
El frenesí sanchista tras la pausa-trampa alcanzó su clímax con Óscar Puente, eslabón perdido entre el género humano y el político: "Pedro Sánchez es el puto amo". Hubo un tiempo en el que los ministros guardaban las formas y, siendo malos o buenos en sus funciones, se les suponía, al menos, educación.
Pero el PSOE entró en una tasca para hacer selección de personal usando el criterio titoberniano que caracteriza a este partido de farolillos rojos que suele cerrar garitos de copas y compañía —por la hora a la que salen y porque tienen la llave— y ahora quiere cerrar con precinto policial "medios, vamos a llamarlos digitales" porque cuentan lo que se cuece en sus garitos.
El amo requiere siervos y Sánchez los tiene y los mantiene. Acudiendo, con disculpas al lector, al estilo del ministro serán, más bien, putos siervos, una variedad que soporta el yugo con alegría y hasta orgullo. Los hay que no valen para otra cosa; otros temen que quede alguna vergüenza a la vista. Porque ¿cuántos teléfonos móviles espiados con Pegasus han jurado lealtad al amo de Puente? A ver cómo van quemándose los fusibles…
Cuando un gobierno que lleva cinco años en el poder reclama regeneración democrática hay que echarse a temblar. Porque va a regenerar la sociedad para someterla a su dominio y, en este caso, al de Begoña I la Difamada, coartada del Golpe de Abril.
Quizá nos aprueben una "Ley Begoña" como primera de las nuevas Leyes Fundamentales, no del Reino sino del Punto y aparte, que recoja la obligación de los medios de comunicación de enviar cada día sus intenciones por si no estuvieran del todo contrastadas. Será una ley de prevención de riesgos informativos, un CAC nacional, una Ley de Cierre. Quedarán PRISA y Air Europa, la España rescatada por el socialismo. La España de los siervos. La del puto amo.
Ahora sabemos que incluso podría ser peor, que el advenedizo Santos Cerdán urdió un plan B por si lo del Amo triste y encerrado era verdad. Y en ese plan el presidente del Gobierno sería el ministroide que acuñó el lema de la lealtad macarra, el mismísimo Óscar Puente, el siervo en jefe. La vicegritona Montero sería, por lo visto, un adorno interino de poco fuste. Haciendo amigos. Estamos como en los tiempos del 23-F, con listas de gobierno manuscritas que luego niegan unos y, sobre todo, otros.
Dice Sánchez, Lázaro del poder, que todo lo que no es acoso a Ayuso es lodo fascista y que él mismo ha sufrido en sus carnes el tan de moda lawfare "por parte de la mal llamada policía patriótica del señor Rajoy en el año 2014, cuando yo fui elegido secretario general del Partido Socialista".
Mientras alguien le explica al Amo lo que es el lawfare podemos ir recordando la fórmula que le llevó al poder: construyeron una moción de censura contra Rajoy en torno a una sentencia, la del juez De Prada, que fue después reprendida por el Tribunal Supremo ya que ni siquiera se estaba juzgando al PP, y menos a Rajoy. Cierto es que el PP quiso sucumbir a la maniobra, pero no hay mejor ejemplo de instrumentalización de la Justicia contra un político que aquella. Eso sí fue lawfare, y ni siquiera aparecía en los titulares.
La memoria del PSOE y la semilla del Mal
El Ministro del Gran Poder, enterrador de Montesquieu, volvió a quedarse en la cola de la fiesta. Ni niñas monas ni luces de colores. Se quedó fuera de las celebraciones por el día de la Comunidad de Madrid pese al lamentable intento de colarse que protagonizó hace un año. ¿No va usted, señor ministro?, le preguntaron días antes de la reclusión-trampa de su Amo:
"Ese día tengo en Sevilla un congreso para perseguir la delincuencia. No tengo mucho más que añadir".
La última frase la entonó con retintín infantilón. Le faltó guiñar un ojo. A lo mejor es que en cuanto terminara el congreso tenía pensado prender a la presidenta Ayuso y llevársela en un coche camuflado de Marlaska con cogotazo incluido como se le hizo a Rodrigo Rato.
