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Pablo Molina

El macarra de Sánchez

Muchos de los ocupantes de los escaños estarían haciendo malabarismos en los semáforos si no hubieran encontrado acomodo en una lista electoral.

Muchos de los ocupantes de los escaños estarían haciendo malabarismos en los semáforos si no hubieran encontrado acomodo en una lista electoral.
El diputado del PSOE Óscar Puente interviene en la primera sesión del debate de investidura del candidato popular Alberto Núñez Feijóo a la Presidencia del Gobierno, este martes en el Congreso. | EFE

La degradación de las instituciones impulsada por el sanchismo llegó ayer al Parlamento como un tsunami de inmundicia con pretensiones humorísticas de la mano de Óscar Puente, exalcalde de Valladolid, y un tipo atrabiliario caracterizado por su violencia verbal en las redes sociales al que nadie sensato quisiera encontrarse nunca en una calle con poca luz. Él fue, naturalmente, el elegido por Sánchez para dar la réplica a Feijóo, con un discurso barriobajero que tuvo por fuerza que llenar de orgullo a su mentor. Al presidente en funciones ya se le vio entusiasmado cuando su recadero se encaminaba a la tribuna a interpretar su monólogo humorístico. El rostro iluminado de Sánchez gritaba "Olé, mi Óscar" cuando el macarrilla designado por Su Persona subía a la tribuna; el tipo no le defraudó.

La topografía actual del Congreso presenta algunas zonas de elevado interés antropológico, porque muchos de los ocupantes de los escaños estarían haciendo malabarismos en los semáforos con un diávolo si no hubieran encontrado acomodo en una lista electoral. En su lugar los hemos recogido a todos y otorgado un sueldo impensable en su anterior proyecto de vida, lo que demuestra que la política española, desde que los podemitas llegaron a las instituciones, es la herramienta más eficaz para conseguir una adecuada reinserción social.

Feijóo estuvo muy bien hasta que la performancia gañana de Óscar Puente lo cabreó. A partir de ahí estuvo sensacional. La principal damnificada por el enfado del candidato a la investidura fue la pobre portavoz de Sumar, una diputada con ciertas dificultades expresivas que salió a la tribuna a decirle al ganador de las elecciones que era un perdedor. Esto a Feijóo, que exterminó en el parlamento gallego a toda la morralla ultraizquierdista representada por la oradora, incluida su jefa, la del arrebatamiento de los trece millones de naves, que huyó a Madrid tras perder su escaño en el parlamento gallego haciendo gala de una gran vista comercial. Feijóo se cebó con ella y la pobre lo acusó desde el escaño, como reflejaba su cara de angustia mientras rogaba mentalmente "por Dios, que se calle ya". No se calló. La que guardó silencio, en cambio, fue la intérprete del lenguaje de sordos, que trataba de decir a los regidores de TVE con aspavientos que no entendía el gallego cuando la portavoz de Yolanda Díaz dedicó una parrafada al candidato popular en la lengua vernácula que ambos comparten.

Feijóo apabulló a la imprudente y festejó los fracasos de la ultraizquierda de Raticulín hundiendo en el oprobio a la oradora. Tan solo la inmunidad parlamentaria de la que gozan los diputados cuando intervienen en la tribuna del Hemiciclo lo salvó de que el ministerio de Igualdad le abra hoy mismo un expediente por violencia verbal contra la mujer.

Y hoy le toca a los partidos minoritarios, cuyos representantes desplegarán también su amplio repertorio de necedades bilingües para convertir la tribuna del Congreso definitivamente en su particular Stand Up. Sánchez también intervendrá, no lo duden. A ver si se cree esta pandilla de advenedizos que le van a robar protagonismo a Su Persona en una jornada tan especial.

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