Entre las muchas barbaridades que está dispuesto a cometer Pedro Sánchez con tal de mantenerse en el poder destaca la destrucción del Estado para satisfacer el chantaje permanente de los separatistas catalanes. La duda no es en qué va a ceder Sánchez, sino cuándo. En la agenda gubernativa con ERC y Junts constan sin rodeos el concierto vasco, la cesión de competencias sobre inmigración, la erradicación del idioma español, el traspaso de los activos del Estado y la autodeterminación.
La acción política de Sánchez consiste ahora mismo en administrar las concesiones y renuncias. Y ahora toca el concierto vasco a la catalana, esa financiación "singular" para Cataluña cuyo único y descarnado propósito es comprar el voto de ERC para que el socialista Salvador Illa sea investido presidente de la Generalidad. Para facilitar la venta en el desguace han alumbrado el concepto "Consorcio" entre el Estado y la Generalidad para recaudar el 100% de los impuestos. Y todo ello, según los urdidores de este nuevo hachazo a la igualdad entre españoles, plenamente constitucional porque está recogido en el Estatuto de Cataluña que pactaron Zapatero y Artur Mas.
Con semejantes personajes como fuentes de derecho se puede entender perfectamente el desastre y la factura que está dispuesto a pagar Sánchez, pero con dinero de todos los españoles, para que Illa sea el próximo presidente autonómico. Que no se le vaya a llamar concierto económico catalán no oculta el hecho de que la Generalidad va a recaudar la totalidad de los impuestos mientras se le perdonan todas las deudas, los miles de millones de euros malversados en el odio a España y en una gestión tan desastrosa como delictiva.
En ese afán está el Gobierno, embarcado de pleno en negociaciones con un partido y unos dirigentes que acaban de dar muestras de su nula categoría moral con el episodio de la campaña de falsa bandera contra los hermanos Maragall aludiendo al alzhéimer que sufre quien fuera alcalde de Barcelona y presidente de la Generalidad en el primer tripartito. Cuantos más detalles trascienden de la guerra sucia en el seno de ERC entre Marta Rovira y Oriol Junqueras y sus respectivos secuaces más quedan retratados el Gobierno, el PSOE y su facción catalana.
ERC no tiene más opciones que apoyar al PSC o propiciar una repetición electoral que puede dejar al partido republicano tiritando y casi fuera del Parlamento. Se puede comprender que Sánchez sea agradecido con sus socios de la Esquerra catalana, pero no que lo haga a costa de los españoles y para sembrar más desigualdades. Cada vez resulta más obvio que Sánchez está dispuesto a ceder ante los golpistas, aunque ni siquiera sea necesario.