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Santiago Navajas

El terrorista queer

¿Quiénes somos para cuestionar su deseo de ser un honorable guerrillero en lugar de un vulgar terrorista con ínfulas mesiánicas?

¿Quiénes somos para cuestionar su deseo de ser un honorable guerrillero en lugar de un vulgar terrorista con ínfulas mesiánicas?
Arnaldo Otegi en una imagen de archivo. | Flickr/CC/GureEsku

Se ha desatado una pequeña tormenta electoral porque la banda Bildu ha presentado varios candidatos vinculados a ETA, incluso con crímenes de sangre en sus manos. Una tormenta en un vaso de agua. La izquierda, de Sánchez a Évole, seguirá blanqueando a sus colegas "abertzales". E. M. Forster decía que "si tuviera que escoger entre traicionar a mi país o traicionar a mis amigos, espero tener el valor de traicionar a mi país". No cabe duda de que Sánchez está de acuerdo con Forster y entre traicionar a sus amigos de la extrema izquierda filoterrorista y traicionar a su país, ha decidido traicionar a España, para lo que no ha debido recabar valor, sino seguir su acostumbrada falta de escrúpulos y sobredosis de narcisismo.

Hay quien se sorprende de la complicidad de la izquierda con los filoterroristas, incluso con varios asesinados socialistas por parte de ETA. Pero ya hace 20 años la izquierda se mostraba equidistante entre ETA y el PP. Los etarras eran chicos malos pero porque se habían descarriado del verdadero socialismo. "Las derechas" eran, por el contrario, genéticamente malvadas. Hoy, la izquierda acoge a sus "malos chicos" con los brazos abiertos.

Permítanme explicarles la razón de fondo de la simpatía socialista por el diablo terrorista. El actual paradigma filosófico dominante en la izquierda nos dice que no hay hechos puros y duros, mucho menos referencias objetivas. No es a Aristóteles al que leen, sino a émulos de Humpty Dumpty, el huevo parlanchín y sofista de Alicia en el País de las Maravillas. Una breve recopilación del santoral ideológico en el imaginario colectivo de las tribus izquierdistas.

El filósofo francés Derrida es uno de los padres de la posmodernidad. Defendía que la significación de un texto no tiene nada que ver con las cosas representadas, sino con la diferencia entre las palabras empleadas. ¿Otegi, terrorista o Otegi, héroe de la patria vasca? Para Derrida no importa lo más mínimo los muertos (¿asesinados, ejecutados, ajusticiados?), sino cómo relacionamos las palabras en un texto. Y no va a ser lo mismo un relato en un periódico "abertzale" que en otro "españolista". Lo que importa precisamente es el relato, la narración, la calidad de las metáforas, la riqueza gramatical, el ingenio de los retruécanos. La retórica se ha impuesto a la ontología y el relativismo a la virtud. ¿Qué más da que el gato sea negro o blanco si caza ratones? nos explicaba Felipe González, flipando con la sabiduría popular china al volver de un viaje a la China maoísta-comunista. Si González tuvo su GAL, Sánchez cree que puede tener su Bildu.

Otros filósofos franceses, por supuesto enemigos del capitalismo y de esa costumbre pequeño burguesa de las oposiciones binarias (hombre/mujer, capitalismo/socialismo, inteligencia humana/inteligencia artificial), Deleuze y Guattari, defendían que todos somos a la vez hombres y mujeres, capitalistas y socialistas, humanos y artificiales… La cuestión no sería ya ser o no ser, como quería Hamlet, sino cómo devenir entre el ser de un día y el no ser del siguiente. Recuerden el surrealista momento en el que Carmen Calvo dijo que "el presidente del Gobierno nunca ha dicho que haya un delito de rebelión en Cataluña" y un periodista le recordó que Sánchez dijo que sí existía el pasado mayo, a lo que la vicepresidenta contestó que "por entonces no era presidente del Gobierno". Todos estamos fluyendo entre identidades líquidas que nos hacen ser buenos y malos, terroristas y santos, heteros y gays… y el que se crea que tiene una identidad sólida (digamos hombre-heterosexual-madridista-ateo) es que no es más que un ultraboomer que lee a J. K. Rowling, la novelista que insiste contra viento y censura que solo hay dos sexos y que seguro que Harry Potter no es un chico trans.

El último eslabón filosófico que nos lleva a Zapatero y Sánchez como presidentes posmodernos es la ensayista norteamericana Judith Butler, representante de la filosofía queer, que defiende que uno es como se siente. Si usted se siente ornitorrinco, discapacitado, africano y bisexual, ¿quién soy yo para cuestionarlo aunque no haya un solo dato objetivo que lo corrobore?, ¿acaso tengo un acceso privilegiado a sus emociones y experiencias vitales? Una vez que los sentimientos han sustituido a la razón e incluso a la voluntad, ¿qué nos queda? preguntarle a Otegi y cía. si se sienten terroristas, guerrilleros, gudaris, mártires y/o representantes legítimos del pueblo vasco.

Quizás somos demasiado duros con Otegi y sus chicos homenajeados en sus pueblos vascos y navarros. En la reciente visita del presidente de Colombia los medios insistían en denominarlo "exguerrillero" en lugar de "exterrorista". No solo fue celebrado con honores de Estado y aplaudido en el Congreso (salvo VOX), sino que el Ejecutivo socialista le ha otorgado el Collar de la Orden de Isabel la Católica, a pesar de que reiteradamente Petro ha criticado a España y el presunto yugo español en América. Pero si el mandatario colombiano se siente heredero de Martin Luther King y Jefferson en lugar de Charles Manson y Cantinflas como parece, ¿quiénes somos nosotros para cuestionar su deseo de ser un honorable guerrillero como El Empecinado en lugar de, como nos muestra la evidencia, un vulgar terrorista con ínfulas mesiánicas?

El terrorista asesino de socialistas como José Luis López de Lacalle puede ser mañana lehendakari gracias a los votos de un socialista como Patxi López. Dada la altura ética y el compromiso político del pueblo vasco con la democracia ("a la vasca", con muchos estrellados, no precisamente Michelín), mi única duda es si llegará antes un terrorista a lehendakari o la amnistía total para los delincuentes políticos encarcelados y los no juzgados.

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