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Javier Somalo

El Avispero y las líneas rojas

De las líneas de Sánchez no habla nadie. Y esas sí que son rojas. Menos miedo, que hay muchas mentiras que descubrir y mucha memoria por rescatar.

De las líneas de Sánchez no habla nadie. Y esas sí que son rojas. Menos miedo, que hay muchas mentiras que descubrir y mucha memoria por rescatar.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. | Europa Press

Fue el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, el que instaló un reclinatorio para Arnaldo Otegi por las muchas vidas que, según dijo, salvó en España en contra de los "patriotas de pulsera". Ahora es su jefe, el presidente Sánchez, el que no sabe ya qué pose adoptar para que se le vea la pulserita arcoriris. Y un lazo en la pechera, sin solapa, por si las cámaras no captaran bien los escorzos de muñeca.

Sánchez, que por sí mismo vale poco, siempre necesita envolverse en alguna bandera ajena. Lo hizo con la de España —ajena porque a él le da lo mismo—, gigantesca sobre una pantalla. La de Colón, tan insultada, era como un pin al lado de la que usó Sánchez para proclamarse candidato a presidente allá por 2015. España, España… Y luego vino aquello de que con Bildu jamás y que Torra era xenófobo y lo de Pablo Iglesias y la falta de sueño… Sánchez es la mentira, como bien admitió por falta de reflejos, pero no es de mentira y sigue pergeñando formas de no salir.

Ahora, como toca Orgullo de calendario se ata una pulsera y se aprovecha de la calle y de la patraña izquierdista. El que sale con el arco iris es como si llevara el puño y la rosa y eso vale mucho cuando quedan pocos días para unas elecciones generales. Uy, como salga Feijóo, con su americana y su camisa, provocando. El socio del montaraz barbudo, trumpistas todos, dispuestos al asalto capitolino.

Además, ahora hay que salir en todas partes, hasta en programas de entretenimiento que dejan de serlo. Y allí uno no puede decir lo que quiera sino lo que toque con vistas a lo que viene. Y entonces salen a relucir los "derechos sagrados" LGTBI y esos "pasos atrás" que presumiblemente sólo daría la derecha.

Así, tan pegados a la audiencia, al "aquí y ahora", a lo efímero, perdemos la memoria. Y sólo con un poco de memoria podrían callarse muchas bocas.

Nadie quiere recordar al Che Guevara y a Fidel Castro. Hagámoslo una vez más. Fidel Castro, a Lee Lockwood para el libro Castro’s Cuba (1965):

"Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta que nos permita considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero comunista. Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista".

Si nos repetimos más que el ajo es porque Los Otros se dedican a borrar o a desmentir sin haber leído jamás. Sirva la memoria de verdad como agradecimiento al eterno Carlos Alberto Montaner que, además de valiente y brillante en todo, fue siempre cercano y buena persona. Él también nos habló de la homosexualidad en Cuba recordando a su amigo Reinaldo Arenas y a todos aquellos que se vieron "obligados a esconder sus preferencias sexuales por la presión del Estado". Dice Carlos Alberto:

"Desde el año 1959, poco después de iniciada la revolución, Cuba fue el único país de occidente que creó campos especiales de trabajos forzados para reeducar a los homosexuales y reorientarlos sexualmente mediante el trabajo intenso".

Eran los campos de la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP). Ahí fue donde el Che Guevara, niño pijo nacido en Argentina, pensó que el trabajo haría hombres a los homosexuales adaptando el lema nazi (Arbeit Macht Frei, El trabajo os hará libres) que recibía a los judíos en los campos de exterminio. Lo del castrismo no era un capricho: ahí está la famosa "Ley de ostentación homosexual" que el queridísimo comandante Castro, admirado por nuestra izquierda, aplicó durante muchos años. Pero es aquí y ahora donde la derecha debe explicar no sé qué.

Por cierto, Carlos Alberto Montaner pronunció esta conferencia en Madrid, en febrero de 2012, en un acto sobre la represión en Cuba organizado por COLEGAS (Confederación Española de Asociaciones de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) en el que estuvo también como ponente Esperanza Aguirre. Nadie decía por entonces "niños, niñas y niñes".

Otro referente de la izquierda, Evo Morales, en abril de 2010, quiso alertar sobre el perverso efecto que causan algunos inventos capitalistas, como la Coca Cola o los transgénicos que podrían acabar con el hambre donde la hay. Sin ir más lejos, el pollo de granja que no sea criollo:

"Está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres".

Una vez más, por favor: "desviaciones en su ser como hombres". Poco más se puede añadir.

