
Una vez más, el refrán se impone mostrando la cruda realidad, de la que algunos prefieren no enterarse y, sobre todo, que otros no se enteren. Pero, establezcamos un principio inamovible: cualquiera que sea la cantidad de orégano, está edificada sobre el sudor y la sangre de los contribuyentes.
Que las Administraciones Públicas son paradigma de la torpeza e ineficiencia en la gestión de los recursos públicos, se ha convertido en el prólogo del más elemental análisis de Economía Pública.
Ello, no impide que el Gobierno de la Nación, y especialmente, algún ministro/a se ufanen, con petulancia, de unos logros recaudatorios cuyo reverso son los sufrimientos y carencias de los españoles todos, pero, especialmente, de los más necesitados.
Sí, piénsenlo porque, probablemente, la mayoría, cuando contemplamos las alegrías ostensibles de la ministra de Hacienda, estamos viendo también, avergonzados, los rostros de los que no llegan a fin de mes. Esos precios en alza generalizada, esa inflación, producto en buena parte de la mala administración, está inflingiendo daños cuantiosos a los españoles, en términos de poder adquisitivo.
De ahí, la ofensa que supone presumir, ante los que sufren, de la buena gestión y del éxito de lo que realmente es un caos. Abundancia de cifras que nada significan, pero que engañan, porque el engaño es la herramienta privilegiada de los gobiernos necios.
Por cierto, cuando un país vive en inflación continuada, debe de aprender a no hablar y publicitar sus logros, en términos monetarios; los euros de este año, no son los euros del año pasado –sólo tienen idéntica, la denominación–. Para no engañar, hay que precisar, si se trata de euros corrientes (nominales) –que están impregnados de inflación–, o por el contrario, si son euros en términos reales –de valor constante– ; la diferencia, en nuestro caso, es muy apreciable.
Ante este panorama, los españoles se han convertido en los chivos expiatorios, tanto del orégano triunfal del gobierno, como de la carencia de orégano que silencia cuidadosamente el gobierno para que pase desapercibida.
Veamos: dada la permanente necesidad de colocar deuda pública en el mercado, el gobierno se ha visto obligado a compensar las dudas de los inversores sobre la solvencia del Estado, emitiendo deuda indexada al índice de precios –para que el valor de la deuda en términos reales se mantenga constante–; ello conlleva, naturalmente, que los intereses sigan el mismo camino.
El resultado, para 2022, y en euros de 2022, ha supuesto un incremento en coste por intereses, de 8.20 mil millones de euros, sobre las previsiones presupuestarias.
Llámenle como quieran, aunque, eso significa un quebranto apreciable en las previsiones que debería reducir el optimismo del gobierno en su gestión; aunque no lo reducirá. La falta de orégano que supone esta cifra, incide en la economía de los españoles –no en la del gobierno– reduciendo, consecuentemente, su renta disponible con más impuestos.
Pero eso ¡que más da! A la postre, el gobierno tiene garantizada, por el legislativo, cualquier subida de impuestos. Eso, aunque se queje de la acusación, de falta de garantías democráticas.
