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Jesús Fernández Úbeda

Marruecos y Maduro: las balas de plata de Feijóo contra la "reencarnación de Gandhi"

"La brevedad es el alma del talento" (Shakespeare), pero Sánchez, como las pitones, sabe que el aburrimiento que estrangula puede ser letal.

"La brevedad es el alma del talento" (Shakespeare), pero Sánchez, como las pitones, sabe que el aburrimiento que estrangula puede ser letal.
Patxi López muestra la hora a Pedro Sánchez este miércoles en el Congreso. | EFE

La cortina de humo es floja, pero sus devotos, complacidos, la asumen sin rechistar: mientras su esposa abre periódicos, sus ministros señalan a periodistas y sus socios preparan un referéndum de ruptura, Sánchez pretende desviar el foco haciendo políticas feministas en el Sahel frente al "trumpismo" y "bolsonarismo" del PP, o algo así. Compareció el presidente para informar del último Consejo Europeo y de su último viaje oficial a Marruecos y, en plan cíborg, soltó una chapa dilatada y atonal, sin alma, plagada de lugares comunes woke que el líder de la oposición neutralizó con un par de frases: "Resulta verdaderamente preocupante pensar que pudo haber cambiado la política con Marruecos por lo que tiene en sus móviles. Y que protege usted a Maduro por lo que su vicepresidenta trajo en las maletas a Barajas".

Escribió Shakespeare que "la brevedad es el alma del talento", pero el presidente del Gobierno sabe, como las anacondas y las pitones, que el aburrimiento que estrangula –metafóricamente, quiere decirse– puede ser letal. Sus peroratas conducen al agotamiento y, en el mejor y más generalizado de los casos, a la desconexión total. Durante su extensa homilía, Sánchez dijo que la cosa está muy mala allende nuestras fronteras, que si Ucrania, que si Palestina, que si el Sahel, que si Europa tiene que comprar y producir armas a la vez que "defender una política feminista" urbi et orbi, etcétera. Sin descojonarse, alabó a Marruecos por su colaboración en la "lucha contra las mafias", se ciscó en la "internacional ultraderechista" y, finalmente, con el auditorio más exhausto que Ben Hur en la galera, dejó un recadito: "Ninguna dificultad nos va a frenar. Tenemos más de tres años por delante de legislatura para continuar transformando España". La bancada socialista, en pie, le brindó a su césar un aplauso servil.

Alberto Núñez Feijóo le recordó que "está lleno de sospechas" y, burlón, le comparó con una "reencarnación de Gandhi" que, eso sí, esconde por qué ha cambiado su postura con respecto al Sáhara Occidental, por qué no habla de la tiranía chavista o por qué "Hamás o los hutíes del mar Rojo le han dado las gracias". El presidente del PP, sereno, le dijo que, por hablar de Ucrania o de Israel, no se obviará "ni la amnistía, ni la corrupción, ni el chantaje de sus socios": "Un mundo mejor no es posible con una España peor". El líder de la oposición se fue creciendo e hizo pupa cuando se refirió, como ya apunté, al espionaje telefónico de Marruecos y a las maletas de Delcy: "Qué valiente es usted con los dictadores muertos y qué sumiso es con los vivos. Sobre todo, cuando parece ser que comparten negocios sin explicar". Criticó el multimillonario fichaje de Broncano por parte de TVE sin mencionar al humorista, le hizo un guiño a El Hormiguero –"Sobrevive usted a trancas y barrancas"– y remató elegíaco: "Usted ha perdido el control y por eso no va a salir victorioso. Lo peor y lo más lamentable es que perdemos todos los españoles". Su partido también le ovacionó en firme. Cose delle famiglie.

Un runrún sonó en el hemiciclo cuando Santiago Abascal anunció que "ha vuelto el Sánchez necrófilo" –más información, en esta noticia de Nuria Richart–: "Se ha hecho vídeos y fotos con restos humanos, con tibias, con cráneos, con huesos de las víctimas del PSOE del siglo pasado. Sánchez ha asaltado una cripta a la que no podían ni acceder los familiares de las víctimas para posar como sólo hacen los salvajes y los bárbaros con los restos". El presidente de Vox indicó que el líder del Ejecutivo "se ve más cerca de sentarse en el banquillo" y lo censuró por ser "el capo de la corrupción económica que se llevó a cabo en el peor momento de los españoles". Remató su intervención –no lo puede evitar, ay– pegándole una colleja a Feijóo: "¿Con el de las calaveras va a repartirse usted el gobierno de los jueces?". Después, Íñigo Errejón, pelín sobreexcitado, más rápido que el Correcaminos de los dibujos animados, leyó algo sobre el "genocidio televisado" de Israel en Gaza y dijo que de comprar armas, nanay; la valida de Puigdemont, Míriam Nogueras, atizó a los "jueces que están prevaricando" y, citando a su jefe prófugo, advirtió que "no se puede hacer política sin tener en cuenta la voluntad del pueblo de Cataluña de ser independiente"; el de Bildu clamó un "gora Palestina askatuta". A más de uno le recorrió un escalofrío.

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