Bolaños dijo estar orgulloso de pertenecer a "un partido que siempre ha estado en el lado correcto de la historia". Se refirió a que el PSOE luchó, según sus palabras, "contra el franquismo y contra el terrorismo". Ni siquiera eso es cierto, pero además olvidó el ministro en algún oscuro bucle de su memoria otros momentos de la historia, incluso bajo el mismo techo del Congreso, en los que el PSOE estuvo en el lado correcto del delito, amenazando a Antonio Maura en julio de 1910, que acabaría herido en atentado dos meses después, y amenazando a José Calvo Sotelo, al que asesinaron el 13 de julio de 1936 entre un Guardia de Asalto y varios escoltas de Indalecio Prieto. O perpetrando un golpe de Estado contra la República en 1934 junto a la ERC. O gestionando el Terror previo a la guerra civil. O pivotando en la cuestión de ETA entre el colaboracionismo del Faisán y el terrorismo de Estado de los GAL. Poliédrico PSOE con pocos lados visibles y mucha historia oculta. Ya podemos añadir otra diapositiva a la colección: Pedro Sánchez, como eterno retorno.
Sin perder de vista nuestra propia historia, parece claro a estas alturas que hay dos riesgos fundamentales tras la maniobra golpista: la independencia de la Justicia y la libertad de prensa, pilares de toda democracia. Pedro Sánchez es hoy el culpable pero si tuviéramos memoria para todo nos daríamos cuenta de que la grave crisis institucional que no asola no es, ni mucho menos, una novedad.
Por más que Felipe González y Alfonso Guerra acierten ahora en su beligerancia contra el sanchismo y sus daños derivados, lo cierto es que fue su semilla la que engendró este monstruo. La independencia judicial se la cargó el PSOE de González y Guerra en 1985 rompiendo con un sistema de elección de jueces que emanaba de la Constitución y preservaba la necesaria división de poderes. Hoy todavía estamos padeciendo aquella decisión y aun así se sigue acusando al PP de bloquear el sistema por denunciar el mercadeo. El daño, que es incalculable, lo infligieron ellos con pleno conocimiento. Los innumerables casos de corrupción que protagonizó el PSOE del felipismo bien valían una Ley Orgánica de tropa judicial.
En cuanto a la libertad de prensa fue también el PSOE de González y Guerra el que llevó a un Consejo de ministros en 1994 el conocido como "antenicidio", la absorción por parte de Prisa de Antena 3 de Radio, líder de audiencia del momento. El liderazgo pasó a la SER desde entonces, y desde entonces fue artificial, por decreto. La historia del robo, la ilegalidad manifiesta, el colaboracionismo por omisión del PP de la época y la vergonzosa legalización posterior es de sobra conocida por los lectores. ¡Y encima se les rescata de la quiebra!
Escuchar a González y Guerra hablar contra el separatismo, contra la Venezuela de Maduro, el populismo de Podemos o contra los desmanes de Sánchez y Zapatero puede resultar reconfortante para las memorias frágiles. Estando de acuerdo con muchas de sus posturas de hoy sólo cabe preguntarse por qué no las adoptaron antes, cuando tenían poder e influencia. La respuesta es clara: buscaban precisamente eso que ahora denuncian. Su arrepentimiento es, pues, inútil. El PP está obligado a generar su propia política y no buscar más referencias ajenas en su afán por enjugar el eterno complejo al que le tiene sometido la izquierda. La de hoy y esa que dicen admirar.
Faltan por celebrarse otras elecciones de ruptura, las catalanas, y el Amo tendrá ya todas las piezas sobre la mesa. Él nunca ganará unas elecciones por sí mismo y necesita ser lo más irritante posible para despertar instintos que le permitan presentarse como víctima de la derecha mientras diseña la excepcionalidad de un moderno golpe de Estado.
Sabemos cómo es el Amo. Nos falta ver los movimientos de los siervos, tanto los que temen por su pellejo como los que apenas esconden la daga en la bocamanga. Todo sucederá muy rápido y aunque no nos dejen se lo vamos a contar. Es lo que hemos hecho siempre. Nunca estuvimos en el camino de la servidumbre.
