
Este pasado fin de semana he volado sobre el Estrecho de Gibraltar para aterrizar en el aeropuerto de Tánger y seguir camino hasta Chefchauen, una de las poblaciones más curiosas y bellas del norte de Marruecos. Como toda la zona, desde Larache a Tetuán y desde Xauen (ahora mejor Chef Chaouen o Chefchaouen) a Melilla y las islas Chafarinas pasando por el Rif, formó parte del protectorado español constituido en 1912 (también llamado el Marruecos español) y finalizado en 1958.
Chefchauen, conocida como la ciudad azul a causa de que los vecinos pintan sus calles con cal mezclada con nuestro viejo añil usado para blanquear la ropa hasta hace dos generaciones, produce una impresión muy agradable, pintoresca y peculiar. Está situada al comienzo de la gran extensión de terreno que en Marruecos se dedica al cultivo del cannabis bajo diferentes formas, algunas legales y otras ilegales, que dan origen al tráfico de drogas que cruza a España y causó recientemente la muerte a dos agentes de la Guardia Civil en Barbate.
Recientemente, la beldía, una variedad de cannabis propiamente marroquí, ha obtenido la aprobación de la Agencia Nacional de Regulación de las Actividades Cannábicas (ANRAC). Pero ya había otras autorizadas para usos "terapeúticos" en Chefchauen, Taunat y Alhucemas. No en vano Marruecos es el primer productor mundial de resina de hachís y aspira a ser el principal suministrador del planeta de sus derivados para uso medicinal.
Nada hay peor que un mal vecino y aconsejable es tener buena vecindad, si bien desde hace mucho se sabe que cada uno quiere llevar el agua a su molino y dejar en seco al de su vecino. Cuando se llega a Tánger, desde la que los días claros se ve perfectamente Tarifa, se adentra uno en una ciudad de un millón de habitantes que tienen relaciones muy estrechas con España desde hace mucho tiempo.
Es decir, se comprende que es menester llevarse bien con el vecino del Sur que, además, es puerta de África y socio comercial en muchos negocios. Igualmente, hoy por hoy, es aliado estratégico de Estados Unidos y la OTAN desde un territorio que controla la parte africana del Estrecho, junto con Ceuta y Melilla (que deberían ser bases de esa organización militar). La parte norte y europea se controla desde Rota y Gibraltar.
Lo que no es comprensible es la sumisión, por muy musulmán que resulte el término. Nadie sabe por qué el sátrapa de La Moncloa ha decidido someter parte de la policía exterior y también de la interior a los dictados del Mazjén. Recuerden lo del islote de El Perejil. Esto es, España tiene que hacerse respetar porque es una gran nación, es una gran nación europea y es una gran nación de la OTAN.
Desde 1975, se sabe que la diplomacia alauita es atrevida y que, en cuanto tiene la menor oportunidad, por las buenas o por las malas muy bien calculadas, trata de conseguir sus objetivos, que los tiene y muy bien delimitados. En aquel año, con el apoyo USA, aprovechó la debilidad y el desinterés de España para ocupar el Sahara español y sus servicios secretos, muy apreciados y eficaces, hacen lo que sea necesario para que la voluntad de su Casa Real sea satisfecha, por métodos legales o no y con el todo vale por montera.
Cuando se tiene un vecino así, es preciso que un gobierno nacional que se precie tenga las ideas claras y que su política exterior respecto a sus intereses en la zona, sean claros y compartidos por todas las fuerzas políticas. Por eso tiene tan poca explicación lo que ha hecho Pedro Sánchez y por esta razón el run-run de la sospecha invade una y otra vez las actividades de La Moncloa.
Cuatro frentes han sido especialmente destrozados por un presidente autócrata que considera que la política exterior de España es suya: el de la inmigración ilegal, el del tráfico de drogas y el de la responsabilidad de España en el Sahara. Y lo que es peor: a cambio de nada que se sepa.
En marzo de 2022, Sánchez respaldó la propuesta de autonomía presentada por Marruecos en 2007 para el Sáhara Occidental sin la intervención del Ministerio de Asuntos Exteriores, sin el acuerdo del Partido Popular y no sabemos si tras alguna consulta al Rey. Sienta Florentino Portero que "en un estado Democrático no se toman las decisiones así". Como no se toma la decisión de retirar a la Guardia Civil de la lucha antidroga especializada en las costas del Sur, ni se consiente la entrada sistemática e irregular de inmigración, una invasión de hecho, en el territorio español.
O sea, hay un sometimiento evidente al interés de la monarquía marroquí sin contrapartidas proporcionales y explícitas. Esta va a ser la herencia de Sánchez mientras todo el mundo se pregunta por qué España se deja someter sin explicación alguna. Una razón más para exigir elecciones generales o presentar una moción de censura. Ya.
