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Federico Jiménez Losantos

Tras el chasco electoral: errores, insuficiencias y el paso adelante de Feijóo

Ante la investidura de Sánchez para derribar el régimen del 78 no caben dudas ni matices, o se le hace frente o no.

Ante la investidura de Sánchez para derribar el régimen del 78 no caben dudas ni matices, o se le hace frente o no.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, saluda tras participar en la ofrenda al apóstol, este martes en Santiago, en el día en que Galicia celebra su festividad. | EFE

Las cosas en España, y en el mundo de hoy en general, van tan deprisa que el chasco electoral del 23 de Julio nos parece ya lejanísimo, y apenas ha pasado una semana. Los que pensaban ganar, no sabían por cuánto, siguen preguntándose cómo perdieron y ni siquiera se paran a pensar por cuánto. Es como si de golpe, toda España, masiva y mayoritariamente, se hubiera puesto a votar a Sánchez, cuando lo único que ha conseguido ese sujeto es que una colección de delincuentes, de terroristas a golpistas pasando por el Cártel de Puebla, se apresten a formar con él una mayoría parlamentaria que sólo tiene en común el "vasto plan de demoliciones" como el de Azaña, y que, para su desgracia y la de la Nación, tomó cuerpo en la II República.

El error de las encuestas

Todas las encuestas, incluso las encargadas por el Gobierno, se equivocaron en el porcentaje de voto y la atribución de escaños al PP y Vox. Ni Tezanos, que hace unas horquillas como las tragaderas de su jefe acertó el resultado. Y sin embargo, lo primero que hay que reseñar es que las derechas lograron un número altísimo de votos, más de once millones, el segundo mejor de su historia, en pleno verano y con todas las trampas del Gobierno en contra. El PP ganó holgadamente las elecciones, Vox perdió más de 600.000 votos, y el bloque de derechas se quedó a sólo cuatro escaños de la mayoría absoluta. Basta ver los escasísimos votos por los que los perdieron para comprobar que una colaboración inteligente les habría permitido conquistarlos-es el caso de tres escaños en Cataluña, uno en Guipúzcoa, donde la unión era de rigor-, para lograr la mayoría absoluta y derrotar a Sánchez y su banda. No ha habido pocos votos en la derecha. Lo que han estado es mal repartidos.

El error de las encuestas que acertaron plenamente en las elecciones de dos meses antes, sobre todo GAD3, que por eso era la más fiable, fue creer, porque era un acto de fe, que había una porción suficiente de voto socialista para pasarse al PP y darle la victoria. Michavila ha explicado que de los tres cuartos de millón de votos socialistas que calcularon que votarían a Feijóo sólo lo hizo un cuarto de millón. Pero ese error no nacía de una estadística, sino de una superstición muy arraigada en la derecha: la del PSOE bueno. Y, evidentemente, ese PSOE no existe.

La excusa del "miedo a Vox" que da Michavila tampoco me parece buena. Vox sólo da miedo a los que les gusta el género de terror. Lo que pasa es que a la izquierda le gusta atribuir el terror a la Derecha. Antes de Vox, el miedo al fascismo, la pérdida de derechos y demás trapacerías del PSOE era el "Dóberman" de las elecciones de 1993, y desde el 11M de 2004, con Zapatero, la Derecha ha sido siempre culpable de lo que no era para que la izquierda pactara con los culpables que sí eran y de los delitos más atroces, desde el terrorismo etarra al golpismo separatista y a la feroz discriminación lingüística y legal a los que en las regiones separatistas pretenden ejercer sus derechos constitucionales.

