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Junts Pellets, un siglo de contaminación

Nunca fueron muchos, nunca quisieron integrarse y siempre se les concedió más de la cuenta por un atávico e irracional complejo.

Nunca fueron muchos, nunca quisieron integrarse y siempre se les concedió más de la cuenta por un atávico e irracional complejo.
El expresidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, llega al Parlamento Europeo. | Europa Press

Los retiras y vuelven a aparecer. Flotan pero a veces se entierran y resurgen al poco tiempo. Son pocos, muy pocos, pero ensucian una barbaridad. No se sabe con certeza de dónde salen pero parece que no es cosa de ahora, que ya había en otros tiempos y otros lugares. Igual que las bolitas de plástico, Puigdemont no se deja atrapar. Se vierte y llega a nuestras costas como si nada. Tan insignificante como molesto. Tan poca cosa y tan irritante.

Sánchez gobierna con pellets, con residuos a la deriva. El espectáculo definitivo llegó en el Pleno de la vergüenza celebrado esta semana en el Senado por obras en el Congreso, si es que no está en metafóricas ruinas. Tres decretos, la forma de gobernar del perdedor autoritario, ponían a prueba a la Alianza del Mal. Podemos, el de Iglesias, tumbó uno de ellos en su particular guerra civil comunista. Los otros dos salieron adelante con Sánchez de rodillas y los pellets de Puigdemont presumiendo del cobro de las letras.

Se llevan la inmigración, que es como el control de fronteras para que pueda llegar el fugado a la aldea. La excusa de Félix Bolaños, némesis de Montesquieu, es que no transfiere sino que delega. Pues ni eso. Las fronteras y el control de paso por ellas es cuestión nacional intransferible e indelegable como dejó claro el Tribunal Constitucional. Pero en la España del golpe todo es posible. Incluso que el Constitucional, gobernado de parte, se niegue a sí mismo y se sacuda el polvo.

Ahora resulta que los de Junts son racistas y se parecen más a Vox que a ERC en materia de inmigración. Como si no lo fueran todos, Junts y ERC, por perseguir a niños castellanohablantes en los recreos o insultar a los extremeños o a los andaluces a los que consideran inferiores. Los nacionalistas son racistas aunque no tengan responsabilidades en inmigración. Niegan la diferencia y expulsan al extraño. A ver si ahora vamos a buscar nacionalistas buenos… otro vicio muy español.

El caso es que están a tortas entre Junts y ERC, que nunca se han querido demasiado, porque consigue más ventajas el prófugo que el reo excarcelado y eso ya no tiene un pase. Así que ahora los de Junqueras llaman racistas y extrema derecha a los pellets de Puigdemont. Nada por lo que alegrarnos: aunque se maten entre ellos seguirán estando de acuerdo en molestar al resto subvirtiendo el orden constitucional, comiéndose nuestra libertad.

Alejo Vidal Quadras no se cansa de repetir que el nacionalista es, por definición, "inintegrable" y que cuantos más esfuerzos se hagan en vano, más acentuarán su separatismo. Cuando no están en el poder su odio se reduce a protestar pero si gobiernan lo convierten en ley y practican la persecución, el acoso, la multa y, en cuanto puedan, la violencia física institucionalizada. Lo peor es que nada de todo esto es nuevo.

Antonio Rovira i Virgili, en su libro El nacionalismo catalán. Su aspecto político, los hechos, las ideas y los hombres (1917) dice así:

"(…) Los catalanes no pedimos a los ministros que nos gobiernen bien; les pedimos que no gobiernen, en nuestros asuntos propios, de ninguna manera. No pedimos a los gobernadores que nos gobiernen bien los pedazos de nuestra patria descuartizada por la división provincial, ni a los magistrados y jueces que hagan justicia recta, ni a los delegados de Hacienda que administren con probidad y miramientos. A todos esos señores, en cuanto son representantes o funcionarios del Poder central, les pedimos que se marchen".

Y seguimos sin aprender. E insistimos en fomentar no sé qué encaje con aquellos que han roto los moldes de cualquier posible convivencia. Un siglo después del año revolucionario de 1917 y de lo escrito por Rovira i Virgili, un Sabino Arana catalán, llegó el golpe del 1 de octubre, acto fundacional del nuevo régimen de Sánchez aunque estuviera la derecha en el poder nacional. Igual que entonces, la izquierda y el nacionalismo catalán desestabilizan a una gran nación que pierde peso ante el mundo por una grave enfermedad, la de siempre: que la izquierda sólo piensa en cómo impedir que exista la derecha y que los nacionalistas se empeñan en robarnos tierra, derechos y libertad.

El turnismo político entre liberales y conservadores bajo una monarquía constitucional fueron sus obstáculos a primeros del siglo pasado. Hoy… lo mismo. De los escamots pasamos a estos pellets del Estat Català fallido, igual de inconcluso y dañino que siempre. Los cobardes huyen, los mediocres mandan. Por increíble que parezca, nada ha cambiado salvo para empeorar por el hecho de seguir sucediendo un siglo después. Nunca fueron muchos, nunca quisieron integrarse y siempre, a izquierda y derecha, se les concedió más de la cuenta por un atávico e irracional complejo.

Ante el desastre diario, nuestras trincheras han de ser las instituciones que quieran resistir, los jueces y fiscales indomables y el Rey que mantiene un discurso firme. De los medios de comunicación, que cada palo aguante su vela.

Entre los pellets catalanes y el chapapote de los de Txapote, España está más contaminada y desgobernada que nunca. Pedro Sánchez es el muñeco pelele, sí, pero los golpes nos los estamos llevando todos.

Así que 2024 tiene que ser el año en el que se derriben por fin los fundamentos de esta falacia que nos impide ser lo que merecemos desde hace mucho tiempo. Alberto Núñez Feijóo, y quien se quiera sumar, tiene una oportunidad, sin exagerar, histórica.

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P.S. A perro flaco… Cuando Yolanda Díaz y sus sindicatos tengan que pagar de verdad una nómina dejarán de celebrar los desastres que provocan o morirán de vergüenza si alguien se la presta. Y no hablo sólo de daños a empresas. Hay familias que se ven obligadas a contratar a personal para cuidar a mayores dependientes. No son empresas, ni grandes ni medianas ni pequeñas, y no pueden afrontar los caprichos de los pijos de izquierdas que no huelen el trabajo o, si lo hacen, les sobra riñón para presumir de solidarios.

Sí, subir el SMI destruye empleo porque sale más caro contratar. Y en el caso de las familias con dependientes a su cargo se promueve además la economía sumergida porque la necesidad no desaparece hasta que llega la triste pérdida. Enhorabuena a la comunista de peluquería diaria y a los parásitos subvencionados que en cuanto pueden sacuden con un ERE a sus empleados. ¡Pandilla de ñoquis mostrencos!

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