Son muchos y muy variados los retos a los que se enfrenta el próximo Gobierno tras las elecciones del 23-J si, finalmente, tal y como apuntan todas las encuestas, se produce el esperado vuelco electoral para posibilitar la Presidencia de Alberto Núñez Feijóo. Pero uno de los más importantes será, sin duda, el económico.
El Gobierno de Sánchez y sus aliados han dejado la economía española hecha un erial. Y no, la razón, en este caso, no deriva del estallido de una crisis financiera internacional, con origen en EEUU, como la que tuvo lugar en 2007 y 2008. Ni siquiera la pandemia del coronavirus o la invasión de Ucrania por parte de Rusia explican la vulnerable y delicada situación que atraviesa la economía española, dado que la mayoría de países ricos han salido indemnes e incluso fortalecidos de esos acontecimientos impredecibles.
No. Los culpables de la mala situación de la economía española no son factores exógenos ni sobrevenidos, sino que responden a nombres y apellidos muy concretos: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Yolanda Díaz y el resto de sus socios separatistas. En definitiva, un Gobierno, el más radical y peligroso de la reciente historia democrática de España, cuyas políticas a nivel económico y fiscal tan sólo han generado empobrecimiento y precariedad.
Los datos confirman este triste y dramático diagnóstico. España es el país que más tarde y peor se ha recuperado de la dura recesión global que trajo consigo el coronavirus en 2020; es el país con la tasa de paro más alta de Europa y la OCDE; con la mayor pérdida de poder adquisitivo; el mayor incremento del gasto y la deuda; el mayor aumento de la presión fiscal; o la productividad más baja.
Pero si algo evidencia el retroceso sufrido en estos cuatro oscuros años de sociocomunismo es la enorme pérdida de libertad económica y competitividad fiscal. España ocupa hoy un vergonzoso puesto 47 en el Índice de Libertad Económica que elabora la Fundación Heritage y un pésimo puesto 34, de un total de 38 países analizados, en materia de competitividad fiscal.
Ambos indicadores se traducen en menor creación de riqueza y empleo, razón por la cual España, siendo la cuarta economía más grande de Europa, no deja de perder posiciones en la clasificación de PIB per cápita frente al resto de socios comunitarios. España ya se encuentra a mitad de la tabla y bajando.
El reto para el futuro gobierno, por tanto, es enorme. Feijóo tiene que revertir el sanchismo económico. Más que revertir, demoler desde sus cimientos, empezando por la nefasta y confiscatoria política fiscal de PSOE y Podemos. Debería bajar drásticamente los impuestos con rebajas sustanciales y generalizadas sobre la renta, sociedades, patrimonio y cotizaciones sociales. Y, al mismo tiempo, llevar a cabo una seria y profunda reestructuración del gasto público para garantizar el imprescindible y sano equilibrio presupuestario. Si algo sobra en España es sector público en el que recortar sin necesidad de tocar servicios básicos, tras el dantesco espectáculo de despilfarro y clientelismo político que han protagonizado Sánchez y sus socios.
La segunda gran tarea a abordar consiste en liberalizar, pero de verdad, el mercado laboral para eliminar el paro. Y eso no sólo exige derogar la contrarreforma laboral de Yolanda Díaz, sino apostar firmemente por la flexibilidad, permitiendo que empresas y trabajadores negocien libremente sus condiciones sin cortapisas de ningún tipo, junto con una reforma estructural y valiente de las políticas activas de empleo para que todo aquel que pueda trabajar trabaje en lugar de vivir de prestaciones a costa del resto de contribuyentes.
En tercer lugar, es imprescindible que España ponga en marcha una intensa eliminación de trabas y regulaciones, cuyo único cometido es entorpecer la labor de autónomos y empresarios. Es decir, más libertad económica. Y todo ello sin olvidar que es necesario restablecer cuanto antes un marco sólido de seguridad jurídica y reglas claras para poder impulsar la inversión y el emprendimiento.
Si Feijóo quiere, de verdad, derogar el sanchismo, la tarea que tiene por delante en materia económica y presupuestaria debería ser la principal de sus prioridades desde el inicio hasta el final de la legislatura. Aplicar una especie de gradualismo, a imagen y semejanza de lo que hizo Macri en Argentina, sería un grave error y no va a funcionar. España necesita una verdadera y rigurosa terapia de choque para superar esta funesta etapa socialista.

