
El PP acertó al decidir que la Ley Montero no podía ser la puerta abierta para violadores y pederastas. Causa el suficiente daño como para intentarlo todo en los meses que quedan hasta las elecciones generales. Sobró el inexplicable entusiasmo posterior de Borja Sémper, que hace temer si con eso basta.
El hecho incuestionable es que la del "sólo sí es sí" es una ley que provoca hemorragia de malhechores desde las cárceles, que favorece al delincuente. Una ley de la compañera sentimental de un agitador que llegó a vicepresidente y que todavía atemoriza al presidente insomne. Una ley-capricho de una indocumentada que, escandalosamente, sigue siendo ministra y que se ve amenazada pero no por su objetiva negligencia, sino por la presencia de una rival, otrora ungida por su protector, la escuchadora comunista Yolanda Díaz, tan vacía de conocimientos y de capacidad gestora como la mayoría de sus colegas. Pero la inepcia no es la única culpable. El capricho de la novia comunista emocionó a Pedro Sánchez.
Sin embargo, el audaz presidente, tan culpable como la niña del puño, no quiso aparecer en el debate parlamentario de remiendos de la Ley. Se hizo un Rajoy como para mostrar indiferencia hacia el que le sacó aquella noche la basura, el PP de Feijóo, y como desprecio chulesco hacia la amanuense del desastre que él mismo avaló con entusiasmo.
Así que el bravo barón Munsánchez cabalga sobre una bala de cañón, ora a Doñana, ora a la peña de jubilados-afiliados o a la fábrica de sueños más remota. A veces sobrevuela al PP para arrojarle algún mojón mientras hace crecer pisos aquí y acullá con sólo señalar desde el cénit un pedacito de terreno. ¡Pluf!… y brota el derecho a la vivienda digna donde antes no existía. ¡Pluf!... y los okupas estrenan felpudo con un "Wellcome" del sonriente barón. También lo hace a bordo del Falcon o el Superpuma, bizarras criaturas del Leviatán, hoy a su servicio.
Pero, ¿no dijo alguna vez, cuando ya se sabía que esta ley era una gigantesca bisagra que abría las celdas, que el texto era ejemplar, revulsivo, maravilloso? Claro que lo dijo:
"Tiene el único cometido de reforzar la seguridad de las mujeres y garantizar que ninguna víctima sea cuestionada. Tiene un recorrido larguísimo y es un hito muy importante. El Gobierno no va a descansar ni un segundo para proteger a las mujeres y para defender sus derechos".
Tan buena era la ley que conseguiría castigar con dureza inusitada a los agresores y eso, sin duda, sería fuente internacional de inspiración:
"La ley persigue cualquier tipo de delito sexual como una agresión sexual para que haya condenas más agravadas, penas más agravadas. Esta es la voluntad tanto del poder ejecutivo como del poder legislativo. Además es una gran conquista del movimiento feminista en nuestro país, una ley de vanguardia que va a inspirar otras muchas leyes en el mundo, estoy convencido de ello".
Pero luego tuvo que reconocer que había "efectos indeseados", de hecho, contrarios: los violadores y pederastas saldrían de prisión antes que sin esa ley. Más de mil se favorecieron del fiasco y algunos ya pasean por la calle. Así que murmulló disculpas sin mover los labios y mirando de reojo el calendario que viene llenito de urnas. Que eche una mano el PP, si tanto le preocupa, que el presidente se va en Falcon a Doñana, a criticar al PP mintiendo sobre las alertas ecologistas de la Comisión Europea, como recordó este viernes Dieter Brandau.
El caso es que Irene se quedó sola, aislada, como si tuviera la peste. Nadie quiso estar cerca de la perdedora, sólo Ione Belarra, como consuelo adolescente tras un desengaño, tía. Eran dos lilas marchitándose bajo la violenta granizada de San Jerónimo. Carne de memes demasiado predecibles. Pero el desprecio era sólo para Irene. Ella debe sentir la avalancha de la huida. Que le ciegue el polvo de la estampida. Que le caigan los aplausos de la bancada del PP, justo encima de su cabeza. Ella levantó el puño cuando se aprobó el bodrio con el voto de sus traicioneros socios pero ahora se le mueve la melena con la ventolera del palmeo popular. Sólo un fracaso es un fracaso. Sólo ella es ella, la culpable. Sánchez no sabe nada.
¿Pena por los pucheros de la ministra? Más bien por el llanto de las violadas y de los niños abusados al ver que sus bestias ríen, rebajan la pena y hasta salen de caza de nuevo. Parece que esto fuera lo de menos. Además, por mucho chaparrón que cayera en el Congreso, ahí está, en su escaño. Nadie se atreve a removerla. Si fuera ministra del PP ya habrían vertido algo asqueroso sobre su escaño y estarían reclamando su dimisión con pancartas y escraches. Con ésta sólo se atreven al aislamiento de un día ¿Y por qué no la confinaron antes de que se le ocurriera la maldita ley sueltavioladores?
Conviene no olvidar el origen de los problemas y uno de ellos es que Montero llegó al BOE por prescripción directa del padre de sus hijos. Sin ese canje no había gobierno ¿Argumentación machista? Pregunten a Ana Botella Mujerde. O a tantas otras, hasta de su gobierno, como dice ahora la vicefollonera Yolanda Évole del macho alfa y del propio Munsánchez. Sucedió tal cual, poco después de las negaciones de Sánchez, las del insomnio y Bildu: o llegaba a ministra la del "sólo sí es sí" o el gobierno de Sánchez sería "no es no". Lo sellaron con un abrazo lascivo. Fin de la historia del valiente que cabalga balas de cañón, también llamadas bolaños, y de su comparsa.
Si el PP, que ha demostrado oposición responsable, se queda ya con esta ley por el hecho de haberla remendado (no fueron enmiendas sino necesarios remiendos) significará que la izquierda legisla mal y la derecha lo corrige sin necesidad de llegar al poder. ¿Y cómo habría legislado el PP? Dice Borja Sémper que "la ley en su totalidad no es mala. Lo que es extraordinariamente negativo son las consecuencias de esta ley, que por cierto se conocían". Así que, dedujo, "cuando Feijóo gobierne, la ley del sólo sí es sí se quedará como está". Poco antes no había dejado una coma de la ley sin criticar. Cuidado con los portavoces de campaña cuando empiezan las campañas, que suele ser su peor momento.
Irene no dimite, Sánchez no la destituye y el Gobierno socialista, tan culpable como la ministra lila, se esfuma del escándalo a la espera del olvido, que en España hace milagros. Derogar no es vengativo, forma parte de la importante labor de legislar y este fatal Gobierno no se olvidará si perviven sus leyes.
