
Con la falta de oportunidad, discernimiento y casi diría que humanidad que le caracterizan más allá del disfraz de ancianito bueno con el que se presenta al mundo, el Papa Francisco ha terciado en la guerra de Ucrania.
Y tal y como hace él las cosas, ha entrado en el asunto como elefante en cacharrería: no ha abogado por la paz, el perdón o la reconciliación, que serían puntos de vista quizá discutibles pero no exentos de cierta lógica y, sobre todo, apropiados para una figura como un Papa. No, lo que ha hecho Bergoglio es pedirle a Zelenski que tenga "el coraje de izar la bandera blanca y negociar". Es decir, que se rinda ya de una puñetera vez.
A ver, Santo Padre, dicho sea lo de Santo sin ánimo de ofender, que lo de la otra mejilla no era exactamente así y, sobre todo, que las enseñanzas de Jesús son una guía de comportamiento individual, un manual para mejorar como personas, no un tratado de relaciones internacionales. Por otra parte, el mismo Jesús corrió a latigazos a los mercaderes del Templo, un pasaje del Evangelio que deja claro que a veces usar la violencia es un comportamiento con cierto sentido.
El caso es que mientras da lecciones de valentía, Bergoglio se ha colocado exactamente en el mismo lado moral en el que podemos encontrarlo siempre: el equivocado, el del agresor, el de los dictadores y asesinos de masas como Putin, para el que este okupa de la Cátedra de San Pedro no tiene, al parecer, ni un pequeño reproche. Oye, que igual es que los que han entrado a sangre y fuego en otro país, matando, torturando y violando son los ucranianos, ¡pobrecitos rusos!
Por otro lado, quizá lo más importante de la cuestión es que ni siquiera es verdad lo que Francisco I blande como excusa para reprochar a Zelenski que no se deje matar ni deje que masacren a su pueblo sin plantar cara: si Ucrania cede quizá y solo quizá termine el baño de sangre horroroso que ha provocado allí Putin, pero podemos estar bastante seguros de que eso no animará al dictador ruso a establecer lazos más fraternales con los países de su entorno, basados en el intercambio de ramos de flores. No: la victoria rusa sólo puede traernos más guerras.
Es verdaderamente prodigiosa la habilidad de Bergoglio para estar siempre del lado equivocado y para decir lo que bajo ningún concepto debería decir el Sumo Pontífice, más bien ínfimo pontífice de unos años a esta parte. Dada esa habilidad para meter la pata cada vez que abre la boca me voy a tomar la libertad de darle un consejo similar al que él le ha dado a Zelenski: en su caso, Bergoglio, lo valiente es callarse. Ya sé que el cuerpo le pide soltar esas barbaridades, pero tenga con su Iglesia la piedad que no tiene con los ucranianos y en lugar de decir esas burradas guarde un prudente y reflexivo silencio. Ucrania, el mundo y yo mismo se lo agradeceremos.

