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La gerontocracia procesista

Trias, con absoluta seguridad, sería ahora mismo el nuevo alcalde de Barcelona si él y Maragall no hubiesen metido la pata hasta el fondo.

Trias, con absoluta seguridad, sería ahora mismo el nuevo alcalde de Barcelona si él y Maragall no hubiesen metido la pata hasta el fondo.
Xavier Trías (JxCat) y Ernest Maragall (ERC) poco antes del comienzo del pleno de constitución del Ayuntamiento de Barcelona | EFE

Ese asombroso error garrafal de principiantes que acaba de cometer la gerontocracia procesista de Barcelona demuestra que, llegadas ciertas edades, lo mejor es apartarse a un lado para disfrutar de los nietos. Porque Trias, y con absoluta seguridad, sería ahora mismo el nuevo alcalde de Barcelona si él y Maragall no hubiesen metido la pata hasta el fondo, y del modo más absurdo, en el último minuto. Trias lo tenía todo a su favor. Había hecho una campaña muy inteligente que logró disociar por completo la percepción pública de su candidatura del partido de Puigdemont, presentándola como una opción llena de sentido común y ajena al independentismo.

La candidatura de Trias estaba muy pensada para atraer no sólo al público habitual de Junts per Catalunya, esas amplias clases medias autóctonas que compatibilizan sin problemas su fondo tradicional y conservador con el radicalismo nacionalista, sino también a la derecha sociológica españolista, un segmento nada desdeñable de electores que sentía el mismo rechazo visceral que ellos contra lo que representaba Colau y el colauismo. En Barcelona era tan complicado parar a los separatistas porque todos sabíamos, y en ese todos hay que incluir también a Sirera y Alejandro Fernández, que los votantes del Partido Popular deseaban que fuese alcalde Trias.

Eso era lo difícil de gestionar. Y de ahí las dudas hamletianas de Feijóo sobre la postura final a adoptar. Pero cuando ya lo habían hecho todo bien, a Trias y a Maragall se les ocurrió estropearlo con el anuncio, veinticuatro horas antes del pleno, de que tenían firmada una alianza para gobernar juntos. Y es que al votante ingenuo del PP lo podía engañar Trias, pero la Esquerra no. Hay que andar muy falto de reflejos políticos cuando dependes de una abstención del PP y se te ocurre meter a los de Junqueras en la ecuación. Y otro tanto cabe decir de Maragall. ¿Cómo se le pudo pasar por la cabeza que los comunes se iban a quedar cruzados de brazos si ERC voceaba a los cuatro vientos un apasionado noviazgo formal con Trias para los próximos cuatro años? Lo dicho, a disfrutar de los nietos.

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