Menú

La Manada y la psicosis

Se demuestra que las histerias colectivas no dependen de la gravedad de los hechos, ni de su consistencia real, sino de la voluntad política de instigarlas.

Se demuestra que las histerias colectivas no dependen de la gravedad de los hechos, ni de su consistencia real, sino de la voluntad política de instigarlas.
La ministra de Igualdad, Irene Montero | EFE

En cuanto se conoció la primera sentencia del caso de la Manada, hubo manifestaciones en muchas ciudades y se levantó una oleada de indignación rugiente. Que la sentencia se pudiera recurrir o que las condenas fueran elevadas dio exactamente igual. Al grito de "¡no es abuso, es violación!", se atacó a los jueces y se impugnó el Código Penal. A los instigadores de la oleada se sumaron muchos otros, partidos, medios y personalidades, porque no cuesta nada unirse a la furia popular, pero cuesta mucho oponerse. Ir a favor de estas corrientes se premia e ir en contra se castiga. Más todavía en aquellos lugares, el nuestro es uno de ellos, donde no existe o dejó de existir el quijotismo de plantarse en solitario enfrente y en contra de una muchedumbre colérica.

Se hizo entonces mucho más que cargar contra la sentencia y los jueces. Se hizo ver que en España había impunidad para los delitos contra la libertad sexual, que prácticamente no se castigaban. Se hizo creer que los tribunales hacían pasar por un calvario espantoso a las mujeres que denunciaban delitos de esa naturaleza. Se generó una psicosis de miedo, al punto de que había madres que esperaban de madrugada a que sus hijas, ya independizadas, les enviaran el mensaje de que habían vuelto sanas y salvas a casa. Y entre los que movían los hilos y los que se dejaban mover, se fabricó la ficción de que España era el paraíso de los violadores y que a la vuelta de cada esquina, en la oscuridad de la noche, acechaba una manada. En contraste, cuando después se produjeron otras violaciones grupales, éstas no interesaron nada a las autoras de la ficción de terror.

La ley que salió de aquella psicosis inducida ha puesto en libertad a más de un centenar de depredadores sexuales y ha rebajado las condenas de más de mil. Un violador de los que salió a la calle volvió a delinquir recientemente. Uno de los últimos beneficiados por la rebaja de condenas es un integrante de la Manada. Y habrá más, porque la reforma que se hizo a trancas y barrancas no puede impedir que sigan los efectos "indeseados". Pero no hay, a causa de todo esto, manifestaciones indignadas; no hay un clamor social como el que hubo; y no hay soflamas enardecidas, salvo que contemos como tales los ataques contra los jueces que se limitan a aplicar la ley. Tampoco se ve por ninguna parte aquella sensación de pánico y miedo que se extendió tras la sentencia de La Manada, y ello a pesar de que andan por ahí ciento y pico de depredadores sexuales que, debido a la ley de Montero y Sánchez, han salido en libertad.

Todo lo cual demuestra que las histerias colectivas no dependen de la gravedad de los hechos, ni de su consistencia real, sino de la voluntad política de instigarlas. Y demuestra también, y esto es penoso, que, hoy, con todo el acceso a la información que se tiene y una población que ha pasado por el sistema de enseñanza, es tan fácil manipular a la gente como en las épocas en que la mayoría no había tenido la oportunidad de dejar de ser analfabeta. Tan fácil o más.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal