Las elecciones municipales en Barcelona pintan muy mal. Ada Colau puede alcanzar la victoria y revalidar mandato con un ínfimo 20% del voto mientras el constitucionalismo quedaría en la irrelevancia más absoluta. Las predicciones demoscópicas apuntan a que el PP sería la última fuerza política en el consistorio de la capital catalana, con entre dos y cuatro concejales. El resto de partidos constitucionalistas, Vox, Ciudadanos y Valents, no llegaría al 5% necesario para obtener representación municipal.
Ciudadanos es una fuerza en descomposición, con graves problemas internos y en fase terminal. Un sector del partido en Barcelona reniega de la actual dirección y se manifiesta en público a favor de que el partido no se presente para evitar la disgregación del voto constitucionalista. Se trata de una señal inequívoca, otra más, del lamentable estado de la formación que llegó a ser la fuerza más votada en Cataluña justo después del golpe de Estado, en las autonómicas de diciembre de 2017.
En cuanto a Valents, se trata de un partido de nuevo cuño surgido de las cenizas de la operación encabezada por el ex primer ministro francés Manuel Valls, un proyecto que salió rematadamente mal entre otras razones por la soberbia de Valls y su desprecio por las claves de la política catalana. Tras apoyar a Colau para evitar que gobernara el republicano exsocialista Ernest Maragall, Valls preparó su retorno a París. Eva Parera es la heredera de esa operación, ha mostrado capacidad de trabajo y contundencia en las críticas al independentismo. Pretende erigirse en una especie de Unión del Pueblo Navarro a la catalana, pero la opción está penalizada en los medios y en las encuestas. Como Ciudadanos, tampoco entraría en el plenario. A Vox le ocurre lo mismo. Los medios catalanes ignoran por sistema al candidato Gonzalo de Oro. Podría dar la sorpresa y conseguir representación, pero de momento los sondeos le niegan esa posibilidad. En cuanto al PP, se repite la vieja historia. Nuevos liderazgos, aproximaciones al "catalanismo", "bilingüismo cordial", "nacionalidades históricas" y un candidato, Daniel Sirera, que tendrá difícil superar los dos concejales que obtuvo su antecesor en la encomienda.
Meses antes de esta campaña se especuló con una lista unitaria en Barcelona, con una candidatura conjunta de PP, Valents y Ciudadanos. Con Vox no se contaba porque se entendía en aquel momento que el partido de Abascal y Garriga, primera fuerza constitucionalista en el parlamento autonómico, no tendría problemas para irrumpir en el Ayuntamiento de Barcelona. Las percepciones han cambiado. Los otros tres partidos no separatistas no fueron capaces de llegar a un entendimiento. Ahora se pelean todos contra todos a la búsqueda de un exiguo 5% del voto que les permita obtener representación municipal en Barcelona. La situación del constitucionalismo en Cataluña es nefasta y las elecciones locales pueden ser letales para algunas de estas fuerzas. Los que sobrevivan a estos comicios deberían pensar en estrategias unitarias porque no se trata de sus siglas, sino de España y la Constitución en la región.

