
Leer los programas electorales de Sumar y PSOE en relación a la educación infunde tanto pavor como tristeza. Pavor porque confunden intencionadamente la educación con el adoctrinamiento. Tristeza porque condenarían a varias generaciones de jóvenes a la inanidad intelectual, el resentimiento de clase y sexo, así como la incapacitación profesional. Lo que caracteriza a la izquierda pedagógica es el odio a la excelencia. La igualdad que pretenden es la de la mediocridad, la que iguala por debajo tanto en conocimientos como en actitud vital. Por ello pretenden prohibir los bachilleratos de excelencia e internacionales. El PSOE sí menciona la excelencia en su programa electoral, pero también reivindica la veracidad. Que el partido liderado por un presidente de tesis doctoral de chichinabo, y que a sus mentiras las denomina "cambio de opinión", reivindique la excelencia y la veracidad es como si el Manchester City de los petrodólares reivindicase la austeridad y el FC Barcelona de Negreira los "valors".
Cuando hablan de "inclusividad" quieren decir homogeneización: igualdad mecánica y superficial basada en características raciales, sexuales, clase social… Odian la auténtica inclusividad: la de oportunidades para que no importe raza, clase, sexo... para alcanzar la excelencia. Para la izquierda, los hijos no pertenecen a los padres (Isabel Celaá, exministra socialista, dixit) sino al Estado. Por ello se consideran con licencia para adoctrinar usando las instituciones educativas de manera que puedan lavar el cerebro de los alumnos. Se supone que el sistema educativo está para instruir y enseñar, sin embargo para la izquierda se trata de abandonar la instrucción para "subvertir la desigualdades sociales", y en lugar de formar, deformar según la ideología de género, la memoria democrática y el conflicto social.
En lugar de una educación que sea útil y prepare para el mercado laboral y la sociedad civil, la izquierda pedagógica pretende con el adoctrinamiento de la identidad personal y comunitaria, según marca la agenda transgenderista y socialista, una masa crítica de zombis acríticos pero muy ruidosos y funeadores, para que el día de mañana trasladen a la calle lo que le han inoculado en las aulas. Odian al individualismo tanto como adoran el colectivismo porque prefieren el borreguismo y la conformidad a la personalidad y el disenso.
Por ello pretenden que en lugar de profesores haya "agentes de transformación cultural". Para que la labor docente no tenga prestigio y pueda ser pasto de mediocres y comisarios políticos. De ahí que pretendan un cuerpo único de docentes desde infantil hasta secundaria y bachillerato. Hace lustros que no hay ninguna convocatoria para catedráticos de instituto, una especie en extinción debido a ese odio de los mediocres hacia los excelentes. Ahora lo que plantea la izquierda es la eliminación de los profesores especialistas con un curriculum de alto nivel académico. Al fin y al cabo, ¿para qué profesores extraordinarios para alumnos condenados a una instrucción ordinaria?, ¿para qué docentes excelentes que puedan formar a las nuevas generaciones de modo que no se dejen manipular por aquellos que tratan de colar las mentiras como si fuesen meros e inocentes "cambios de opinión"?
En paralelo con la bajada de nivel académico del profesorado de secundaria y bachillerato, el siguiente paso de la izquierda pedagógica en lucha contra el conocimiento y la excelencia, esos dos vicios de la burguesía según los ideólogos de la eliminación de los deberes y las calificaciones, sería el control ideológico de los centros educativos y de los profesores por parte de la "comunidad escolar", es decir, grupos de alumnos y padres fuertemente ideologizados que perseguirían a los profesores si se apartan de los dogmas políticamente correctos del feminismo de izquierdas, el historicismo de la memoria democrática y el lysenkeísmo de los grupos trans. Organizados muchos de ellos como sectas destructivas que hacen que en pleno siglo XXI en España haya profesores que tengan que ser acompañados por guardias de seguridad porque son amenazados en presentaciones de libros y lecciones magistrales, eliminando la libertad de cátedra y convirtiendo los centros escolares en chekas pedagógicas.
En el documento de Sumar no se menciona ni una sola vez la verdad, el que debería ser el valor fundamental de un sistema educativo no corrompido por la ideología, pero sí justicia social, transformación social, cohesión social y cualquier otro concepto al que se le pueda añadir la coletilla de "social", la gran obsesión de la izquierda pedagógica, capaz de sacrificar la verdad, la objetividad y la reflexión crítica en aras de la justicia social, la transformación social y el adoctrinamiento social. Lo social convertido en comodín del intervencionismo, el prohibicionismo y al autoritarismo.
Educamos (...) para responder a una agenda social ante los nuevos retos de la humanidad: la globalización neoliberal, la degradación medioambiental, las dificultades económicas y financieras, la injusticia social, el auge del neofascismo, la mejora de la democracia, la extensión de discursos racistas o contrarios a los derechos de las mujeres.
Más que expedir un título académico, lo que conseguirían los alumnos con la izquierda pedagógica sería un carné de afiliación al PSOE o una estampita con el rostro de Yolanda Díaz, al estilo de las papeleras electorales de Podemos, Unidas Podemos o cómo se llame ahora la suma de los infinitos partidos de extrema izquierda, ultraizquierda e izquierda estrambótica que existen en España.
De ahí también que pretendan acabar con la red de centros privados y privados concertados. Todos ellos cumplen una inestimable función pública, de escolarización en general y de diversidad en particular. Pero, como decía, la izquierda pedagógica detesta que haya modelos educativos diferentes al suyo igualitario y mediocre, teme la competencia, dado que pretenden convertir la educación en un suceso hegemónico.
Es el resentimiento del fracasado vital que achaca su miseria existencial a la "sociedad", el "sistema"... por ello no le interesa que los vulnerables tengan los medios para llegar a la élite, sino que trata de rebajar a la élite, a la que culpa de su frustración, a su nivel.
Uno de los grandes fallos del sistema público español es precisamente ese: la tropa de mediocres que no quieren estímulos y marcos para los estudiantes que quieren alcanzar la excelencia. Solo los ricos con recursos pueden escapar de esa trampa de resentimiento pedagógico. Uno de los desafíos de los profesores que realmente se preocupan por sus alumnos es prestar la atención debida a los alumnos que pretenden la excelencia. Lo que supone echar más horas no retribuidas y evitar el radar de padres-pañal y profesores-igualitarios (la tropa inclusiva).
