
Tenía yo en el colegio un profesor de Lengua en COU que era un auténtico pelmazo. Aburrido, monocorde, superficial, sieso y muy reiterativo. Un ser soporífero. Un coñazo. Entre otras muchas cosas, nunca supimos a qué venía eso de recitar cada dos por tres unos versos que él —que además era profundamente ignorante— atribuía a Rafael Alberti, aunque en realidad son del peruano César Vallejo, que decían: "España, fina tela de araña, guadaña y musaraña, braña, entraña, cucaña, saña, pipirigaña, y todo lo que suena y que consuena contigo: España, España".
Casi medio siglo después ya lo veo con meridiana claridad, aunque siempre sospeché que el señor Marcos se refería a que Vallejo meditaba sobre la complejidad de la identidad y la situación de España, mezclando elementos de naturaleza, esencia, esfuerzo, conflicto y algo de banalidad, creando un mosaico que reflejase las múltiples facetas y contradicciones de nuestro país. Es cierto, es el estilo de Alberti en estado puro, que también utilizaba imágenes evocadoras mezcladas con juegos de palabras. Hay que disculpar al profesor, porque tanto Vallejo como Alberti escribían sobre la España de los años treinta, vivieron la Guerra Civil y eran contemporáneos.
Durante la última semana se ha consumado la profunda fractura en la arquitectura constitucional e institucional de nuestro país. Pero la gente está mayoritariamente aburrida del narcisista patológico que tiene como presidente del Gobierno, un mentiroso compulsivo hasta la náusea, un vendehumos tramposo y trilero que no conoce escrúpulos y cuya indigencia moral es incontestable. Y los que no participan de estas sensaciones, también se encuentran aburridos desde su incondicional carácter de hooligans del tres al cuarto, sujetos a un pánico visceral porque lo único que preocupa es que no haya alternancia.
El exministro socialista César Antonio Molina ha dejado escrito: "Muchos Presidentes norteamericanos mintieron: Roosevelt y Truman sobre las concesiones a Stalin; Kennedy, sobre Jruschov; Johnson, sobre Vietnam; Bush, sobre Irak; Clinton y Obama, sobre sus políticas económicas. Y Trump, sobre casi todo. Sánchez va camino de superarles a todos. Pero ninguno de ellos puso en riesgo irreparable la unidad de su territorio, ni contravino la separación de poderes, ni amnistió a los insurrectos, ni cambió la historia". Añado yo: tampoco hay que pasar por alto que un Código penal se modifique a la carta, al dictado de los beneficiarios de la reforma, o que esa amnistía a los insurrectos sea como fruto de un miserable chantaje. Gracias, señor García Page y señor Lambán.
Nada importa. Basta con comparar llenos de razón autocomplaciente esta ley de amnistía de 2024, en la que la votación se ganó por 177 votos contra 172, con la amnistía de 1977, que fue votada por todos los Diputados menos dos. La diferencia entre una y otra no importa. Es que esto se llama convivencia, diálogo, reencuentro y concordia. Pero los destinatarios de la ley dicen que esto no es un perdón, sino una victoria, que es solo el principio y que nos vayamos preparando.
Nada importa. Y por eso, sólo se habla del concierto de Taylor Swift, de qué pena da que Nadal no siga en Roland Garros, o de qué susto nos dieron en el primer tiempo de la final de la Champions. Bueno, hay que reconocer que también se habla de Gaza, de la indiscutida conveniencia de que haya dos Estados y del más que discutible sentido de la oportunidad cuando se apoya esa solución justo en el momento presente y con estas prisas.
Lo dicho: ya he entendido al profesor de Lengua de COU. "España fina tela de araña", es decir, delicada, frágil, compleja en su red de problemas buscados muchos de ellos a propósito. "Guadaña", símbolo de la violencia y de la muerte (esperemos que no literal sino figurada, esto es, la muerte de los ideales y de las esperanzas).
"España musaraña". Aquí ya tengo mis dudas. La musaraña es un animal pequeño y aparentemente insignificante, y ello podría sugerir la pequeñez o la insignificancia de los conflictos en el gran esquema de las cosas, o una visión irónica de los problemas que parecen grandes pero son menores comparados con la historia y la humanidad en su conjunto. Pero puede significar también la insignificancia del gobernante que no tiene la valentía de asistir al debate a aguantar el chorreo. Que solo va a la votación porque todo lo que le digan es fango, fango y más fango.
El poema continúa con el mismo patrón de juego. Cierto que "España braña" está mejor: se trata de un prado o terreno de pasto en las montañas, común en regiones del norte de España, y el poeta acaso evoca la naturaleza y el campo, y puede sugerir una conexión con la tierra y las raíces. Eso está mucho mejor, al igual que "España entraña", que ha de significar lo más profundo, lo interior, lo esencial, el corazón, el alma de España, su esencia más íntima y auténtica. Por eso se dice que no hay amor más entrañable que el de una madre por su hijo, porque nace de las entrañas.
"España cucaña" me preocupa si va más allá de lo que es un juego popular en fiestas españolas que consiste en trepar un palo alto y resbaladizo para alcanzar un premio en la cima. Metafóricamente, podría simbolizar la dificultad y el esfuerzo para alcanzar metas o el deseo de superación. Me gusta, pero es que a continuación César Vallejo añade "España saña", es decir, crueldad, maldad o furia. Podría representar la violencia, la ira o los conflictos internos que afectan a España, simbolizada en la sujeta que manda a la mierda al oponente sin darse cuenta de que la están oyendo, pero que se ratifica en un mitin haciendo la huida hacia adelante y, para que no haya dudas, gritando "a la mierda". Es decir, con la boca llena de lo mismo. Hay que decir en su favor que algunos políticos tienen menos intelecto que un gasterópodo. Al menos la musaraña de antes tiene más neuronas.
En conjunto, la composición pinta el cuadro de una España conflictiva, mezclando imágenes de fragilidad y de peligro. Pero también de trivialidad, y tal vez por ello concluye con "España pipirigaña". Es el toque de ironía, es el que sugiere que, en medio de todo, hay elementos que pueden ser triviales o insignificantes. Pero que son los únicos que importan: Taylor Swift, Rafa Nadal y Toni Kroos.