Desde el pasado domingo el servicio de trenes de cercanías en Barcelona es un caos sin paliativos, un desastre descomunal y una vergüenza en toda regla. Un robo de cobre en una estación próxima a Barcelona es la causa aparente de la catástrofe. La autoridad competente ante tamaño desaguisado es el ministro de Transportes, Óscar Puente, quien se ha defendido con la observación de que un robo es una cuestión de seguridad ciudadana, competencia que en Cataluña ejerce en exclusiva la Generalidad.
Puente, que desprecia toda sutileza, ha resultado especialmente ofensivo con sus socios de ERC, a quienes acusa de haber tratado de arrancar unos votos más denunciando el deficiente servicio ferroviario en la región durante la jornada electoral del domingo. El momento es particularmente complicado para ERC, la gran derrotada de las elecciones autonómicas. Y Puente, lejos de una actitud conciliadora, se ha desempeñado con sus característicos ademanes de matón, como si en vez de socios los republicanos fueran una excrecencia deleznable a la que hay que poner en su sitio una vez desalojados del poder.
Bien. Una bronca entre el dóberman del PSOE y los de ERC, que no saben ni por donde les da el aire desde que cerraron los colegios electorales. Nada del otro jueves, salvo por el detalle de que ERC también tiene siete diputados en Madrid como los siete diputados de Puigdemont que no hacen nada por disimular que Pedro Sánchez come de su mano. Puede que hacer leña del árbol caído no sea la mejor idea que se le haya ocurrido a Puente desde su insólito nombramiento como ministro. La reacción de Junqueras cuando se recupere del impacto puede ser letal para los intereses del jefe de Puente.
La dirección de ERC anda dándole vueltas a las causas de su hecatombe electoral y la principal hipótesis es la penalización sufrida por negociar con el PSOE. Los republicanos presumen de la reforma del Código Penal y de los indultos. También de la amnistía, pero ha sido Puigdemont quien ha rentabilizado ese extremo mientras que desde las pasadas generales ERC se ha mostrado como un socio dócil y llevadero, incapaz de provocar el más mínimo quebranto al PSOE. Pero eso va a cambiar. ERC va a adoptar el papel de Puigdemont porque el diálogo, la negociación y el buen rollo que predicaba hasta ahora Junqueras no los ha matado políticamente de milagro. Y siete votos son siete votos, provengan de Junts o de ERC. Que se prepare Sánchez. Y que ate en corto a Puente si quiere sobrevivir a la derrota republicana.