
La portavoz oficial de la Generalitat, administración a la que todos los años abono religiosamente el tramo autonómico del saldo deudor correspondiente a mi declaración del IRPF, acaba de llamarme "catalanófobo". Así, a juicio de la señora Patricia Plaja, que por tal responde la vocera, los nacidos o empadronados en alguna de las cuatro provincias de la demarcación que hayamos verbalizado la intención de asistir —o de apoyar— la manifestación que se celebrará el próximo domingo en Barcelona, todos, sin excepción, padecemos una grave enfermedad mental, la patología consistente en experimentar un intenso odio irreprimible ante la menor presencia de cualquier elemento material o símbolo susceptible de ser asociado a Cataluña o a sus 7,5 millones de habitantes.
Repárese en que estaríamos hablando de una genuina pandemia comparable a la del covid, toda vez que el partido de la señora Plaja, que es el que más ama a los catalanes, ocupó el cuarto lugar en las pasadas elecciones generales. Y al otro partido que también ama de modo desaforado a Cataluña, en fin, no le fue mucho mejor: quedó quinto. Por el contrario, las demás formaciones en liza, las de los que en mayor o menor medida odiamos a los catalanes, obtuvieron mucho mejores resultados en la plaza. Según se desprende de los datos de la Junta Electoral, es de temer que la mayoría de los habitantes de Cataluña suframos ya de catalanofobia compulsiva a estas horas.
Por lo demás, no resulta muy habitual que el portavoz de un gobierno emanado de un régimen definido constitucionalmente como una democracia liberal se dedique, y en el ejercicio de sus funciones institucionales, a insultar gravemente a una porción significativa de los ciudadanos que le pagan el sueldo cada mes. Resulta tan infrecuente que tal cosa solo ocurre en Cataluña. Y que solo ocurra en Cataluña no se debe al azar, por cierto, sino al hecho, ese sí patológico, de que el nacionalismo autóctono postula como obligatoria e irrenunciable la adhesión a una identidad colectiva cuyo canon solo él estaría legitimado para definir. Simplemente, no son demócratas. No hay más misterio que ese.
