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Sánchez humillado por la insaciabilidad de Puigdemont

La cuestión decisiva es y seguirá siendo la que Feijóo le ha plantado a Sánchez: ¿Cuánto tiempo va a aguantar esta humillación diaria?

Después de haber elaborado una proposición de Ley de Amnistía, prácticamente al dictado y a medida del golpista prófugo Carles Puigdemont, Pedro Sánchez ha presenciado cómo tamaño engendro anticonstitucional, destinado a intentar contentar a sus insaciables socios separatistas, ha sido tumbado en el Congreso, no sólo gracias a los lógicos votos negativos de formaciones constitucionalistas como PP y Vox, sino también a los votos de los propios beneficiarios del anteproyecto de Ley; es decir, el propio partido de Puigdemont. La razón no es otra que el hecho de que a los golpistas de Junts no les parece suficiente borrar los delitos de sedición, desobediencia, malversación y prevaricación perpetrados por ellos mismos o sus correligionarios, sino que ahora aspiran a que la amnistía borre también los delitos de terrorismo y de traición por los que jueces como García-Castellón o Aguirre están investigando con sólidos indicios a los golpistas, entre ellos el propio Puigdemont.

Es evidente que hasta a un personaje tan nihilista y partidario de mantenerse en la poltrona, como sea y con quien sea, como Pedro Sánchez, le tocaría entonar ahora su particular "hasta aquí hemos llegado" o su "basta ya de humillaciones". Todo parece indicar, sin embargo, que los golpistas de Junts están convencidos de que Sánchez estará dispuesto a seguir humillándose y renegociar la proposición de ley para otorgarles nuevas concesiones.

El problema, no obstante, al que se enfrentaría Sánchez en ese caso, es que, por muchas humillaciones más que quiera sufrir a manos de los golpistas, y por mucho más que quiera dinamitar nuestro Estado de derecho, este felón que ocupa la presidencia del gobierno necesitaría darle un apariencia de legalidad que ya resultaría del todo imposible de aceptar hasta por el mismísimo Tribunal Constitucional dominado por los magistrados designados por el PSOE, no digamos ya del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Y es que si en el ámbito europeo ya se ve con lógica preocupación el proyecto de ley de amnistía que a Puigdemont no le ha parecido bastante, mucho más se lo parecería un futuro y renegociado proyecto de ley que borrara también la existencia de delitos terroristas como los perpetrados por el Tsunamic Democràtic o delitos de traición como a los que apuntan los nexos de Puigdemont con Putin.

Atrapado, pues, Sánchez entre la espada de Puigdemont y la pared que conforma nuestra pertenencia a la UE y lo que queda de España como Estado de derecho, este resistente felón está en una situación insostenible. Puigdemont le está aplicando aquella máxima atribuida a Lenin del "pincha y si notas blando sigue profundizando". Pero, por ilimitado que sea el nihilismo de Sánchez, las tragaderas de Europa no lo son.

En conclusión: hoy podemos celebrar que el proyecto de ley de Amnistía de Sánchez ha sido tumbado. Esperemos que no lo haya sido para ser relevado por el que ahora impulsa Puigdemont. Porque la cuestión decisiva es y seguirá siendo la que Feijóo, en su espléndido discurso, le ha plantado a Sánchez: "¿Cuánto tiempo va a aguantar esta humillación diaria?".

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