
Hay un amplio consenso en torno a la idea de que el aglutinante del voto que ha salvado a Sánchez de un desahucio exprés fue una suerte de miedo cerval a la extrema derecha o directamente al fascismo. Esto, de ser así, es asombroso. Lo es porque no hay ninguna amenaza fascista en España y lo es también porque al fascismo, si de fascismo hablamos con algún rigor, no se le ha parado nunca en las urnas, como sabe o debería saber todo el mundo.
El Partido Popular es un partido liberal-conservador como otros de su especie en la Unión Europea, y por más que se empeñen los socialistas, ésa y no otra es su filiación. La extrema derecha, como aquella que hubo en los años de la Transición, y daría lugar a grupos violentos, desapareció y ni está ni se la espera. Vox, la oveja negra señalada, es una derecha a la que se le adjuntan los descalificativos habituales —extrema, radical, populista, iliberal, adjetivos igualmente aplicables a partidos en la izquierda—, pero no ha ejercido la violencia ni la instiga, no cuestiona la democracia ni se propone dar un golpe, y respeta la ley. Hasta Sánchez dijo en un debate que era "un partido constitucional". Varios aliados suyos, en cambio, son anti-constitucionales.
El fascismo no tiene existencia política en España y esto lo sabe todo el mundo, desde la cúpula del PSOE hasta el penúltimo de sus votantes. Los que más lo saben son los que agitan el espectro del fascismo y llaman a pararlo. Pero también lo saben aquellos que aceptaron que las elecciones generales se dramatizaran como una batalla contra una amenaza fascista imaginaria. No estamos, sin embargo, ante un gran engaño de hábiles demagogos al ingenuo rebaño votante. Se cree lo que se quiere creer. Y se cree más en lo que se quiere creer en las ocasiones en que se hace más necesario creerlo. Cuando los partidos a los que se suele votar decepcionan tanto —y no hay más que repensar el historial de actos, hechos y palabras de Pedro Sánchez— no hay manera de apoyarlos otra vez sin un buen pretexto.
No es que el cuento del lobo funcionara porque hay millones de personas que creen en la existencia de una amenaza fascista. Es que era el cuento necesario para que muchos fueran a votar a favor de un Gobierno malo con alguna convicción y no solamente con la nariz tapada. Para que fueran a votar sintiéndose, incluso, heroicos: "Yo paré al fascismo con mi voto". Partisanos armados con papeletas, dónde se ha visto. Es hacerse un monumento para ocultar la vergüenza.
