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Mariano Yzquierdo Tolsada

La amnistía en la Constitución: falacias y contraargumentos (V)

Concluye la serie del profesor Mariano Yzquierdo acerca de los argumentos y contraargumentos sobre la Ley de Amnistía.

Concluye la serie del profesor Mariano Yzquierdo acerca de los argumentos y contraargumentos sobre la Ley de Amnistía.
Pedro Sánchez. | Europa Press

Concluye la serie del profesor Mariano Yzquierdo acerca de los argumentos y contraargumentos sobre la Ley de Amnistía. El índice es éste:

  1. Primera falacia: "Si la Constitución no prohíbe la amnistía, todo lo que no está prohibido está permitido".
  2. Segunda falacia: "La Constitución solamente prohíbe los indultos generales, luego si los indultos individuales se permiten, también la amnistía, que tiene los mismos efectos".
  3. Tercera falacia: "Aunque no esté presente en el texto de la Constitución, la amnistía sí lo está en otros lugares del ordenamiento jurídico".
  4. Cuarta falacia: "Existen variados antecedentes de amnistía en España, inmediatamente antes de la Constitución y aun después".
  5. Quinta falacia: "Amnistía es concordia y reencuentro".

Quinta falacia: "Amnistía es concordia y reencuentro".

Por último, vayámonos ya del mundo del Derecho, que siempre resulta algo críptico. Esta quinta entrega necesita un tono menos técnico. Aunque solo sea un momento. Aquí el autor ya no es propiamente un Catedrático de Derecho, sino solo un jurista cabreado.

La cursilada de "la agenda del reencuentro" y la pedantería de "la hoja de ruta de la concordia" es el argumento más repetido. Llevamos escuchando al líder supremo cosas como eso de que "hay que actuar con unidad, solvencia y determinación", con el objetivo de contribuir "al avance social, la convivencia, la estabilidad institucional y el diálogo entre diferentes". En la carta que cada uno y cada una tenían sobre la mesa del multitudinario Consejo de Ministros y Ministras se encontraba como prioridad la de "avanzar en la agenda de reencuentro para garantizar la convivencia", en referencia a su plan para pacificar el conflicto entre Cataluña y España. "Trabajaremos sin descanso para seguir fortaleciendo la convivencia en esta España abierta, diversa y plural, (…), haciendo de la diversidad territorial un factor de cohesión para superar la confrontación y el enfrentamiento que tanto daño han causado". Desde luego, el pastel rezuma melaza por los cuatro costados.

Vayamos por partes. Quien afirma que trabajará sin descanso para "fortalecer la cohesión territorial" y "con la máxima coordinación entre departamentos" es el Presidente de un Gobierno que dice que se enmarca "en la mayoría de ejecutivos en los países del entorno". Eso dice, si bien no creo que sea capaz de encontrar un solo país de ese entorno con Gobiernos nutridos de pactos con independentistas, con grupos que llevan un buen número de condenados por terrorismo en sus filas o con ministros que dicen con orgullo ser fans de Lenin. Es el mismo sujeto que dice —y concluiré la sarta de frases repipis y petulantes— que "el reencuentro solo se alcanzará con argumentos, y con emociones, que todos las tenemos, pero con razones que nos hablen del camino que tenemos juntos por delante". Ahora el pastel rezuma sirope. De varios colores y sabores.

Pero al mismo tiempo es quien plantea una legislatura diciendo que todos los que no aplauden sus ocurrencias lo hacemos, no solo porque negamos "la legitimidad de origen a este ejecutivo", sino también la "legitimidad de ejercicio". Es quien dice que responderá "con diálogo y mano tendida al ruido interesado", pero también es quien traduce ese diálogo y esa mano tendida en la necesidad de edificar un muro que le separe de los retrógrados y de los reaccionarios. Retrógrados y reaccionarios que, a juzgar por las encuestas del diario El País, deben andar ya por los diez millones.

A la vista está lo que nos depara la concordia y el reencuentro para "buscar ese nuevo nosotros" que marca las "nuevas fronteras del nuevo diálogo". Por lo pronto, estamos ante una Proposición de ley del Grupo Socialista, y no ante un Proyecto de ley del Gobierno, que habría necesitado los informes previos de los órganos consultivos. Eran tan grandes las prisas que los deseos de reencuentro y de convivencia no podían esperar a que los expertos se pronunciaran.

