Del mismo modo que cuando es necesario criticamos al Partido Popular o al propio Feijóo si lo merecen, no nos duelen prendas en reconocer que el líder del PP ha estado brillante este jueves en su respuesta a la impresentable "carta a la ciudadanía" de Pedro Sánchez.
Feijóo ha recalcado la falta de responsabilidad de un presidente que abandona sus obligaciones "por su propio interés" y que no ha dado explicaciones sobre los casos de corrupción a los que se enfrentan miembros de su gobierno. Ha recordado también que los problemas del PSOE y Sánchez ya no son meras acusaciones de la oposición o revelaciones de la prensa, sino que "hay una serie de investigaciones judiciales que afectan a su Gobierno, a su partido y a él".
El popular le ha dicho a Sánchez con toda claridad que "en España nadie está al margen de la ley, se apellide como se apellide" y ha explicado con acierto que "ser presidente es rendir cuentas ante los ciudadanos, también cuando las circunstancias son incómodas". Así como que "ser presidente es mirar por los demás en lugar de hacerlo continuamente por sí mismo".
Un discurso contundente, pero al mismo tiempo muy medido, en el que Feijóo ha desmontado el lamentable espectáculo sentimentaloide y victimista puesto en marcha por el presidente del Gobierno y se ha mostrado claro a la hora de calificar tanto el comportamiento de Sánchez como la gravedad de los casos de corrupción que le acosan, citando también dos asuntos que parecen tener mucho que ver con la corrupción socialista –las maletas de Delcy– y con alguna de las decisiones más controvertidas de Pedro Sánchez: el espionaje a su móvil y el de su mujer en el llamado caso Pegasus.
Ahora sólo queda algo tan importante o más que el discurso de Feijóo de este jueves, que había levantado la lógica expectación: que el PP adecue sus hechos a sus palabras y olvide cualquier tipo de remilgo a la hora de exigir responsabilidades políticas por estos escándalos, que las hay, graves y al más alto nivel, diga lo que diga al final la Justicia.
Así, los populares no deben dudar en dar la batalla parlamentaria día tras día en el Congreso, presionando al Gobierno hasta que dé explicaciones de todos estos graves casos de presunta pero evidente corrupción. Tampoco deberían demorarse más, especialmente ahora que el asunto está judicializado, en llevar tanto a Pedro Sánchez como a su mujer a la comisión de investigación que se está desarrollando en el Senado. Teniendo la posibilidad como la tiene por su mayoría en la Cámara Alta, el PP no puede hurtarle a los españoles la oportunidad de ver a Sánchez y a su pareja respondiendo por unos hechos que son muy graves, que son un completo escándalo y que, por primera vez en la historia de la democracia española, afectan al entorno más cercano de un presidente.
A falta de que el próximo lunes Sánchez nos sorprenda a todos, algo que con él no se puede descartar por completo, lo más probable es que el final de esta maniobra sea un acelerón en la deriva autoritaria y contra las instituciones del líder del PSOE. El PP debe estar a la altura de las circunstancias y de su propio discurso: la oposición, ahora más que nunca, tiene que ser incansable e implacable. Es una tarea ingrata y seguro que Feijóo preferiría manejarse en un entorno menos dramático y peligroso para España, más amable, pero tiene que cumplir con esta penosa obligación porque él y su partido son un elemento clave para enfrentarse al intento de instaurar en España algo que ya ni siquiera se parecerá a una democracia.