Con Sánchez, la indiferencia moral, la indigencia intelectual, visible en sus leyes de género, y el cambio de discurso y de aliados según le convenía al PSOE ha alcanzado un nivel de intensidad todavía superior al Zapatero. No sé en qué se basan los demóscopos para creer que un millón de socialistas era capaz de rectificar y votar a la Derecha, con Feijóo o con Santa Rita. El sectarismo, blindado por una mayoría mediática aplastante, ha hecho de la Izquierda, en la que ya no hay diferencia entre socialistas y comunistas, una secta donde toda la información viene de dentro y al enemigo de fuera se le puede llamar como se quiera. El cordón sanitario siempre está dispuesto. Y siempre funciona. Las elecciones que en las dos últimas décadas ha ganado la izquierda las ha ganado siempre desde el extremismo. Pero los tontos de la derecha siguen empeñados en que se ganan en el centro que voló Zapatero. Vamos, que no existe.

No hay una posición de centro, intermedia, entre tener una monarquía parlamentaria y derribarla, no hay un término medio entre cumplir la Constitución e incumplirla, no es posible respetar la Ley y no respetarla. No es posible que la soberanía nacional sea del pueblo español y no lo sea, o lo sea a medias. La soberanía, y la Constitución, son o no son. Zapatero dijo que "el concepto de nación es discutido y discutible", pero no discutía el de nación catalana, cuando dijo que aceptaría "cualquier estatuto que viniera de Cataluña", antes de procrear él ese estatuto anticonstitucional.

Tampoco existe una posición de centro, equilibrada, entre aceptar que los etarras manden en las instituciones cuando la mitad de sus crímenes están sin juzgar o considerarlo inaceptable. Que hay sociedades profundamente corrompidas por el totalitarismo de pistola o mediático, como la catalana o la vasca, no supone que toda España deba corromperse, siquiera a medias. El centrismo siempre me ha parecido un fruto de los complejos de la Derecha y del pancismo de los que confunden política y administración, tal vez porque llegan a la política con el único bagaje de haber ganado una oposición. Es el caso de la Brigada Aranzadi de Soraya, que ante el golpe de Estado en Cataluña dijo que presentaría "un incidente de ejecución de sentencia", tras asegurar que no habría urnas y mandar al "Piolín". Que esa escoria política, esos inútiles, esos traidores a España y a la Constitución tenga o quiera tener todavía algo que decir en el PP y la política nacional es inaceptable. Y su falta de valor intelectual y político es lo que abona errores como el del "PSOE bueno" que en cualquier momento se irá a votar al PP. Parodiando al PSOE, el PP debería gritar en Génova 13 "¡con Soraya no!".

Las culpas repartidas del "voto útil"

Tras el chasco, evitable si se hubiera creído menos en las encuestas y más en la colaboración contra el enemigo común separatista, en Cataluña y el País Vasco, PP y Vox, sobre todo Abascal en su discurso de la noche del 23J, han condenado como afrenta intolerable la llamada al "voto útil". Esa es una excusa pesada y estúpida. Todos los partidos creen que su voto es útil; si no lo creyeran, no habrían nacido. La utilidad puede ser inmediata o no, moral o política, pero todos ven útil el voto a sus candidatos.

En el PP dicen que el voto a Vox ha sido "inútil" contra Sánchez y "lo será siempre". Pero ese "siempre" es recentísimo. A las ocho de la noche del 23J no existía. Cabe llegar a esa conclusión después, y muchos votantes de Vox lo harán, pero no por falta de utilidad de su voto, sino porque no ven a Vox capaz de aprovecharlo. Hablar de "demonización de Vox" por el PP como si Vox no hubiera demonizado al PP y el PSOE no hubiera demonizado a Vox es grotesco. Es la fórmula podemita de culpar a otros de lo que has hecho mal o no te ha salido bien. Es abonarse a la irresponsabilidad, a la perpetua adolescencia ideológica y, más pronto que tarde, a la inutilidad. Pero no del voto: de una política que no se toma en serio ir a las mayorías.

