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Miguel del Pino

La gran evasión

Asustados por la nueva Ley de Bienestar Animal muchos propietarios de mascotas han comenzado a liberarlas.

Asustados por la nueva Ley de Bienestar Animal muchos propietarios de mascotas han comenzado a liberarlas.
Cotorras argentinas | EFE

Las primeras bandadas de agapornis en libertad han comenzado a avistarse en el arbolado de ribera de las proximidades del río Jarama, en Madrid. Es sólo un aviso de lo que podría suceder en los próximos meses.

El problema causado por las cotorras argentinas, aclimatadas después de haber sido liberadas por sus dueños, puede repetirse con otras muchas especies entre ellas los agapornis, esos loritos en miniatura procedentes del continente africano que se habían convertido en populares mascotas con miles de aficionados criadores.

Las primeras listas de mascotas prohibidas que se publicaron como consecuencia de la inminencia de una Ley que ahora entra en vigor, englobaban no sólo a los agapornis, sino hasta a los popularísimos periquitos australianos. Los dictadores de tales listados nunca han sabido explicar las razones, ya que el paraguas de las especies supuestamente invasoras les cubría de su propia ignorancia.

Pensar que criar en tu casa unos agapornis o unos periquitos pueda hacer que se te considere un delincuente ambiental y que se presenten en tu domicilio un par de bigardos pretendiendo confiscar tus animales, es demasiado para muchas personas no suficientemente preparadas para defenderse. Soltar las mascotas problemáticas es una de las soluciones frecuente al problema.

De manera que nos podemos enfrentar a la "gran evasión" de las mascotas hasta ahora legales, con todos los problemas ecológicos que ello puede suponer, todo ello por el fanatismo y la ignorancia de unos indocumentados que se consideran "animalistas".

No suelten sus mascotas

No se asusten ni se precipiten. Es cierto que la Ley de Bienestar Animal acaba de entrar en vigor, pero todavía tiene que ser objeto de matizaciones y desarrollo de articulados. Todavía estamos en un estado de derecho y vamos a luchar porque así siga siendo. Nadie sin una orden judicial puede entrar en su domicilio para quitarle sus mascotas, y no parece, por el momento que nuestros jueces den instrucciones en este sentido.

Somos muchos los aficionados a los animales de compañía, tanto particulares como organizaciones, que anunciamos nuestra intención de plantear recursos legales a muchos de los puntos de este reciente Ley. También habrá que negociar con la Administración las listas de especies objeto de polémica. Estén tranquilos, no se preocupen y, sobre todo, de ninguna manera suelten sus animales domésticos.

Hay precedentes alarmantes: no sólo el de las cotorras argentinas, que eran liberadas por ser demasiado ruidosas, sino otros muchos debidos a alarmas que resultaron después injustificadas, como la de los ya lejanos años cincuenta, cuando el bulo de que los periquitos australianos intervenían como transmisores en la epidemia de polio, entonces en plena expansión, las calles se llenaron de periquitos que agonizaban por el hambre y la sed o que eran atropellados por los coches.

La liberación de tortugas de Florida por falta de información sobre su tamaño y necesidades al llegar a la edad adulta es otro ejemplo significativo; hoy muchos de nuestros ríos ven solearse en sus orillas a centenares de ejemplares adultos de esta especie exótica que está desplazando a nuestras tortugas autóctonas.

Más animalistas que los del Cites

Las listas de nuevas mascotas prohibidas han creado un problema inexistente en Europa, y que hasta ahora no existía en España desde que nuestro país se unió al Convenio de Washington, conocido popularmente como Cites, (Convenio Contra el Tráfico de Especies en Peligro). Hasta este momento estaba claro cuáles eran las especies que no podían ser objeto de comercio, y en consecuencia no se podían tener como mascotas.

Ahora la ampliación, caprichosa, de estas listas, nos hace de hecho abandonar por exceso el Cites. Somos, supuestamente, más animalistas que nadie. Todo porque unos indocumentados, no profesionales sino ideólogos, y alguno de ellos ya arrojado fuera hasta de las listas de sus partidos, así lo han decidido.

Las listas Cites de animales protegidos eran seguidas de manera muy escrupulosa y aceptadas por los aficionados y por el comercio; se trataba de listas dinámicas, de manera que se actualizaban periódicamente en función del estado de las poblaciones de cada especie en sus reductos silvestres. Todo funcionaba muy bien; el problema lo ha generado el fanatismo y la ignorancia.

¿Qué pueden hacer quienes desde hace décadas vienen criando determinadas especies de pájaros, en la práctica domésticos, y ahora no podrán competir con ellos en los diferentes certámenes, y tendrán que ocultarlos en su domicilio?

Otro tanto hay que decir sobre quienes hace veinte años que cuidan primorosamente una iguana en un gran terrario naturalizado y decorado; ahora podrían sufrir la confiscación de su mascota sólo porque ha superado los dos kilos de peso a fuerza de metabolizar ensalada.

Hace más de veinte años algunos naturalistas entusiastas, como Ángel Febrero y los hermanos Prada, daban noticia del descubrimiento de los primeros nidos de cotorras argentinas en unos robles de la Casa de Campo madrileña. Sus denuncias no fueron tomadas en consideración y esta especie invasora proliferó hasta convertirse en el problema que hoy todos conocemos. Con los agapornis y otras aves domésticas podría ocurrir algo parecido si no se toman medidas de inmediato.

La primera y más urgente medida es legalizar de nuevo estas y otras especies similares que vienen siendo tradicionales entre los criadores de mascotas, y que no figuran como especies protegidas en el Cites.

Mientras seguimos trabajando en este sentido, por favor, no suelten sus animales de compañía.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencia Naturales

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