Tal vez "reencuentro" y "convivencia" son conceptos que no existían hasta el 24 de julio pasado. Si no es así, se antoja difícil de entender que durante cuatro años no haya querido el Gobierno hablar de reencuentro ni de convivencia, pues hasta doce de sus veinticuatro Ministros dijeron a las claras en repetidas ocasiones que la amnistía no está amparada por la Constitución. Solamente caben entonces dos posibilidades: que durante el verano pasado se haya modificado la propia Constitución y no nos hemos enterado nadie, o bien que son términos que la Real Academia ha incorporado al Diccionario en su novísima edición vigesimotercera, que ha visto la luz en los últimos días.

¿Amnistía es reencuentro? De las más de treinta amnistías que se han decretado en Europa desde 1990, reto al lector a que me indique cuáles son las que no han venido provocadas por conflictos armados en situaciones de transición política o descolonización. Le reto a que me indique una sola que no significara dar por cerrados y superados los hechos punibles cometidos. Pero sobre todo, que me indique una sola en la que haya sucedido todo lo contrario: que los amnistiados digan por activa y pasiva que lo volverán a hacer. Ese es, en fin, el singular reencuentro que tenemos a la vista. Y por ello Sánchez apela "a cada mujer y cada hombre de nuestra sociedad, sea cual sea su oficio y condición; viva donde viva, a tener valentía y sentido de la ejemplaridad". En el programa de José Mota veríamos a la célebre Blasa decir lo de "¡ay, Señor, llévame pronto!".

Pero, como a la vista está que el mensaje dulzón y empalagoso ya no da más de sí, en las últimas fechas ha cambiado la estrategia. Como decía Groucho Marx, "estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros". La entrevista del pasado 30 de noviembre sirvió para que, a la pregunta sobre el súbito cambio de opinión del Gobierno acerca de si la amnistía cabe en la Constitución, la respuesta fue clara y contundente: "lo que ha pasado es el 23J".

Pues ya está. Lo había avanzado unos pocos días antes el lugarteniente Óscar Puente. Estemos atentos. Duda resuelta. Esa es la nueva consigna que repetirán unos y otras, con las mismas palabras y hasta con la misma entonación. Prietas las filas, recias, marciales, nuestras escuadras van… Así cantaba el Frente de Juventudes.

¿Y ahora qué?

Como igual de prietas están las filas en el Congreso de los Diputados, habrá que dar por descontado que la ley se aprobará. No se puede descartar que en el Tribunal Constitucional haya alguna sorpresa, unida a la de Juan Carlos Campo, pues la verdad es que en la calle Domenico Scarlatti hay buenos juristas y tal vez su conciencia acabe venciendo a sus querencias. Que va a haber recursos de inconstitucionalidad parece claro, y, en su caso, habrá también jueces que planteen cuestiones de inconstitucionalidad. Demos tiempo al tiempo para saber si también allí andan prietas las filas…

Y queda la cuestión prejudicial ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, y hasta la demanda por incumplimiento del Derecho de la Unión Europea. En el artículo 2 de la Proposición de ley se lee que "en todo caso están comprendidos en la amnistía: a) Los delitos de rebelión, sedición, desórdenes públicos, desobediencia, prevaricación, falsedad, malversación de caudales públicos, o revelación de secretos, así como los delitos cometidos con ocasión o motivo de ellos". Mi pregunta es: ¿van a estar dispuestos los contribuyentes holandeses o alemanes a que siga siendo nuestro país el principal beneficiario de los Fondos Europeos Next Generation? ¿Un Estado que se dedica a amnistiar delitos de malversación cuya comisión permitió que, por ejemplo, se hayan abierto un centenar de embajadas catalanas en el mundo? ¿Un Estado que, para aliviar la descomunal deuda catalana, perdona 16.300 millones de euros (15.000 más los intereses) a la que es una de sus Comunidades Autónomas más ricas?

Pues bien, he de decir que tengo más fe en la Unión Europea que en nuestro Tribunal Constitucional. Como profesor de Derecho con más de cuarenta años de docencia a mis espaldas, lo confieso con bastante pena mientras escribo estas líneas el día 6 de diciembre. Celebrando el aniversario de una Constitución que corre el riesgo de que no le queden ni las grapas. Para que pudiéramos votar en el referéndum, a mí y a los de mi edad nos habían bajado la mayoría de edad porque éramos mayores de dieciocho años pero aún menores de veintiuno. Guardo con veneración el folleto editado en 1978, y nunca se me habría pasado por la cabeza pensar en que tuvieran que ser las instituciones europeas quienes acabaran tratando de mantener en pie nuestra Carta Magna ante los ataques perpetrados por un sátrapa impenitente.

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