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Prohibido hablar español y listas asesinas

Tal vez por eso, porque en Francia se respeta Francia, a nadie se le ocurre dudar de la vigencia de la democracia en ese país.

Tal vez por eso, porque en Francia se respeta Francia, a nadie se le ocurre dudar de la vigencia de la democracia en ese país.
Europa Press

Hace justo una semana un tribunal de Montpellier anuló los reglamentos lingüísticos para las sesiones plenarias de cinco municipios del departamento de los Pirineos Orientales (Port Vendres, Tarerach, Elna, Amélie-les-Bains-Palalda y Saint André) que priorizaban el idioma catalán y preveían la traducción al francés de las intervenciones de alcaldes y ediles. En Francia se le da una cierta importancia al idioma, por lo que la decisión judicial estaba cantada. Los ediles deben hablar primero en francés y luego ya si eso se traduce al catalán o a la lengua que sea menester. El argumento es inapelable. El francés es el idioma oficial de Francia y no se puede poner en duda su primacía, ese carácter de oficial.

En España también es oficial el idioma español, pero eso no significa nada, es papel mojado. Aquí, con suerte se traduce al castellano en aquellas comunidades autónomas donde también es oficial una lengua regional. El español es despreciado y demonizado en los sistemas educativos de Cataluña, el País Vasco, Galicia, Baleares, Valencia y hasta Navarra. En las oposiciones públicas suma puntos la incompetencia en materia de lengua española mientras que la difusión de las lenguas mal llamadas "propias" engulle miles de millones de euros y machaca los derechos sociales, culturales, políticos, económicos y administrativos de millones de personas.

El contraste entre España y Francia es muy cruel. Allí se impide el más mínimo menoscabo de la lengua francesa en los actos públicos. Sin contemplaciones. Primero en francés. Punto. Aquí se emiten sentencias que fijan un 25% de enseñanza de español en la educación obligatoria en Cataluña y tanto el gobierno regional como el Gobierno se ciscan en la sentencia y redoblan sus esfuerzos para convertir la lengua española en una excrecencia. Lleva ocurriendo más de cuatro décadas en Cataluña y está cobrando gran auge en las demás regiones bilingües. En España le pueden negar a una familia el derecho de sus hijos a aprender el español y en español y le pueden poner una multa a un comerciante por rotular su negocio en español o por atender en español a un cliente catalanohablante. Cosas así son impensables en Francia.

Tal vez por eso, porque en Francia se respeta Francia, a nadie se le ocurre dudar de la vigencia de la democracia en ese país. A nadie, salvo a Puigdemont, que se queja de que Francia también le oprime como catalán. Como es obvio, nadie le toma en serio cuando señala a la república francesa, pero sus ataques contra España sí que tienen un cierto predicamento internacional por esa cosa de la Leyenda Negra. Cuestión de mala prensa, aunque es cierto que en nuestro país se pueden presentar para alcalde asesinos terroristas confesos y golpistas orgullosos de su condición. Y eso no ocurre en ninguna democracia. Lo del español en ciertas partes de España tampoco pasa en ningún otro lado.

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