánto pierden en credibilidad sus amenazas con lo de desdoblar todo en género masculino y femenino, pero la intención era la de hacer ver que se pueden tomar fuertes represalias y que las van a tomar ellos, los de Podemos. No se sabe cómo. Porque esta es la cuestión: ¿qué van a hacer?
Si éste fuera otro país, en otro continente, se podría anticipar qué harían. Y Belarra hubiera aparecido de camuflaje, con boina y un arma a la vista. Pero aquí, aparte de algún rejonazo tributario, ¿qué van a hacer para castigar a una empresa que traslada su sede a otro Estado miembro de la Unión Europea? La declaración de guerra de Belarra ha sonado como aquella frase, que se hizo célebre, con la que cierto periodista del franquismo comenzó un artículo en la Hoja del Lunes de Madrid: "Advierto por última vez al Kremlin". Y el Kremlin, sin enterarse.
La actuación política del Gobierno en este asunto de Ferrovial ha sido un desastre desde el principio. Mientras denunciaba a la empresa por deteriorar la imagen de España en el exterior, se lanzaba a una embestida que constituía la peor publicidad posible. ¡Y dice el Gobierno que quiere atraer a inversores extranjeros! Un desastre. Pero todo puede empeorar. Déjalos correr.
