
Resulta ser muy cierto eso de que la mejor manera de guardar un secreto para que no exista riesgo de que lo descubra nadie consiste, al menos en España, en explicarlo con todo lujo de detalles dentro de las páginas de un libro. Este es un país tan inocente que nadie se ha escamado todavía ante el hecho, en verdad sorprendente, de que una de las dos condiciones exigidas por los separatistas para investir presidente a Pedro Sánchez consista en algo tan en apariencia baladí como la legalización del uso, en plano de igualdad con el castellano, de las lenguas regionales en el Congreso.
Y es que suponer que el gran objetivo lingüístico de los catalanistas —y no únicamente de los separatistas— se reduce a algo tan simbólico, tan apenas folklórico, viene a ser lo mismo que suponerlos tontos. Y en este guión, el de la deconstrucción a cámara lenta del imaginario nacional, el papel de los tontos nunca lo han representado ellos. En Madrid todavía no se han enterado, pero esto no sólo va de discursear en catalán, en vasco o en gallego en la Carrera de San Jerónimo. Esto va de avanzar el primer paso, solo el primer paso, para que el castellano deje de ser en breve el único idioma oficial del Estado. Sí, justo de eso va.
Porque el verdadero propósito último consiste en que las lenguas territoriales, esas que ahora solo disfrutan de un estatus jurídico de cooficialidad dentro del muy restringido ámbito espacial donde son habladas —y únicamente en él—, pasen a serlo también en el conjunto de España. Esto va de convertir a las lenguas vernáculas en lenguas de Estado y en lenguas del Estado. Y por cierto, quien ha teorizado los detalles del proyecto en un ensayo que cualquiera puede adquirir en Amazon (Por una ley de lenguas: Convivencia en el plurilingüismo, Mercè Vilarrubias. Editorial Deusto) no es ningún activista hiperventilado del entorno de Puigdemont, sino una reputada filóloga no independentista cuyas tesis gozan de gran influencia entre el núcleo dirigente del PSC y sus intelectuales orgánicos. Próxima estación: Confederación Helvética.
