
En todo conflicto armado, la prioridad es vencer. Cuando el enemigo se atiene a las leyes de la guerra, es conveniente hacer lo propio para no empujar al adversario a dejar de hacerlo. En trance de ser derrotado puede incluso ser aconsejable seguir respetándolas si aun violándolas no hay garantía de triunfo o saltárselas puede conllevar unas consecuencias excesivamente perjudiciales que no se compensen con la victoria. Ahí tenemos a Rusia, que podría vencer fácilmente a Ucrania lanzando media docena de bombas atómicas y no lo hace por temor a que todos sus vecinos se doten de armas nucleares para evitar la suerte del hermano eslavo y que la situación resultante sea para Rusia de una debilidad estratégica mayor que la que padecía antes de someter a Kiev.
Cuando el enemigo combate con tácticas terroristas, renunciando a toda legalidad, se puede intentar vencerlo con las leyes. Eso es lo que hicimos nosotros con la ETA, aunque es discutible que la organización terrorista vasca esté efectivamente derrotada y es obvio que la ineficacia y torpeza del GAL no lo convierte en un método legal de lucha antiterrorista.
Pero, cuando la organización terrorista a la que se enfrenta un Estado domina un territorio densamente poblado, como es el caso de Hamás, no es posible derrotarlo con respeto a la ley. Hamás tiene lo que cualquier Estado, un territorio y una población. Sin embargo, prefiere combatir con métodos terroristas porque, con medios por así decir legales, jamás podría vencer. Ante ese desafío, Israel puede elegir entre dejar que su población siga siendo asesinada y secuestrada o combatir a Hamás del único modo que puede hacerlo, que no es uno que pueda ser respetuoso con las normas que rigen los conflictos armados. Está plenamente justificado que lo haga porque el primero que no respeta la ley es Hamás. Mucho más cuando dispone de los recursos propios de un Estado con los que financiar un ejército que librara una guerra respetuosa con los tratados internacionales.
En estas circunstancias, la actitud de la Unión Europea, con España a la cabeza, es inmoral. Porque exigimos a Israel que combata con una mano atada a la espalda mientras no demandamos lo mismo a Hamás. No sólo, sino que seguimos financiando a la organización terrorista bajo la forma de ayuda a la población de Gaza con un dinero que todos sabemos que va a manos de Hamás. Entre eso y exigir del Gobierno de Israel que permita a una organización terrorista asesinar y secuestrar impunemente a sus ciudadanos apenas hay distancia. Y lo que resulta es que, no sólo estamos apoyando los fines, sino también los inmorales métodos de una banda terrorista. Y lo hacemos con nuestro dinero y nuestra influencia. Y encima, en contra de nuestros intereses. Al menos, algunos no lo hacen por estúpido buenismo, sino porque lo cobran. Y muy bien. De Irán, que es el país que al fin y a la postre está detrás de todo esto.
