
El techo electoral de Pedro Sánchez mengua hacia su cabeza como en la Casa tomada de Julio Cortázar, así que no hay más remedio que reptar. Es entonces cuando ha descubierto el suelo, el suelo electoral y el electoralista. Pisos como setas, por doquier. Y que lleven emblema en la puerta para que se sepa de dónde salen. Ya lo hizo Franco con las placas del Ministerio de la Vivienda. Quedan todavía: "Instituto Nacional de la Vivienda: Esta casa está acogida de la Ley del 15 de Julio de 1954".
Otras posteriores eran más genéricas: "Edificio construido al amparo del régimen de Viviendas de Protección Oficial". En todo caso, el texto se acompañaba de un emblema ad hoc que combinaba el yugo y las flechas —los Reyes Católicos ya eran franquistas— con el icono de una casita integrada entre ambos elementos y las siglas I.N.V.
La diferencia es que Franco, por motivos obvios, no lo hizo para ganar elecciones sino porque lo entendió necesario en la época y el control de casi todo era propio del régimen. Congeló los alquileres y promovió la vivienda "social": intervencionismo puro que paradójicamente deshizo en parte Felipe González (Miguel Boyer, 1985) al desbloquear las famosas viviendas de renta antigua. Pero es que, si bien Franco no se caracterizó precisamente por ser amigo de los liberales —los odiaba casi más que a los comunistas—, es indiscutible que no era lo mismo el mercado (y la pobreza) de una posguerra que el del siglo XXI. Que el gobierno se dedique a hacer casas hoy es alarmante.
"El movimiento liberalizador de la propiedad urbana ha de atemperarse, no sólo al ritmo determinado por las circunstancias económicas del país, sino también a las exigencias ineludibles de la justicia social, que constituyen la médula y razón de ser de nuestro régimen político".
La frase no es de Sánchez sino el primer párrafo de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964, diez años después de la Ley de Vivienda que promovió la construcción de pisos y puso la chapita del yugo y las flechas.
Así que lo mismo hay que aplicar a Sánchez su Ley de Memoria Democrática a la luz de esta inexplicable apología urbanística del franquismo. Quizá haya vaciado el Valle pensando ya en su propio túmulo. Sin cruz, por supuesto, que para entonces ya la llevará a cuestas.
Los antifranquistas de ahora —los que no arriesgaron entonces ni lo harán jamás— dicen que la Ley de Vivienda de Franco era la semilla del régimen, la propaganda que propugnaba el hogar católico… como si entonces le hiciera mucha falta el artificio actual. Pero, dando por buena la premisa, a ver cómo lo manejan ahora. ¿Haz pisos, como Franco y Sánchez? Algo le han debido de decir al presidente porque antes de hablar de su Ley hace siempre una introducción exculpatoria sobre la pandemia y la guerra… de Ucrania. Qué mal están las cosas y qué bien las arreglan los socialistas.
Spoiler de campaña: los neoliberales incumplen la ley
El triunfalismo de Sánchez, inspirado en la Ley franquista de Vivienda, le llevó a hablar en términos históricos, como cuando dijo que había salvado 400.000 vidas en la pandemia:
"Estamos cambiando el paradigma, estamos dejando atrás definitivamente la Ley del Suelo del 1998 y el modelo neoliberal que trajo especulación, que trajo corrupción y mucho dolor social (…) Con la promoción de vivienda pública vamos a cambiar el paradigma y convertir lo que hoy es un bien de lujo en un bien de primera necesidad".
Y dirigiéndose a Cuca Gamarra, dijo:
"…lo que se aprueba en estas Cortes Generales tiene que cumplirse en todos y cada uno de los territorios. Ya le puede ir diciendo a todas sus comunidades autónomas que se va a cumplir la Ley de Vivienda en todo y cada uno de los territorios de este país. Ustedes son muy dados a no cumplir con la legislación y le vuelvo a exigir a usted y a su partido que cumplan con la legislación europea y acaben con el atropello en el Parque Nacional de Doñana".
Como sé que te gusta el arroz con leche, por debajo de puerta te echo un ladrillo… ¡Toma golpe de efecto, cambio de tercio y tirabuzón carpado entre los pisoes y Doñana!
El paradigma neoliberal, la obligatoriedad de cumplir la ley y los espasmos repentinos sobre Doñana serán los ejes de campaña de Sánchez en las municipales y autonómicas, la semifinal de su presidencia. Acusará a las comunidades gobernadas por el PP de insumisas, salvo que las haya sumisas de serie, que parece que sí porque al PP le pasa como al Madrid con el Barça, que tropiezan a la vez y la ventaja no varía.
