
Ni paraíso, que es lo mismo. Ya saben, lo esbozaron Marx y Engels aunque no lo dijeron expresamente, que yo sepa. Pero se les entendió así y no lo desmintieron. Por ello, mi admirado filósofo Carlos Díaz puede referirse al "paraíso comunista" –hoy social-comunista—, en su Breve Historia de la Filosofía. Lo más próximo que he encontrado a esa expresión en los gurús del siglo XIX es la que sigue: "La espera de una inmediata revolución social, catástrofe milagrosamente creadora, se substituye a la del juicio final en que cada cristiano recibirá su castigo o su premio, y la sociedad futura ocupa en los corazones el lugar del paraíso". Esto es, el paraíso marxista estaba delante y no detrás, como el de la Historia Sagrada.
Y en ese punto es donde nos encontramos con las tetas. Porque, señoras y señores, ¿cómo iba a haber sostenes, corpiños o sujetadores en el Jardín del Edén o para qué iba a haberlos, si Adán desconocía el poder seductor de la delantera de Eva y ésta no tenía ni idea del poder, superior al de dos carretas, que tenía su tetamen? No podían saberlo porque aún no habían comido del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, despreciando al otro árbol, el de la Vida eterna, también presente en el divino vergel. ¿Que por qué? Por favor, una vida eterna sin libertad debe ser un infierno. Por eso, nuestros primeros padres decidieron bien. Tuvo sus costes, pero acertaron.
Desde pequeños hemos visto tetas. No sólo la de nuestras madres, que es natural si es que hay hermanas o hermanos pequeños, sino también las de algunas primas, de titas cercanas, de algunas vecinas, luego el de las amigas —¿han jugado a las prendas?—, de las novias, de las esposas… No seguiré para no enredarme lascivamente en el argumento, pero hasta en las Iglesias. ¡Qué digo! Sobre todo en las Iglesias, las catedrales, los conventos, los monasterios. Hasta en el Vaticano. Es natural, ¿cómo si no iban a representar a la madre Eva los pintores y escultores? ¿Con cruzado mágico o con un wonderbra o un ultrafino de seda? Desde la llegada del cine y de Internet, ya tuvimos y tenemos tetas hasta en la sopa. Y playas enteras y piscinas donde las bubbies, locales o turísticas, brillan ahora por su afluencia.
Por eso no acaba de encajarme intelectualmente eso de que enseñar las tetas en 2023 sea una lucha titánica contra el puritanismo reaccionario de la derecha y por la defensa del feminismo imperial. Con esto del calor africano, podría tener cierto sentido, no ideológico, claro, sino terapéutico y medicinal, el quitarse la camisa, la camisita que tengo, o mejor, que tienen, y dejar que el aire mínimo se dé un garbeo por los senos de Úbeda. Pero, coño, si estuviésemos en un invierno polar, a menos 5 grados bajo cero, no lo veo tan reconfortante. De hecho, en toda mi vida he visto en un mes de enero a ninguna doncella (o no) por la calle con las domingas a la intemperie.
Además, claro es, están los usos y costumbres. Taparse las partes pudendas está en los albores de las civilizaciones desde que el mundo es mundo. No sólo se evitan así los malentendidos y bichos, que podrían ser muchos y muy graves, sino que se desarrolla la confección y la cosa estética, por ejemplo. A lo largo de los siglos, las modas han cambiado mucho. Recuerdo unas infantas de Portugal que en el siglo XV se exhibieron en minifaldas en la corte de Isabel, luego la Católica. Pero lo de ir en bolas, de arriba o abajo o de ambas latitudes a la vez, salvo en los homínidos de Atapuerca y algunos posteriores, no ha triunfado.
Fue entonces cuando me iluminaron algunos tuits y mensajes. Que no, que no. Que se trataba de que la cantante Rocío Saiz enseñó las tetas en un concierto y un policía le dijo que se las cubriera por eso de la Ley de seguridad ciudadana, artículo 37, 5 o algo así. Vale que el policía fuera más que mojigato –pobre, la que le va a caer (si no es de izquierdas) y alguien no lo defiende de la Fiscalía oficial y de la paralela—, porque la destapada lo lleva haciendo años, con menos mala baba que Rita, la de "arderéis como en el 36", aunque siempre sedienta de incidentes. Pero me caí del guindo al fin. Es que ha sido en Murcia, tierra ahora de PP y de Vox. Y entonces dijo la periodista Barceló: "La ola reaccionaria ya está aquí" y su secundario Francino: "O ponemos pie en pared o nos arrollan", y lo repicó Pablo Iglesias el breve, y el director de orquesta, Pedro Sánchez, en "20 días hemos retrocedido 20 años". Libertad, libertad. Con ira. Qué partitura tan armónica, justo cuando PP-Vox se enzarzan en idioteces. Hace bien poco, cuando los de PSOE-Podemos-Bildu, que está en los gobiernos, eran los pactantes, el silencio era oro y no sonaba ni un treno fúnebre. Ni salían las tetas.
Puestos a tener esa libertad sapiens sapiens de ir en pelota picada si queremos y donde queramos, propongo que Yolanda Díaz, Nadia Calviño y demás mártires del reaccionarismo sean del partido que sean, María Guardiola, verbigracia, y no se me olviden Irene Montero, ni su Pam ni su Pum-Ione vayan despechugadas a los próximos debates televisados, al consejo de ministros o a los Parlamentos, a los mítines y a las reuniones europeas. Y por igualdad de "género", que hagan lo mismo los machos, alfa u omega, de todos los partidos. Desde Sánchez a Feijóo, pasando por Abascal. Camisas fuera. Libertad de debate y en los debates. Y en horario infantil, qué puñetas.
Poco a poco iremos llegando al Paraíso, no al del futuro, sino al del pasado ultraneolítico. Porque en el edén comunista, ruso, cubano u otros, si eres homosexual, o lesbiana, o si profesas otras variedades de inclinación sexual o te pasas mostrando encantos o escandalizando según sus normas y costumbres vigentes, puedes acabar regular de salud o sin toda ella. Pero ya tenemos las tetas en la campaña electoral porque, de no haberlas, ¿de qué vamos hablar? ¿Del PIB? ¿De los precios? ¿De la sequía? ¿De la gestión de la deuda? ¿Del campo? ¿De los autónomos?¿De las mentiras del Covid y de tanto experto? ¿Del paro real? ¿De las víctimas de ETA, del 11-M y otras?
No, no. Sin tetas no hay paraíso (ni Pedro Sánchez).
