
Antoine Griezmann huele a Vicente Calderón. Esta frase se la dije no hace mucho a un amigo cuando hablábamos de lo que significaba para el Atlético de Madrid la figura del jugador francés y me vino a la cabeza esta frase porque aún tengo muy presentes sensaciones y olores futbolísticos que desprendía la ribera del Manzanares. De hecho paso por ahí con el coche todos los días y no hay ni uno solo en el que no me duela no ver ahí a un viejo amigo. Para mí el Vicente Calderón olía a pasión, sentimiento rojiblanco, calidad, trabajo y también redención. ¿Cuántas veces el aficionado colchonero ha entrado o salido del estadio enfadado con su equipo para pocos minutos después quererlo igual o incluso más de lo que le quería ya? Infinidad de veces. De eso se trata con el Atlético. De eso trata la historia de Antoine Griezmann con las franjas rojas y blancas.
Con permiso del azul de Francia, no hay colores que le sienten mejor a Griezmann que los rojiblancos. Los lució en el Vicente Calderón y ahora los luce en el Metropolitano. Son sus colores. Los suyos y, como él mismo ha demostrado y mostrado en redes sociales, también los de su familia, porque la casa de Griezmann huele a Vicente Calderón. La mejor versión de Antoine la hemos visto de colchonero, aunque quiero hacer un matiz con esto. Griezmann no ha jugado mal al fútbol en su vida. Mucho se habla de su etapa en el Barcelona, pero no estoy nada de acuerdo con aquellos que dicen que fracasó en el Camp Nou. Quizá fracasó ese proyecto azulgrana, pero no Antoine Griezmann. Repasen sus partidos y lo comprobarán. El galo jugaba igual de bien y marcó 35 goles dando 16 asistencias. Si eso es jugar mal... No tuvo el mismo peso en el equipo, sin embargo, su forma de jugar al fútbol fue siempre exquisita.
Griezmann huele a Vicente Calderón porque, entre otras cosas, anoche en Glasgow volvió a dignificar los colores del Atlético de Madrid, en este caso el rojo de la camiseta homenaje al Celtic-Atlético del 74. Una camiseta que por cierto le fue regalada después del choque y lució para orgullo colchonero. En ese partido, allá por los 70, sí podría haber jugado Griezmann y eso lo dice absolutamente todo. En ese barro escocés donde se cosieron a patadas hace décadas ambos equipos, un jugador de la calidad de Antoine se habría puesto el mono de trabajo para tirarse al suelo y defender ese mítico 0-0 en Celtic Park. Eso no se puede decir de todos los jugadores que ostentan el talento del francés, sin embargo, Antoine Griezmann es capaz de pintar fútbol con la realeza un martes y al día siguiente estar el primero en la mina para picar piedra. Un "príncipito" con la corona llena de barro.
De este Atlético yo cogería sin duda a Griezmann y a Koke para hacer ese viaje al pasado si me pidieran elegir a dos jugadores para retornar a la batalla de Glasgow. Koke, otro que huele a Vicente Calderón que tira para atrás. Ambos forman parte de ese ADN rojiblanco cholista que no se permite el lujo de elegir entre el talento y el trabajo. No ve blanco o negro en esa elección. Los mezcla en rojiblanco. Cogen el talento y lo ponen al servicio del trabajo. Eso también tiene aroma de Vicente Calderón, porque en la ribera del Manzanares solo se convertían en leyendas aquellos que brillaban igual en una tarde soleada que una noche gélida invernal con el frío del río calándote hasta los huesos.
Griezmann funciona de varias maneras. Tiene dos temperaturas. Pone fútbol fresco cuando hace calor y se tira al suelo como un loco para cortar una jugada si el aficionado empieza a notar que el partido está frío. Por eso le queda tan bien esa camiseta que le regalaron anoche en Celtic Park, porque el aficionado rojiblanco siente que, después de una época en la que sus caminos se separaron de una manera desagradable, Griezmann merece llevar una camiseta que simboliza tanto para el club. Y eso es mucho más que alcanzar a Luis Aragonés como máximo goleador de la historia rojiblanca. Solo le faltan siete goles para conseguirlo, pero incluso sin alcanzar esa cifra, aunque sea cuestión de tiempo, Antoine ya es historia del Atlético.
La verdad es que me hubiera gustado ver a Luis Aragonés compartiendo vestuario y fútbol con Griezmann. Este sería de los suyos. Con este iría Zapatones a la guerra. A este también le habría cogido de la pechera cuando lo necesitase como hizo con Eto’o y le habría cuidado y mimado sin regalarle nada como hizo con Fernando Torres. ¡Qué bonito hubiese sido un Griezmann-Luis Aragonés como pupilo y maestro! Eso sí, no nos podemos quejar, porque dentro de unos años podremos decir que vivimos en la era de Simeone y Griezmann.
El Atlético, Griezmann mediante, deberá hacer bueno en el Metropolitano el 2-2 de anoche el Glasgow. Solo es bueno el empate si se gana en Madrid y para ello deben eliminar de la ecuación esos inicios somnolientos en la Champions. 0-1 gol del Feyenoord en el minuto 6. 1-0 del Celtic en el minuto 3. Puede que en España te valga un café para empezar los partidos, pero Europa demanda más bien un Red Bull. Pasar a octavos dependerá de eso.
