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EDITORIAL

Inmigrantes, mentiras e hipocresía

Lo que sí es racista es servirse de la inmigración como arma arrojadiza, hacer gestos presuntamente humanitarios y, al final, abandonarlos a su suerte.

La agria polémica que se está viviendo en los últimos días en la Comunidad de Madrid es, por desgracia, un ejemplo perfecto de cómo hace política la izquierda en nuestro país: basándose en mentiras, con una inmensa hipocresía y usando cualquier tema, por delicado que sea, para tratar de dañar a sus rivales.

El asunto incluye también el habitual uso perverso de las instituciones en favor de objetivos partidistas: la Delegación del Gobierno no está, ni en Madrid ni en ninguna otra Comunidad Autónoma, para hacer oposición a la presidencia regional, por mucho que el éxito de las políticas de Isabel Díaz Ayuso resulte insoportable para la izquierda en general y para Pedro Sánchez en particular.

Además, esta tarea opositora de un organismo que tiene otras importantes funciones, se ejerce a base de mentiras: es insólito que el Delegado del Gobierno corrija a la presidenta de Madrid mientras sus propios policías están corroborando las denuncias de Ayuso, que obviamente no habría lanzado acusaciones tan graves de no tener la seguridad de que son ciertas.

Lo más sorprendente e indignante es, sin ninguna duda, la hipocresía que todo esto está dejando al descubierto: mientras la izquierda se llena la boca con eslóganes sobre la inmigración y ve xenofobia en todo aquel –siempre que no sea separatista, claro– que cuestione que las fronteras deben ser un coladero, gestionan la cuestión de la peor manera posible, sobrecargando de inmigrantes zonas que no están preparadas para recibir a miles de personas y, lo que es peor, sin ninguna gestión posterior que evite los problemas de convivencia lógicos que genera abandonar a su suerte a cientos o miles de hombres jóvenes, recién llegados a España y sin oficio ni beneficio.

En este caso concreto, que recordemos que se ha producido en un centro de Alcalá de Henares, es peor aún: como contábamos este mismo jueves en Libertad Digital mientras cualquiera que denuncie los problemas es acusado de racista y populista, los inmigrantes han sufrido "un maltrato continuado". Y no lo dicen la propia Díaz Ayuso, un consejero del PP o la alcaldesa de Alcalá, sino la Red Española de Inmigración y Ayuda al Refugiado, que denuncia cosas tan inconcebibles como el hecho de que los inmigrantes son "marcados a boli", tienen muchos problemas para salir a la calle y sufren una alimentación deficiente.

Más aún, desde la propia Red Española de Inmigración y Ayuda al Refugiado advierten también de que el Ministerio del Interior "ha dado orden de empezar a evacuarlos sin solución habitacional", es decir: les van a echar a la calle sin darles ningún lugar para vivir.

Denunciar los problemas que causa la inmigración ilegal no es racista sino que es la única forma de abordarlos y encontrar posibles soluciones, sin caer en demagogias o en la demonización de la inmigración, que si se hace de forma ordenada y legal es un elemento que puede ayudar a enriquecer sociedades como la española, en las que basta salir a la calle para ver como muchos inmigrantes contribuyen día a día a que los ciudadanos tengamos servicios y las empresas puedan generar negocio.

Lo que sí es racista hasta la médula es servirse de la inmigración como arma arrojadiza contra tus rivales políticos, hacer gestos grandilocuentes y presuntamente humanitarios y, al final, abandonar a los inmigrantes a su suerte de una forma que les deja pocas opciones que no pasen por la delincuencia. Es decir: exactamente lo que hace este Gobierno.

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