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Los ideales morales del PSC

En todas partes resulta muy difícil seguir creyendo en la superioridad moral de la izquierda.

En todas partes resulta muy difícil seguir creyendo en la superioridad moral de la izquierda.
Salvador Illa | LD/ AGENCIAS

En todas partes resulta muy difícil seguir creyendo en la superioridad moral de la izquierda a la vista de que lo que insiste en llamarse así anda siempre mucho más preocupado por la suerte de las ballenas, de los transexuales, de los no binarios y de los indios mapuches que por la emancipación histórica de la clase trabajadora. Pero si además se carga con la desgracia de residir en Cataluña, ya es directamente imposible. Porque a toda esa morralla ideológica posmoderna, la que ha acabado convirtiendo a la izquierda occidental en un gran circo ambulante de las identidades estrafalarias —cuando no payasescas—, allí procede añadir el sesgo siciliano del PSC, sumado al idéntico de sus gemelos de la Esquerra.

Así, supongo advertido al lector de que Illa y Aragonès, tras una larga y agitada negociación, han pactado los Presupuestos de la Generalitat para 2024. Lo que tal vez ignore sea la naturaleza de la exigencia que para los socialistas catalanes constituyó la cesión irrenunciable sin la cual amenazaron con tumbar las cuentas autonómicas. Y no se trató, por cierto, de petición alguna a fin de que en el ámbito institucional se acataran tan siquiera las sentencias judiciales que dan amparo a los derechos lingüísticos de los escolares. Eso, huelga decirlo, al PSC le trae sin cuidado.

La condición sine qua non de los socialistas para no dejar a Cataluña sin fondos era otra, a saber: que la Generalitat otorgue cuanto antes la autorización administrativa imprescindible para que una empresa privada extranjera pueda proceder a la construcción de un casino gigante en la provincia de Tarragona, muy cerca del complejo lúdico de Port Aventura. Más en concreto, el PSC vinculó la propia supervivencia parlamentaria del Gobierno de la Esquerra en la Plaza de San Jaime a que, con la máxima celeridad, la Administración removiera los obstáculos para la puesta en marcha de las 1.200 máquinas tragaperras y de las más de 100 mesas de juego que prevé el proyecto de los impulsores del megacasino, que está llamado a convertirse en uno de los más grandes de Europa. Para eso ha quedado, sí, la izquierda.

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