
Tras un resultado electoral sin "sprint final" triunfal ni "noche feliz", el PSOE se afana en recoger los trastos y meter bajo la alfombra el 18-F, los escuálidos nueve diputados sacados de las urnas y a un Besteiro al que están cubriendo de culpas entre elogios y buenas palabras. "Todo sigue igual", intentó zanjar la portavoz, Esther Peña, para tratar de hacer ver que lo que ha ocurrido en Galicia ni roza a Madrid ni al presidente aunque se haya llevado por delante a otra sucursal autonómica socialista. Las excusas son esta vez las "dificultades" en Galicia y que a Besteiro, con el que su propio partido tiró la toalla bastante antes de que cerraran las urnas, le faltó "permear" su proyecto por el adelanto electoral.
Un mensaje pegado "al territorio" -"la tierra para el que se la trabaja", sentenció Peña en su papel de escudera de Sánchez- que encontró amplio eco entre las explicaciones paralelas de medios amigos, que días antes paladeaban y exprimían el regalo de Feijóo del indulto "condicionado" en la recta final de la campaña. ¿La amnistía no importó nada, como dicen ahora que prueba el resultado del BNG? ¿O lo importó todo, como mostraría esa mayoría absoluta de un Rueda encarnando un proyecto que simboliza radicalmente lo contrario a la legislatura de sobresaltos a la que nos está sometiendo Sánchez?
Tras el 23J, como bien dijo Zapatero cuando pontificaba sobre lo que es "ganar por sorpresa" veinte años después del 11-M, todos y el PSOE el primero veían posible tumbar encuestas y pronósticos y demostrar, otra vez, que casi todo sigue valiendo, que una polémica entierra otra y ésta a otra y así sucesivamente, que al final hacer y decir lo impensable apenas tiene consecuencias. Pero el hechizo se ha roto, la gesta de Sánchez quedó atrás, vuelve el fantasma del 28-M y aparte del hecho de que pocos entiendan las singularidades de las elecciones gallegas (se habrían sorprendido menos leyendo a Cristina Losada o Raúl Vilas), lo que está pasando en este puñado de meses de destrucción acelerada se ha hecho notar en Galicia para que allí, como dice Peña, "no se muevan las piezas"... y el suelo tiemble un poco más bajo los pies del presidente.
