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Javier Somalo

EFE de Fraude

Sigamos alimentando el cuento con la EFE de Felón, la EFE de Falso, la EFE de Félix Bolaños, la EFE de Fiasco o la EFE de Fracaso. Y sobre todo, la EFE de Fraude.

Sigamos alimentando el cuento con la EFE de Felón, la EFE de Falso, la EFE de Félix Bolaños, la EFE de Fiasco o la EFE de Fracaso. Y sobre todo, la EFE de Fraude.
Miguel Ángel Oliver. | EFE

La dictadura de Sánchez progresa adecuadamente. Aunque ahora son ocho, y no siete, los partidos que el presidente más ilegítimo de la democracia española necesita para ser mayoría en el Congreso, la toma de instituciones para el nuevo régimen ha adquirido velocidad de crucero. Ya no se pierde tanto tiempo como antes en disimular las formas: se sabe que el presidente cambia de opinión por el bien de España y punto. La última adquisición ha sido la Agencia EFE, entregada sin titubeos a tovarich Oliver, Miguel Ángel Oliver, el que repartía turnos de silencio a los periodistas durante la pandemia desde su puesto de secretario de Estado de Comunicación, más bien comisario de Propaganda.

No es que sea escandaloso que una agencia pública pueda estar politizada porque, de hecho, cualquier periodista (independiente) sabe que las noticias de EFE requieren siempre una duda previa a su publicación. Además, a estas alturas de la democracia sobra un estamento así. La afrenta es que Sánchez presuma una vez de cacique y siga diciendo que esta losa que nos ha caído es la voluntad popular.

Nada va a cambiar en nuestras vidas por el hecho de que Oliver, que también fue candidato del PSOE en las municipales y autonómicas de 2019 por Madrid, sea el director del NODO. Sobran periodistas de cámara del régimen, comisarios, manipuladores y contaminadores de oficio como para temer un peor clima informativo o una merma en el derecho a la información. Ni TVE es la televisión de todos, ni EFE es una agencia necesaria. Como no lo es el CIS ni cualquier otro chiringuito de colocación de afines, normalmente incapaces en cualquier empresa privada sometida a criterios de rentabilidad y competencia.

Lo único cierto es que todos esos entes nos cuestan dinero a todos los españoles aunque jamás hagamos uso de ellos. Lo público tiene sentido si cubre una carencia de difícil desarrollo libre, privado. En caso contrario, es un obstáculo y, de hecho, una competencia desleal. Hay suficientes medios de comunicación en España como para que se haga necesaria una agencia de noticias oficiales. En manos del camarada Oliver, EFE será como una central nuclear en manos soviéticas.

Tras la enésima gorilada, nos quedará ver que Oliver convoque ruedas de molino para anunciar gestas conjuntas con Puigdemont o los nombres propios que accederán a lo más alto de la administración sanchista, engordando esa lista de casi 350 altos cargos y cerca 1.100 asesores elegidos por el dedo de Sánchez.

Nos acostumbraremos a que difunda a través de despachos urgentes purgas como la del jurista crítico con la amnistía por parte del letrado de las Cortes, también comisario de Sánchez. Y, por descontado, tendremos que soportar que glose la figura del presidente, sus viajes, sus mentiras, ese inglés vacío de significado, su profundo antisemitismo, su mejor perfil, su caminar… Nada de ello llegaría a los ciudadanos si los periodistas no fuéramos tan flojos de ánimo.

EFE sirve contenidos e informaciones, bajo pago, a los medios de comunicación. En nuestra mano está rechazarlos si contienen propaganda, falsedades o manipulaciones, que será casi siempre. Lo normal en democracia es que los ciudadanos elijan libremente sus fuentes de información y opinión. Si la prensa privada contribuye al control gubernamental haciéndose eco de las mentiras de Oliver-Sánchez será tan culpable como el régimen.

En el año 2018 Sánchez defendía que la elección del presidente de la Agencia EFE requiriera mayoría reforzada en el Congreso de los Diputados. De hecho llegó a anunciar que una ley específica desarrollaría estos nombramientos. Ya no hace falta. Su palabra es la Ley.

Se juega mucho con el origen del nombre de la Agencia EFE. Unos dicen que procede del nombre de otras dos agencias anteriores, Fabra y Febus, y que se tomó la F inicial. A otros les parece que era un homenaje a la inicial de Franco. Y hasta los hay que dicen que es por la F de Falange. Pues sigamos alimentando el cuento con la EFE de Felón, la EFE de Falso, la EFE de Félix Bolaños, la EFE de Fiasco o la EFE de Fracaso.

Y sobre todo, la EFE de Fraude, término íntimamente ligado a la trayectoria política e intelectual de Pedro Sánchez. A ver la EFE de Fin…

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