Dirá que igual que incumplen la Constitución por no renovar el CGPJ, se saltarán la Ley de Vivienda porque son unos antisistema que sólo piensan en la especulación y el enriquecimiento de unos pocos, que son ellos mismos, los neoliberales. Pero amigas y amigos —dirá después con rictus ensayado—, ¡aquí la ley se cumple! Y en ese momento es cuando a Otegui y a Rufián se les atragantará el brindis, abrazados y retorcidos de la risa en la barra de una herriko taberna.
La okupación es ya como la sedición y la malversación. O no existen o tampoco es para tanto. ¿Quién puede demostrar que es un delito? Si una familia está en riesgo de exclusión —o como quieran denominar al fenómeno para que sea más impactante— la okupación será la vía lógica consagrada por la Constitución Española, porque un presunto derecho siempre está por encima de la forma de disfrutarlo, según la jurisprudencia socialcomunista.
Si ningún miembro de una familia trabaja y los niños descalzos no están escolarizados, coincidiremos en apreciar que hay pobreza… pero si en la humilde morada ocupada ilegalmente además no para de entrar y salir gente con bolsitas en la mano, abundan los BMW abollados y cubiertos de polvo y de vez en cuando, o cada vez más, hay patadas voladoras, navajazos y alguna pistola en el cinto… pues lo que se protege es la delincuencia, no la vivienda. Si sólo vamos un día a verlo, volveremos con la imagen de los cartones, del niño descalzo, de un brasero improvisado... No hay como quedarse una semanita a vivir cerca para cambiar de opinión sobre la realidad de algunos presuntos excluidos, sobre la nueva Ley y sobre su promotor, el de los pantalones pitillo y andares de marioneta.
No hay PSOE bueno
Con todo, el PP sigue pensando en el caladero de voto socialista. Ese PSOE bueno, auténtico. Ese "otro" PSOE, el de antes. El de Guerra y González. Pero ese PSOE que Alberto Núñez Feijóo busca como si Sánchez no cuadrara en él, no existe. ¿Hay socialistas buenos? En todas partes, sobre todo votantes. Pero la tradición política del PSOE no es como para jugar con añoranzas por más que los gurús insistan en que el PP puede rascar voto socialista. Lo más probable es que lo que rasque ahí lo pierda a favor de Vox. Es de esperar que alguien esté haciendo una cuenta de resultados con este negocio del poder porque si no jamás se le borrará la sonrisa a Sánchez.
Para atraer a socialistas descontentos hay que convencerlos de su descontento: el liberalismo es bueno y permite, antes que ningún otro sistema, el progreso y la igualdad. Si se les ofrece lo mismo de lo que huyen, se quedarán en su casa o votarán por el original antes que por el mal imitador.
No es complicado que un votante socialista civilizado opte por Feijóo. Sobre todo porque seguro que primero lo va a hacer por Ayuso, si es de Madrid, o por José Luis Sanz, si es de Sevilla, o por Carlos Mazón, si es de Ximolandia...
Por enésima vez: Page, Lambán o Vara no son sanchistas y además presumen de la presunta disidencia. ¿Renuncia el PP a ganar en Castilla La Mancha, Aragón o Extremadura? Porque son socialistas. ¿Y si a Alfonso Guerra le diera finalmente por hacer campaña, por ejemplo, con Page? El PP lo ha presentado como auténtico, íntegro, casi ejemplar… Mal negocio. No hay PSOE bueno. Hay socialistas que merecen la pena, pero para que voten PP han de dejar de serlo. Y es posible.
Un dato objetivo: Sergio Gutiérrez, secretario de Organización del PSOE de Castilla La Mancha, el número dos de García Page, ha votado y aplaudido la Ley de los Pisitos. Con Bildu y ERC. Y, según parece, no es sanchista.
Ningún socialista simpático derogará la Ley de Vivienda ni cualquier otra. Han llegado a hablar de vómitos y de usos varios de la vaselina para ilustrar los apoyos que sostienen al Gobierno de Sánchez pero han votado disciplinadamente con Bildu y con ERC. Siempre. Pierdan toda esperanza de una vez por todas.
Vota PISOE, mentiras como casas
Nos espera algo previsible, como en casi todas las campañas: Vota PISOE si después de cinco años de socialismo no has encontrado casa. Salimos de una pandemia que hemos gestionado como nadie mientras otros buscaban protagonismo haciendo hospitales. Hay una guerra en Ucrania que ha provocado un desastre energético que hemos superado mejor que nadie y además el PP no deja gobernar, bloquea el CGPJ para que los derechos sociales retrocedan y convierte Doñana, tras cuarenta años de vergel socialista, en un secarral con tal de jugar al golf. Y vuelta al Falcon y a casa a descansar.
Las campañas electorales no dicen la verdad de los candidatos. Pero Sánchez suele aparecer tal cual es porque Sánchez es, todo él, pura campaña. Un Gobierno no puede dedicarse a construir casas y que además sea mentira. Es muy fácil que haya gente harta. No hay más que darles algo distinto.
