
Dentro de apenas unas horas se va a constituir la Mesa del Congreso, y nadie sabe qué tiene previsto hacer al respecto Carles Puigdemont, cuyo capricho soberano está llamado a convertir en presidente de la Cámara a un miembro del PSOE o del PP, asunto que a él le resulta por entero indiferente, pues a sus ojos todos los espanyols son iguales. Aunque, dependiendo de la postura final que adopte Coalición Canaria, incluso una simple abstención de calidad, valga el oxímoron tratándose de Puigdemont, devendría decisiva a esos efectos. Y como Coalición Canaria resulta ser exactamente eso mismo que parece a varios kilómetros de distancia, vaya usted a saber con quién habrán mercadeado al final su acción de oro.
Porque la genuina clave del asunto es Coalición Canaria. Si han cerrado un apaño con el PSOE a cambio de un precio que quizá nunca lleguemos a conocer, las cosas transcurrirán tal como estaba previsto. Los socialistas controlarán la Mesa y la Presidencia, y el PP se tendrá que conformar con ir llorando otra vez por las radios y las teles con la cantinela ya cansina de que son el partido más votado. Pero si los negociadores de Feijóo han conseguido subir la apuesta Sánchez, ofreciendo un botín más goloso a los canarios, eventualidad que yo no descarto en absoluto, entonces saltaría la sorpresa en las Gaunas, que hubiera dicho el maestro García.
Porque si los canarios acaban dando el cante a cambio de algún plato de lentejas bien estofadas en los fogones de Génova, Puigdemont lanzará la bomba atómica. Que, por lo demás, seguro que es lo que le pide el cuerpo. Porque resulta metafísicamente imposible que un diputado de Junts vote a favor del PP en nada. Eso es impensable. Pero una cosa sería votar a favor del PP y otra bien distinta, abstenerse a favor del PP. Que cruzarse de brazos, al no constituir pecado ni mortal ni venial, sí se puede. Como los de Feijóo hayan tocado a los canarios, que vaya empezando a temblar Sánchez. Porque el otro la lanza. Seguro.