El liderazgo de Feijóo no debería discutirse

La campaña de Vox ha sido malísima, salvo los anuncios en YouTube, y Abascal ha ido arrastrando los pies de plaza en plaza, pero sin convicción. La campaña del PP, desde el Verano Azul de Bendodo y Semper a ese monumento a la estupidez oportunista llamado María Guardiola, ha sido también horrorosa. Mohosa como la de Rajoy, Soraya y Montoro en 2011. Y, en el fondo, sustentada en la misma idea arriolista, la de recibir el Poder a base de no moverse y no provocar a la Izquierda. ¡Como si fuera tonta! Lo que no cabe en la derecha, sobre todo en Génova 13, es un tonto más.

Lo único indiscutible, tan bueno que ni el PP se lo creía, fue el debate cara a cara de Feijóo contra Sánchez. Cabe discutir si debió también ir al debate a cuatro, donde Abascal tampoco fue capaz de asegurar su voto, y favoreció, aunque poco, la estrategia de Sánchez de poner en primer plano a Sumar, que, en realidad, ha restado 700.000 votos a Podemos en su peor resultado. También pareció inteligente apartarse del "debate de perdedores" y hoy se discute, como todo. Salvo "Verano Azul", que es una memez indiscutible.

En todo caso, lo que allí emergió y me parece un error ponerlo en duda, de forma ingenua Esperanza Aguirre y más esquinada Moreno Bonilla, es el liderazgo de Feijóo. Su anuncio de ir a una sesión de investidura es un paso al frente en ese liderazgo, y si lo hace como en el debate, se convertirá en la primera moción de censura contra Sánchez. La que le pidieron Arrimadas y Abascal que presentara en su día. Es evidente que hay un PP más sorayo, el andaluz, y otro más liberal, el de Madrid, pero Feijóo llegó al liderazgo del PP pactando con ambos.

Y ese pacto debe mantenerse frente a su peor enemigo, que es el PP mismo, ayudado por los periodistas que desde hace años se han dedicado a impedir cualquier alternativa de derechas a cualquier Izquierda. Si los políticos del PP no saben todavía que hay unos cuantos, no más de cinco, cuyo único objetivo es favorecer al PSOE y que ante ellos deben callar, porque, digan lo que digan, se utilizará contra el PP, no han entendido nada. Basta discriminar, sin censurar. Y no son medios, son agentes del ayer Comando Rubalcaba, hoy Brigada Barroso, que van a ir siempre con la misma matraca: la derecha más centrada, la menos ultra, la que no asusta… Es decir, la que quiere la izquierda. Ayuso lo dejó muy claro en rueda de prensa: "Yo no acepto el marco mental de la Izquierda". El día en que ese PP que va de moderado lo entienda, la derecha vencerá.

Hay quien cree que el apoyo al liderazgo de Feijóo es una opción. Es una necesidad. Ante la investidura de Sánchez para derribar el régimen del 78 no caben dudas ni matices, o se le hace frente o no. Y el que debe hacerle frente es Feijóo, con o sin Abascal. Feijóo ya demostró ante Sánchez que como líder político vale infinitamente más que él. Pero en la derecha gana a veces el discurso de la "mano tendida", el "sentido de Estado" y demás gansadas mariacomplejinadas. Que Feijóo lo finja es normal, recordemos el error de Rivera acertando el diagnóstico y no la táctica. Lo grave sería que lo creyera, y, sinceramente, creo que sabe que le espera una legislatura de perros, peor que la de Aznar del 93 al 96, cuando Vox no existía y el peligro del franquismo y el túnel del tiempo, encarnados en el dóberman nazi, eran exactamente los mismos que ahora. Hay que excavar trincheras, blocaos y bloqueos para defender la Nación y la Constitución. Y el jefe de obra es Feijóo. No le demos más vueltas; y Abascal, si quiere ser útil, que también es posible. Sánchez lo va a poner tan terroríficamente difícil que todo es posible. Y a esa posibilidad, que es pura necesidad, debemos aferrarnos.

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