Las líneas rojas y los programas de televisión obligan a hablar de unos "derechos sagrados", que son los LGTBI. Los derechos fundamentales están por encima de cualquier desarrollo oportunista posterior. Si nadie puede ser discriminado "por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social" (art.14 de la Constitución española), no hay conquista alguna al especificar los "derechos LGTBI". No hay derechos distintos ni especiales para las personas por razón de su condición sexual. Los derechos nos protegen igual a todos. Otra cosa es perseguir que se apliquen, asunto en el que la izquierda española puede dar pocas lecciones si miramos lo que han hecho con la Constitución.

¿Feminismo?

Nadie quiere recordar tampoco a Beatriz Talegón y aquella famosa cabalgada de contradicciones de Él, del único, el azotador, el colocador de amigas, el bolivariano-cinzano: Pablo Iglesias. Sucedió en Hispan TV, la tele iraní en la que "coleta morada", Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero montaron Fort Apache, el origen audiovisual de muchos de los desastres que ahora padecemos. En una ocasión acudió como invitada Beatriz Talegón, por aquel entonces militante de Izquierda Socialista. Pero su atuendo no era el apropiado: algo de escote y brazos al aire…

"Tía, pues aquí te tienes que tapar porque lo exige el patrocinador, la tele de Irán".

Parece que finalmente pudo seguir sin modificar su vestimenta, pero la polémica del "patrocinador" —el que paga— trascendió y obligó al Amado Líder a explicarse:

"Las mujeres que trabajan en Hispan, que presentan programas, tienen que aparecer con un pañuelo que les rodea la cabeza. ¿A mí me gusta eso? No, no me gusta, no me gusta. ¿Eso es un motivo por el cual yo podría permitirme decir: 'Ah, ¿pues entonces no trabajamos en esta cadena'. No, creo que es más efectivo lo que estamos haciendo".

Pablo es como Pedro: no miente, cambia de opinión o ve la parte práctica del negocio político. Por cierto, ¿Irán he dicho? Ah, sí. Es ahí donde cuelgan de grúas a los homosexuales y a cualquiera que no considere héroes a sus ayatolas. Da lo mismo que sea adulterio, chantaje, violación u homosexualidad, lo importante es que los cuerpos cuelguen bien alto para garantizar la difusión del escarmiento. Será otra contradicción que habrá que cabalgar. Y será la derecha la que tenga, inexplicablemente, que explicarse. Son, ya se sabe, las líneas rojas.

Parece que tampoco se quiere recordar a Esperanza Aguirre (primera mujer presidenta del Senado, primera mujer en presidir la Comunidad de Madrid), Luisa Fernanda Rudi (primera mujer presidenta del Congreso de los Diputados), Loyola de Palacio (primera mujer que llega a la vicepresidencia de la UE, primera mujer ministra de Agricultura y fundadora de las Nuevas Generaciones de Alianza Popular en 1977), Ana Palacio (primera mujer que ocupa la cartera de Exteriores), Ana Botella (primera mujer alcaldesa de Madrid y afiliada a AP desde 1979, casi a la vez que Aznar), Margarita Mariscal de Gante (primera mujer ministra de Justicia) o a Soledad Becerril, con la UCD, primera mujer ministra de la democracia en 1981 y, ya con el PP, primera mujer Defensora del Pueblo, además de primera mujer alcaldesa de Sevilla.

Me olvidaré de muchas otras mujeres pioneras del centro derecha español que tuvieron y ejercieron el poder antes de que nacieran las falsas empoderadas del género que inventan fobias —en España, nunca en Irán o en Cuba— para poder mandar sin tener que explicar que no saben nada.

El Avispero electoral

La política y el espectáculo audiovisual siempre han estado cerca. No es malo si se guardan las distancias y se mantiene —unos y otros— la dignidad. El problema es que un presidente del Gobierno deje de ofrecer ruedas de prensa, desprecie a los periodistas que no lo merezcan y al ciudadano pero luego quiera ir a charlar con La Pija y la Quinqui, un podcast de TikTok seguido por jóvenes que escucharán a Sánchez con atención aproximadamente unos cuatro segundos.

El paso por El Hormiguero —avispero en época electoral— parece que es ya preceptivo, a punto de contemplarse en la Ley Electoral junto a un reglamento sobre lonas colgantes, la consabida ley del silencio de encuestas, la jornada de censura y, por supuesto, las líneas rojas básicas de toda campaña que se precie: lgtbifobia y machismo, siempre que se consideren pecados de Vox que contagiarán a Feijóo.

Pero de las líneas de Sánchez no habla nadie. Y esas sí que son rojas. Menos miedo, que hay muchas mentiras que descubrir y mucha memoria por rescatar.

Para Vacaciones y Votaciones no deje de informarse aquí:

Descanse en paz el irrepetible Carlos Alberto Montaner, que todavía nos dará muchos consejos de cómo luchar contra los que pretenden colectivizar al individuo.

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